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Medido el daño, establecer las prioridades

Con el problema del COVID-19 ha pasado un fenómeno poco irracional, que es la inédita generación de estimaciones, cálculos, pronósticos y vaticinios de todo tipo y naturaleza que oscilan entre el escenario más catastrófico que prevé el fin de todo (el capitalismo, la civilización, el mundo mismo) y el negacionismo más irresponsable (que no pasará nada).

Pero más allá del aspecto estrictamente sanitario, donde la capacidad de predicción de los modelos matemáticos más rigurosos dista de ser exacta –y peor en casos como México donde claramente hay un desastre informativo–, parece más evidente que hay un problema para calibrar el impacto económico real de la crisis. Nada más el buscador de Google arroja 150 millones de entradas a las palabras “Covid-19” y “crisis económica” y las estimaciones de los economistas van de señalar que será la peor crisis desde 2008 hasta la más grave en 150 años.

De todas formas, como los únicos datos duros que tenemos hasta ahora son indicadores sobre desempleo, altibajos bursátiles y cambiarios, variaciones en tasas de interés, caída de petroprecios, entre otros, es válido anticipar un panorama pesimista aunque no sepamos de qué tamaño será el agujero. Y esto le plantea a un estado como Aguascalientes varios dilemas de política pública que obligan a seguir una regla básica: en momentos de crisis, lo más efectivo es definir las prioridades.

El primero de ellos es de finanzas públicas. Es obvio que, tanto por el lado de los ingresos fiscales como de las participaciones federales, habrá una caída inesperada durante el resto de 2020 y previsiblemente en 2021, de tal manera que el gobierno estatal y los municipales deberán hacer una revisión de los renglones de gasto tanto corriente como de inversión para identificar el espacio presupuestal para las prioridades estratégicas.

¿Cuáles son? Por un lado, todas aquellas que tengan un efecto positivo directo sobre la actividad de las empresas, la generación de empleos y el estímulo a la demanda, y por otro, las de carácter social básico (educación, salud, seguridad y servicios públicos) y poco más. El objetivo es mantener a toda costa el mejor ritmo posible de la planta productiva. Dependiendo de lo anterior, es probable que el gobierno estatal deba revalorar su plan de infraestructura, al menos hasta 2021, y en todo caso orientarlo justo hacia aquellos proyectos que tengan relación directa con la economía y la inversión.

En segundo lugar, Aguascalientes saldrá mejor librado de la crisis. Según un informe muy reciente de México Evalúa, Aguascalientes es una de las tres entidades menos vulnerables gracias, entre otros factores, a la composición de su economía, la menor proporción de informalidad laboral, sus buenos promedios de crecimiento anual y un buen nivel de desarrollo social y de servicios de salud.

Si las dos condiciones previas se combinan de manera virtuosa, el estado podrá entonces concentrar sus esfuerzos y recursos de mediano y largo plazo en el desarrollo y la reorientación de los sectores económicos de futuro. A mi juicio, son seis: tres muy específicos -industria automotriz y de autopartes, agroindustria altamente tecnificada, y eléctrica y electrónica- y tres transversales: servicios, innovación, y ciencia y tecnología.

Pensemos en el caso del clúster automotriz. En los últimos 30 años ese sector ha venido creciendo sistemáticamente, supone cerca del 20% del PIB estatal y quizá 30% del PIB manufacturero, genera unos 50 mil empleos directos formales, más un número indeterminado de indirectos, y lo forman alrededor de unas 200 empresas vinculadas al sector.

Sin embargo, la industria automotriz nacional ha venido mostrando caídas desde hace unos años, entre otras razones porque los patrones de uso del automóvil están cambiando radicalmente, por razones energéticas y ambientales, por la irrupción de los coches compartidos y por regulaciones más estrictas para desincentivar el uso particular en todo el mundo. De continuar estas tendencias, seguramente veremos un cambio considerable en esta industria y, por ende, en su peso relativo en el estado.

Pasada la emergencia, Aguascalientes tendrá que hacer una reflexión muy seria, informada y documentada que aproveche sus fortalezas y defina un plan de mediano y largo plazo que establezca prioridades, integral y blindado ante contingencias de todo tipo.

Entre otras cosas, debe incluir acciones muy específicas para impulsar una transición hacia la economía del conocimiento, identificando nuevos sectores potencialmente estratégicos como software, biotecnología, equipo médico, economía digital, industrias creativas y de entretenimiento, telecomunicaciones, servicios financieros y de salud. Segundo, haciendo una política distinta de promoción y atracción no sólo de inversión, sino de talento y de centros de investigación, y tercero orientando todo el sistema económico y educativo hacia un modelo más parecido a las ciudades del conocimiento del siglo XXI que a los grandes emporios industriales tradicionales del siglo pasado.

Para ello, el liderazgo político será crucial para conducir la estrategia, así como un papel más innovador y creativo de las instituciones de educación superior, y sobre todo una clase empresarial moderna y audaz, es decir, empresarios que dejen atrás la costumbre de hacer negocios al amparo de los gobiernos y muden hacia una generación mucho más preparada, con visión global, bien informada y que agregue valor a la economía en industrias y negocios que realmente hagan la diferencia en el entorno postpandemia.

Finalmente, cabe la posibilidad de que las cosas no salgan tan mal. Como dijo recientemente el premio Nobel de Economía (2002) y padre de la economía experimental, Vernon L. Smith: “La economía está en suspenso, no en caída libre. La pandemia pasará. Las instituciones de salud han sido un modelo para la difusión de información sobre la propagación de esta enfermedad y la forma para minimizar su impacto. Es la ciudadanía la que ha sido ingobernable cuando la invaden sus expectativas irracionales. Las cadenas de suministro se abastecerán, se estabilizarán y, a medida que pase la pandemia, los mercados de valores se recuperarán y el crecimiento continuará, inclusive de forma más agresiva de lo que hemos experimentado los últimos tres años”.

Deseamos que tenga razón.

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