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México, un país resiliente

El panorama es poco halagüeño. La democracia vive anomalías que están relacionadas con sus debilidades endémicas. Hoy, los actores políticos dominan el algoritmo de lo electoral y lo manejan a su antojo para acceder a puestos públicos sin ninguna restricción: tuercen la ley y se hacen del poder como si fuera un botín. Lo peor de todo es que esto sucede no solo en los gobiernos internacionales, nacionales o locales, sino también en cualquier organismo social –hasta nuestra universidad padece de este mal–.

La violencia se incrementa, mientras que la justicia se convulsiona y se vuelve selectiva. Los primeros resultados del nuevo sistema penal, al menos a nivel municipal, son víctimas del rechazo de la sociedad y provocan desconfianza. La corrupción se desborda y los mecanismos de transparencia son manipulados, dando espacio a una impunidad galopante. De hecho, la corrupción siempre ha estado aquí, pero ahora se manifiesta con mayor saña, eso es claro.

Nuestros políticos no tienen un plan B para enfrentar los sucesos mundiales, simplemente están expectantes y preocupados por terminar de saquear a la nación

La economía se ve seriamente amenazada. Han comenzado a demoler sus cimientos y a golpear sus estructuras. En el medio internacional, puede notarse la perversa intención de hacerla caer: Estados Unidos sostiene con alfileres y argucias su moneda, mientras los chinos aprovechan su fortaleza para asaltar al mundo. Se está configurando un nuevo orden, en el cual la globalización y el neoliberalismo fallido se convulsionan y dan sus últimos estertores. Sin duda, estamos en una desaceleración inducida por los poderes fácticos y las acciones de los gobiernos.

La mayoría de los países se verán afectados y, por supuesto, entre ellos estará México, que cerrará el 2016 con un crecimiento del PIB entre 1 y 1.8 por ciento, según mis pronósticos, e iniciará el 2017 con un crecimiento entre el 0.5 y 1 por ciento, en el mejor de los casos; una situación catastrófica debido a la falta de recursos y la desaceleración de los motores económicos. Nuestros políticos no tienen un plan B para enfrentar los sucesos mundiales, simplemente están expectantes y preocupados por terminar de saquear a la nación.

Sin lugar a dudas, la población sufrirá, mientras el gobierno complaciente se vuelve a endeudar. Con esto, México se prepara para dar la razón a las calificadoras de riesgo que le habían otorgado resultados bajos en sus evaluaciones y es que, ¿quién confía en las autoridades federales mexicanas en la actualidad? Por ejemplo, la medición de la inflación es una vacilada, ¿quién en su sano juicio cree que terminaremos el año con una inflación controlada de 3 por ciento e iniciaremos el 2017 con un punto porcentual más, o menos (según Banco de México)? La inflación, si bien nos va, se colocará en 7 por ciento al cierre de 2016 y en 10.5 por ciento, para el comienzo del próximo año¹.

Definir nuestra naturaleza histórica

La resiliencia parece ser nuestra esencia, nuestro distintivo, uno de los elementos con el cual estamos hechos y por el que estamos a prueba continuamente, como si fuéramos ratas de laboratorio expuestas a cuanta ocurrencia que los Josef Mengele de la política y economía decidan implementar.

Entre liberales y neoliberales han intentado destrozar el tejido social y casi lo han logrado, por medio de la generación de apatía y fomento a la corrupción, mediocridad, desesperanza e impotencia. Lo que es un hecho asombroso es que a pesar de ellos y de sus apetencias infinitas de poder y riqueza, aún no logran agotar nuestros recursos, nuestras fuerzas, nuestro ADN nacional. Seguimos siendo resilientes.

El desafío de nuestra próxima realidad

A quienes mantenemos viva la resiliencia mexicana, nos queda la admiración y la confianza de lo logrado; pero también tenemos el compromiso de desmantelar las viejas y anquilosadas estructuras perversas que mantienen el terrible statu quo de orfandad, desastre, fatalismo y mediocridad del país.

Todos tenemos el compromiso de rayar en la excelencia en cada cosa que hagamos, sea cual sea nuestra trinchera. Es hora de trabajar en la solidaridad y subsidiaridad, unidos como ciudadanía, para restablecer la fortaleza del tejido social. Cuando lleguemos a este punto, la resiliencia tomará otra dimensión: ya no será la rescatadora, sino la impulsora de nuevos estados de vida que nos hagan recuperar la dignidad nacional y personal.

  1. Asesori® (noviembre 2016). Perspectivas económicas para México y Aguascalientes, pronósticos 2017.
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