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Medios, empresas y transparencia

Decir que vivimos en una sociedad mediática es caer en un lugar común. Que esos medios y redes han ayudado a construir una sociedad mejor, es algo bastante más discutible. De hecho, una buena parte de la actual psicosis colectiva se origina justamente en las profundas imperfecciones de ese sistema de mediación, el cual no necesariamente ha ayudado a la consolidación de una democracia de calidad y de una sociedad civil fuerte, autónoma, participativa y políticamente madura. 

Partamos de tres interrogantes: ¿hoy los medios mexicanos están contribuyendo de manera importante a la creación de una ciudadanía más activa, más involucrada en los asuntos públicos, y, de esa forma, con actitudes colectivas que apuntalen la democracia? ¿Nuestros medios se conducen hoy con tales niveles de profesionalismo, rigor, veracidad y exactitud que están desempeñando eficazmente su papel de vigilancia, límite y contrapeso del poder y sus abusos, y por ende, están aumentando las prácticas de transparencia consustanciales a una democracia normalizada? ¿Los referentes legales, institucionales y éticos en que se desarrolla la actividad periodística son los apropiados para un régimen democrático o aún subsisten algunas prácticas del pasado?

La discusión, desde luego, es relevante. Nos lleva de un nivel en el que una vez bien ganados sus espacios de libertad e independencia, en tanto que el país ha ido avanzando en su régimen político, ahora son los medios mismos objeto de análisis y escrutinio.

La primera de esas responsabilidades es la credibilidad y en ese sentido, la transparencia en los medios es, o debiera ser, un fertilizante crucial para su fortalecimiento. Transparencia respecto a la forma en que operan y las modalidades con las cuales garantizan los derechos de los ciudadanos que consumen la producción mediática, los derechos laborales y profesionales de los periodistas para preservar su independencia, y los derechos del público.

Los medios son, en cuanto empresas, entidades privadas, pero su rasgo distintivo –de forma análoga a otros ámbitos, como la salud o la educación es que el servicio que prestan es un bien público y su influencia en la sociedad los convierte en entidades de interés público, en las cuales es saludable la transparencia con la finalidad no solo de aumentar su respetabilidad e integridad, sino, sobre todo, para que las personas tengan más elementos para fundamentar su confianza hacia los medios. Como ha escrito Warren L. Batts, un profesor de la universidad de Chicago, “cualquier compañía tiene que vender la credibilidad de su producto, pero una empresa de medios no tiene ninguna otra cosa que vender”.

El segundo aspecto medular es cómo elevar los niveles de profesionalismo, compatibles con la importancia y la delicadeza de la función informativa. En este sentido, es indispensable conocer la naturaleza de la relación entre los propietarios de los medios y sus periodistas. Como en muchas ocasiones, es posible que los primeros orienten la política editorial de los segundos y se produzca una tensión entre la libertad del periodista, la calidad editorial y la información que el público recibe. En sus memorias, Katharine Graham, la antigua presidenta de The Washington Post, recuerda cómo evitó siempre que su amistad con alguien interfiriera en la calidad o el rigor de lo que publicaban: En cualquier conflicto entre los periodistas y funcionarios que eran amigos míos, siempre defendí a los primeros. En ocasiones, si pensaba que habíamos sido injustos, planteaba mis dudas, pero solo para intentar garantizar un tratamiento imparcial”.

¿Cómo hacer frente a esta relación tan singular? A través de estatutos o códigos profesionales o de la redacción, por ejemplo, que concilien de manera saludable la convivencia entre los distintos intereses y el servicio al público, la independencia, la libertad y los derechos laborales de los periodistas.

Y finalmente hay un reto que introduce presiones adicionales al trabajo de los periodistas y es que la abundancia, la dispersión y la velocidad con las cuales suceden las cosas afectan el contenido, la precisión y la calidad de lo publicado. Es cierto que “el periodismo no es ciencia exacta”, pero es posible que ayuden otras experiencias. Muy cerca de cumplir su bicentenario, por ejemplo, The Times, el legendario rotativo inglés, publicó un sorprendente anuncio en el cual aseguraba que »hacer un buen periódico es fácil». La receta para ello, según The Times, era muy simple: »Sólo hay que informar, percibir, planear, explorar, descubrir, investigar, buscar, calcular, desenredar, probar, analizar, edificar, comprobar antecedentes, buscar en las fuentes, evaluar, volver a verificar, sopesar, autentificar, sintetizar, perfilar, ponderar, apreciar, juzgar, reflexionar, predecir, elogiar, aplaudir, deplorar, testificar, avisar, explicar, desmitificar, clarificar, examinar, ilustrar, advertir, aseverar, asombrar, entrevistar, confirmar, corregir y, después de todo ello, publicar».

Si bien es cierto que la alternancia mexicana fue la consecuencia de un proceso gradual, complejo y variado de dos décadas, también lo es que la edificación de una democracia consolidada y una ciudadanía de alta intensidad apenas han empezado. Se trata de una evolución en la que cuentan numerosos factores. Los medios son uno de ellos y de la mayor importancia. Por tanto, tener un sistema de medios que reúna mejores condiciones de transparencia y profesionalismo es urgente para el desarrollo de la vida pública mexicana.

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