Las redes sociales se han inundado de cuestionamientos sobre las gasolineras de Pemex en Houston, la ciudad más importante del continente americano en materia de combustibles, y el precio de la gasolina que ofrecen.
Con acidez, virulencia y un justificado reclamo, el consumidor mexicano, que paga prácticamente el doble por la gasolina de Pemex, no se siente satisfecho con las explicaciones del gobierno nacional acerca de que no invirtió un solo dólar para la operación de las franquicias y que el precio del combustible vendido en ellas lo determina el mercado de los EUA, en el cual la libre competencia es la norma (y más en el estado texano).
Para el gobierno de México, estas estaciones son solamente un experimento para conocer cómo funcionará la franquicia en otros mercados, lo cual le está saliendo caro en su país, aunque no haya invertido en el proyecto. De hecho, la realidad sobre esta prueba es bastante irónica: México solo pone la marca y recibe las críticas, EUA pone la materia prima para la venta y el capital proviene de… un empresario pakistaní.
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