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Manual para extasiarse en el arte

Escrito por Karina Rodríguez, directora de FluxMedia

Un turista de 70 años sufre un paro cardiaco mientras observa “El nacimiento de Venus” de Boticcelli en la Galería de los Uffizi en Florencia; al parecer, el hombre fue víctima del síndrome de Stendhal. Parece una escena de intriga de un libro de Dan Brown pero no, el periódico El País recoge la nota el 26 de diciembre del año pasado. Pero, ¿qué es eso del Síndrome de Stendhal?Si lo googlean encontrarán numerosas entradas que explican que se trata de una enfermedad psicosomática que se puede desencadenar al estar ante obras de arte de gran trascendencia o monumentos históricos.

Supuestamente las emociones y el éxtasis que genera tanta belleza producen síntomas como elevación del ritmo cardíaco, vértigo, temblores y alucinaciones. Se llama así porque Stendhal –escritor francés del siglo XIX, autor de Rojo y Negro y La Cartuja de Parma– fue el primero en documentar estos síntomas cuando en 1817 visitó la Basílica de Santa Cruz, en Florencia: “Al contemplar las bóvedas de la iglesia alcancé el mayor placer estético que haya experimentado en mi vida […] Se produjo como una especie de éxtasis llegando a alcanzar un estado emocional que nunca había sentido […] Noté que mi corazón latía apresuradamente como si la vida se alejara de mí”, escribió.

Quién lo describió oficialmente como un síndrome fue la doctora Graziella Maguerini en 1979. La psiquiatra estudió, a lo largo de 20 años, más de cien casos de personas que sufrieron trastornos parecidos. Sin embargo, hay quien no lo considera un síndrome sino más bien un conjunto de reacciones leves. En la Galería de los Uffizi –que tiene una de las colecciones más importantes del mundo– se han reportado numerosos casos de desmayos, pero, el más grave ha sido el infarto del turista de 70 años. Sin embargo, la médico que lo atendió en la sala, y que consiguió reanimarlo, dijo que el señor tenía problemas del corazón previos así que no podría diagnosticarlo como síndrome de Stendhal.  

Más allá de la discusión de si es un síndrome o no, a mí me parece maravilloso que haya personas que tengan la capacidad de emocionarse tan profundamente con el arte. Aunque no pude encontrar información en la que se refiera si estos sucesos han ido disminuyendo con el pasar de los años; casi podría asegurarles que sí, que este fenómeno se da menos porque la gente ha ido perdiendo la capacidad de estar presente, la disposición para admirar y la sensibilidad para emocionarse. Aunque el arte puede emocionar por sí mismo, es un hecho que hay un mayor disfrute cuando se cuenta con cierta información y se entiende el contexto y, más importante que todo, cuando el espectador realmente se enfoca en observar, imaginar, sentir e interpretar.

En esta época de turismo masivo en donde el objetivo último es hacerse una selfie frente a monumentos, plazas y obras importantes, en donde lo que importa es documentar en Facebook o Instagram en dónde estamos más allá de disfrutar la situación, el lugar y las personas con las que estamos, dudo mucho que se pueda experimentar este éxtasis del que hablaba Stendhal.

La verdad es que a mí me hizo cuestionarme mis últimas visitas al museo. ¿Tengo la disposición de mirar con el corazón o simplemente me doy una vuelta por las salas y les doy una ojeada superficial? ¿Me documento un poco antes de ir? ¿Trato de imaginar qué quiso expresar el artista? ¿Busco una interpretación o me da flojera y simplemente leo los títulos y los textos que hay en cada sala? El arte implica una actitud activa del espectador. La gran diferencia de exponerse frente a una pantalla y una obra de arte es que ésta última necesita una interpretación para ser.

Sin duda, un primer paso para tratar de disfrutar el arte sería dejar el celular en el guardarropa.

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