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Más allá de las habilidades gerenciales: el Liderazgo Resonante mueve montañas

Los investigadores han coincidido una y otra vez en la forma en la que las emociones se esparcen irresistiblemente en el ambiente, atrayendo y repeliendo a muchos.

Howard Friedman y Ronald Riggio (1981) encontraron en un estudio que, aún sin ningún tipo de expresividad no verbal, se puede afectar a las personas.

Por ejemplo, cuando tres extraños se sientan frente a frente, en silencio, durante uno o dos minutos, la persona más expresiva emocionalmente transmite su estado anímico a las otras dos personas, sin hablar ni una palabra. Lo mismo sucede en una oficina, en una sala de juntas o en el piso de trabajo: los miembros del grupo atrapan los sentimientos de los demás.

En el 2000, Caroline Bartel de la Universidad de New York, encontró que en 70 equipos de trabajo de diferentes tipos de industria, las personas que pasaban tiempo en reuniones por más de dos horas terminaban compartiendo estados de ánimo, tanto positivos como negativos (un estado anímico positivo se propaga más rápidamente por el uso del sentido del humor).

El buen humor provoca un mejor desempeño, aunque hay que tomar en cuenta que no tiene sentido para un líder estar sonriendo todo el tiempo mientras las ventas van mal.

Los ejecutivos más efectivos muestran estados anímicos y comportamientos de acuerdo a la situación que se vive en la organización, con una dosis saludable de optimismo. Respetan cómo se sienten los demás, incluso si se sienten tristes o derrotados, pero también modelan un estado de continuar delante con esperanza y humor.

Este tipo de desempeño es lo que se conoce como “resonancia” y va de acuerdo con los cuatro componentes de la Inteligencia Emocional:

Una sonrisa es contagiosa y es un fenómeno neurológico; la alegría y la calidez se esparcen fácilmente, mientras que la irritabilidad o el enojo disminuyen considerablemente el efecto positivo.

No es una novedad que la risa es la más contagiosa de todas las emociones. Cuando se escucha una risa, es inevitable no reír también o al menos esbozar una sonrisa. Esto es debido a que nuestro cerebro tiene unos circuitos diseñados para detectar sonrisas y risas, haciendo que respondamos de la misma forma. Los científicos sostienen que está dinámica fue almacenada en nuestros cerebros años atrás, debido a que las sonrisas y las risas ayudaron a concretar alianzas y lograr la supervivencia de la especie.

La implicación principal para los líderes que llevan a cabo la tarea primordial de la gestión de sus estados de ánimo y los estados de ánimo de los demás es la siguiente:  el buen humor acelera la propagación de un clima optimista. Pero al igual que el estado de ánimo del líder, en general, el humor debe resonar con la cultura de la organización y su realidad. Aunque hay que tomar en cuenta que las sonrisas y la risa, sólo son contagiosas cuando son genuinas.

Fuente: Primal Leadership: The Hidden Driver of Great Performance por Daniel Goleman, Richard E. Boyatzis, y Annie McKee. Harvard Business Review

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