La llegada del verano trae consigo la necesidad de descansar no solo del estrés causado por la vida laboral, sino también de la cotidianeidad y de las casi siempre malas noticas que a diario nos llegan de todas partes del mundo. Por ello, quiero dedicar este espacio a la vida de la científica Marie Curie.
El primer acercamiento que tuve a la vida de Curie fue a través del libro La ridícula idea de no volver a verte, de la española Rosa Montero. En él, la autora hace una biografía poco convencional sobre la científica, adentrándose a la maravillosa vida de la primer mujer que recibió un Premio Nobel –también la primer persona en recibir dos de estos premios–, y primer catedrática de la Universidad de la Sorbona, en París.
Manya Sklodowska, su verdadero nombre, nació en 1867 en una Polonia invadida y dominada por los rusos, donde el futuro de las mujeres se limitaba a cuidar a otros, ya fuera a los padres, si se era soltera; o al esposo e hijos, si se era casada. Imposible era concebir la idea de que una mujer se desarrollara como profesionista y menos aún como científica. Sin embargo Marie, que no se destacaba por tradicional, decidió irse a París a estudiar una licenciatura en Física y, posteriormente, realizó una licenciatura en Matemáticas gracias a una beca otorgada por la Universidad de la Sorbona. A los 27 años, mientras cursaba su doctorado y trabajaba como maestra en la Escuela Municipal de Física y Química Industrial, conoció al que en 1895 sería su esposo, el físico francés Pierre Curie.
El descubrimiento de un físico alemán de los rayos X, llamó la atención de Marie que decidió investigarlos con la posterior colaboración de Pierre. Se dedicaron a medir la radioactividad de algunos elementos, principalmente del Uranio, y así consiguieron descubrir, después de un arduo trabajo, el Polonio y el poderosamente radioactivo Radio; hallazgo que fue informado a la Academia de Ciencias de Francia en 1898 y que los llevó a la fama.
El 1903 les otorgaron el Premio Nobel y Marie Curie se convirtió en la primera mujer en recibirlo. Un año después, su esposo fue nombrado profesor de física de la Universidad de París y miembro de la Academia Francesa, reconocimiento que le fue negado a ella, pues estos cargos no eran ocupados por mujeres.
Dos años más tarde, su marido murió atropellado, por lo cual Marie fue quien ocupó sus clases y continuó con sus investigaciones. En 1911, protagonizó un escándalo al vincularse sentimentalmente con el científico –y hombre casado– Paul Langevin. Este escándalo tuvo tal repercusión que el jurado de los Nobel le solicitó no fuera a recoger su segundo premio de Química; sin embargo, ella rechazó esta disposición con suma entereza, se presentó a recoger su galardón y se lo dedicó a Pierre.
Los años venideros fueron duros para ella. Los estragos del desgaste emocional provocado por el escándalo amoroso y las consecuencias que trajo a su salud la prolongada exposición a la radiación deterioraron su vida. Murió a los sesenta y siete años en Francia.
Marie Curie dejó un legado importantísimo no solo para la ciencia, sino también para todas las mujeres, pues rompió esquemas tradicionales y logró lo que en su época, para una mujer inmigrante, parecía imposible.