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Mariana Aymerich, emisaria de la cultura desde el Cervantino

Mariana Aymerich

Fotografía: Carlos Alvar

Cuando se encontraba indecisa si estudiar Relaciones Internacionales o Derecho, Mariana Aymerich entró a trabajar a la tienda de colección del Palacio de Bellas Artes. A los 18 años comenzó un camino que nunca se desligó de las artes y la cultura, que en la actualidad la sitúa como la directora del Festival Internacional Cervantino (FIC) y Circuitos Culturales.

Por invitación de Jaime Suárez, entonces director de Programación del recinto, tuvo su primer contacto con la logística. La Filarmónica de Nueva York, dirigida por Kurt Masur venía a México, por lo que se requería apoyo extra. Coordinar que todos llegaran a los traslados o a los ensayos, la recepción de los instrumentos en el aeropuerto, asistir en el montaje, eran algunas actividades del mundo “tras bambalinas”.

“Tienes que estar pendiente de que estén a tiempo para salir y tomar la conferencia de prensa, los ensayos, ver cómo armaban la concha acústica de Bellas Artes, las luces. Toda esa parte de atrás me parecía fascinante; como público nunca te lo imaginas y menos en un lugar tan majestuoso como Bellas Artes”, comparte.

Las experiencias se sucedieron y a la par mostraban sus diferencias a nivel operativo. Vino la Orquesta Filarmónica de Israel, dirigida por Zubin Mehta y que tenía entre sus miembros a varios sobrevivientes del Holocausto. Luego vendría el Ballet de Montecarlo. Mariana Aymerich se decidió. Si bien comenzó la carrera en Relaciones Internacionales (porque quería ser embajadora de México), también se unió al área de coordinación del Palacio.

Su primer contacto con el Festival Cervantino provino de una actividad de la misma dirección (que siempre ha estado vinculada al FIC), pues Jaime Suárez le propuso asistir como anfitriona:

“Me fui de gira con un grupo que venía al festival. Ahí empecé; seguía estudiando, por supuesto. Siempre que estaba en la escuela me urgía que terminaran las clases para irme a trabajar. Tuve la fortuna de conocer artistas fantásticos y de relacionarme con gente muy importante en el sector”.

Los diferentes pasos del circuito

En su equipaje, nunca olvida una larga caminata con Jiří Kylián, miembro del Nederlands Dans Theater. Como el grupo estaba en una actividad, Mariana fue la acompañante del coreógrafo checoslovaco hacia el Museo de Antropología y el Museo de Arte Moderno.

“Caminamos todo Reforma, en medio él y yo, fue súper enriquecedor. Era un día nubladísimo, medio llovía, me contaba de su paso por los kibutz, cómo llegó al Nederlands, cómo van eligiendo a los que están en la uno, dos o tres [las tres compañías que conforman el NDT]; de verdad, fue una experiencia entrañable”.

El circuito cultural implica la participación de diversas áreas: gestión, promoción, difusión, coordinación, producción o programación son algunas piezas clave de un proceso que implica siempre a los públicos. Mariana Aymerich ha transitado por muchos años estas labores.

“Mi enfoque ha sido muy formativo, de la mano de mucha gente que ha estado alrededor he aprendido algo de iluminación, algo de audio, algo de generadores, en fin, de cómo producir un espectáculo o un festival. La vida es la que me ha formado en este camino”.

Fotografía: Carlos Alvar

En su labor como gestora tanto a nivel nacional como internacional, ha programado festivales, producido proyectos, así como participado de programas institucionales que plantean a la cultura como eje fundante de la restitución del tejido social.

Tras haber conocido un enfoque que priorizaba la llamada “alta cultura”, participó en diversas iniciativas que le abrieron el panorama hacia una perspectiva más amplia, como fue Cultura para la armonía.

“Había un programa especial para Michoacán cuando la entidad tenía un problema muy serio de seguridad. Mi jefa era Mini Caire. Alejandra Frausto encabezaba el proyecto con todas las áreas de la secretaría y nosotras estábamos en Proyectos Especiales y Animación Cultural. Nos tocó hacer las Caravanas Culturales.

Ahí fue cuando me di cuenta de verdad y valoré tantísimo lo que se hace desde la institución para demostrar, comprender y ser testigos de que la cultura es un instrumento de cambio, de transformación absoluta en áreas muy difíciles, áreas muy lastimadas o en comunidades que pocas veces tienen acceso a esto que, además, es un derecho humano”, recuerda.

Además, ya siendo madre en 2014, su postura se acercó a la intención de democratizar el término cultural y la cultura en sí.

“Creo que es muy enriquecedor cuando nos damos cuenta de la riqueza de nuestro país, cuando nos damos cuenta de que las comunidades tienen tanto que ofrecer y que hay comunidad artística con mucho talento por todo el territorio nacional. Ahora que estoy desde esta trinchera, una plataforma de difusión y promoción cultural tan importante, buscamos ser el mecanismo para impulsar esto y enriquecerlo”, menciona.

El FIC, un hogar de puertas abiertas

Su trayectoria ha estado siempre unida a dos espacios: el Palacio de Bellas Artes (que considera como una casa) y el Festival Internacional Cervantino. Además de conocer a detalle las diversas áreas que lo conforman, fue directora de Relaciones Públicas.

En su labor como directora, desde 2019, se ha planteado diversos objetivos: la apertura hacia nuevos públicos, una apuesta hacia la consolidación de hábitos culturales de los próximos consumidores (niños, niñas, jóvenes), el fortalecimiento de las relaciones con el ecosistema cultural de la región (presente en los Circuitos Culturales), el mayor énfasis en el FIC como una plataforma de promoción de artistas nacionales y de vinculación con otros países, etc.

“De alguna manera, mi carrera se refleja en ello. Yo quería en ese entonces ser embajadora de México en otros países y ahora soy embajadora de la cultura”, comparte.

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