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Oferta, demanda y COVID-19

Por Neftalí Parga Montoya, profesor-investigador en el Departamento de Agronegocios de la UAA

Multitudes en supermercados, estantes vacíos, escuelas abandonadas, niños en sus casas, eventos públicos cancelados y negocios temerosos por las consecuencias de una epidemia que se ha vuelto pandemia; una crisis de salud inédita que pone en tela de juicio diferentes aspectos de nuestra economía actual.

Tanto naciones como estructuras institucionales no tuvieron la destreza suficiente para evitar la recesión global, la cual aún no ha tenido cifras previstas para describir la posible catástrofe económica.

Plantear la pregunta sobre si la oferta y la demanda se verán afectadas es aún inoportuna, porque actualmente las necesidades corresponden a contrarrestar los posibles contagios y resolver los casos detectados.

Sin embargo, de manera rápida, los problemas estructurales de esta enfermedad han mostrado las deficiencias de nuestro sistema económico derivadas de los mecanismos económicos y políticos que servían para reducir las disrupciones de los mercados.

En este momento, el COVID-19 representa un tropiezo aún incalculable de la oferta y la demanda. La oferta, en esta contingencia, ha resuelto a modificar sus modos de venta o, en su caso, cerrar por momento indefinido, una situación que representa una expresión ineludible: sin oferta no hay demanda.

La suspensión de los intercambios comerciales tiene implicaciones en el comportamiento convencional de los que ofertan y los que demandan. Las pérdidas son y serán (por al menos un tiempo) inherentes a la economía, las primeras víctimas fueron las compañías aéreas y los entornos relacionados al turismo, con esto, ahora devienen problemas próximos a las fallas del sector privado, los efectos concatenados, el sector financiero se volverá insondable por falta de liquidez.

En este orden de un golpe tras otro, eventualmente las actividades habituales del gobierno saldrán vapuleadas, las cuales tienen injerencia en estabilizar el camino de la inevitable degradación de los sectores económicos en tiempos de crisis.

Amparar a las empresas y al empleo debe ser, entre muchas de las acciones posteriores de la contención sanitaria, lo que apremia para atender un objetivo: aminorar el distanciamiento social que provocaría el fracaso de políticas económicas mal enfocadas. Las medidas actuales tomadas hasta hoy sólo han tendido una manta sobre soluciones cercanas que no aseguran otra cosa más que hacer “un hoyo para tapar otro”.

En nuestro país hay complicaciones subyacentes a las decisiones económicas que deben ser tomadas. La composición de nuestro panorama empresarial es primordialmente Mipyme de gran proporción autoempleo, sumando a ésta, el sector informal que gana más adeptos año tras año.

El período es trascendental para desarrollar políticas puntuales que den soporte a aquellas empresas que llevan sus actividades de manera formal, siendo esto un incentivo para llevar la economía a un tono conveniente de favorecimiento fiscal.

Bajo esta lógica, la acción pública debe estar cimentada en la providencia gubernamental en elementos conducentes hacia defender la formalidad bajo un marco legal empresarial como herramienta remedial. Por ende, el sector público y el privado deben trabajar en unidad, siendo así corresponsables de respuesta ante la pandemia.

Nuestro actuar como sociedad permitirá que seamos congruentes con las necesidades ulteriores, empeñarnos en resguardarnos en el aislamiento como resolución única no disipará la crisis de mercado, entender los períodos de riesgo y la heterogeneidad de sus efectos contribuye a observar el holismo que presentan las circunstancias.

Dentro de la teoría de sistemas, confrontar vicisitudes es parte del desarrollo del sistema, si existe un proceso dinámico que permita las interacciones en un sentido amplio de múltiples escalas donde se asocian recursos, actores e instituciones, la identificación y ejecución de alternativas prácticas en la gestión del sistema lo hace más flexible y adaptativo en escenarios de disrupciones estructurales y funcionales.

En este sentido, la crisis se presenta como la posibilidad de avanzar dentro del término de resiliencia y crear oportunidades para recuperarnos y reorganizarnos a partir de nosotros mismo frente a la perturbación.

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