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¿Qué significa ser mexicano hoy en día?

Septiembre y noviembre son meses que nos evocan algarabía, sentimientos nacionalistas superficiales, coraje, protesta, decepción, orgullo, reclamo y una relación directa con nuestro espíritu festivo.

Muchos dicen que no tenemos nada que celebrar en esas fechas; sin embargo, es necesario conmemorarlas y reflexionar con profundidad lo que nos ha pasado históricamente, pues cada movimiento armado ha tenido un altísimo costo de vidas humanas y ha provocado cierto avance (poco, para el enorme potencial que tenemos como nación).

Si reflexionamos, seguramente lo primero que tendremos claro es que, en todas las épocas, ha habido una caterva de abusivos, oportunistas, corruptos y delincuentes, que se ha agenciado el poder para ellos, sus grupos, países, creencias ocultas, familias, amigos, etcétera. Como segundo resultado de este ejercicio, nos daremos cuenta de que nuestro orgullo patriótico está en el suelo.

Es lamentable que los mexicanos tengamos una vida cívica y ciudadana tan pobre. Ser mexicano, en este momento, se reduce a unas cuantas fechas conmemorativas, eventos deportivos o sucesos mediáticos, como el fenómeno Donald Trump. Mucho de esto no es casual y se debe, en gran parte, a manipulaciones estratégicas y vitales en la vida nacional; por ejemplo, las ocasionadas en la historia: todos sabemos que la historia es escrita por los ganadores, aunque ellos no siempre son los buenos de la película, los que persiguen el bien colectivo y la justicia.

Ser mexicano, en este momento, se reduce a unas cuantas fechas conmemorativas, eventos deportivos o sucesos mediáticos, como el fenómeno Donald Trump.

Por eso, hoy, la historia oficial es cuestionada; ya no se tiene miedo o vergüenza a desacralizar a algunos funcionarios del pasado y del presente, quienes en su momento tomaron decisiones tremendamente cuestionables o traidoras a la patria. En ese estante tenemos al represor y genocida Plutarco Elías Calles, de los primeros priistas distinguidos, o a Juárez, a quien por mucho tiempo se consideró un avatar o un ser superior.

Asimismo, se ha abierto el debate sobre la real valía de determinados personajes históricos que eran vistos como villanos, tal es el caso de Porfirio Díaz o Agustín de Iturbide, y de algunos fenómenos sociales, como la Guerra Cristera, a la cual se le está haciendo justicia, después de haber sido borrada de la historia mexicana (los conservadores, a quienes tanto temieron los liberales y quisieron eliminar del país, ahora vuelven a escena debido a la imposición de una nueva ingeniería social extranjera llamada ideología de género, la cual tiene muy serios errores científicos en su planteamiento, en cuanto a la biología y la antropología).

Los movimientos de carácter identitario y nacionalista se han despertado en todo el territorio, trayéndonos una esperanza, luego de haber tenido que soportar por más de 80 años a una clase política ajena a los ciudadanos y dedicada a la corrupción.

En fin, estos movimientos de carácter identitario y nacionalista se han despertado en todo el territorio, trayéndonos una esperanza, luego de haber tenido que soportar por más de 80 años a una clase política ajena a los ciudadanos y dedicada a la corrupción. Pero aun en el renacimiento de una nueva sociedad mexicana, los esfuerzos por lograr tener una ciudadanía comprometida y militante con altos ideales patrióticos, son incipientes. Tal vez esto se deba, en parte, al desprestigio que sufrió el término nacionalista hace varios años, lo cual dio como resultado una sociedad sin identidad, con poco amor a sus símbolos patrios y a la historia real de la nación.

A pesar de ello, el fenómeno nacionalista está resurgiendo a nivel mundial y nacional –lamentablemente, algunos extremistas se han aprovechado de esta situación para impulsar el racismo, la xenofobia, el odio, la violencia, la discriminación, etcétera–; y tengo la esperanza de que trabajadores, campesinos, investigadores, profesionistas, estudiantes, amas de casa, políticos, empresarios y toda la población, estén comprometidos con lograr un cambio por el bien común. México tiene una misión: convertirse en un país glorioso, fuerte, poderoso, justo para todos. Si lo logramos, tal vez pueda nacer de la república mexicana una nueva esperanza para este mundo convulsionado, pero sediento de certezas e ideales.

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