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Los viajes de Gulliver: Lecciones de innovación desde los 70 y el ataque de los nuevos enanos pseudodisruptivos

Por Antonio Martín del Campo 

Chairman 02X y Venture Studio

La experiencia nunca se hace vieja.”

The intern (2015)

Volvamos a los 70, la década que empezó en medio de las convulsiones provocadas por la Guerra de Vietnam y terminó con los excesos de la cultura de Studio 54; una época en la cual se mezclaban los ideales entre las letras de David Bowie, el punk salvaje de los Sex Pistols y las manifestaciones pacifistas de John Lennon.

En medio de este ambiente, en un lugar de Palo Alto, California, fue fundado (inicialmente como una división de investigación y, posteriormente, como un centro de investigación) el famosísimo XEROX PARC, de donde salieron varias innovaciones disruptivas: la impresión láser, el estándar Ethernet, el moderno computador personal, la interfaz gráfica de usuario, la metáfora de escritorio que hoy tenemos en todos los sistemas operativos comerciales, la programación orientada a objetos, la computación ubicua, aplicaciones de silicio amorfo, avances en el desarrollo del dispositivo apuntador ratón o mouse, entre muchas otras cosas.

Se han escrito miles de libros sobre Steve Jobs y Bill Gates; pero ninguno de ellos hubiera existido, si el XEROX PARC no hubiese sido creado. A finales de los 70, Steve Jobs visitó este parque: fue allí donde se le encendió la bombilla y copió la interfaz de lo que conocemos como MacOS.

¿Cómo es posible que en un transcurso de 20 años surgiera tanta innovación de un solo laboratorio?

El causante de todo esto fue un grupo de visionarios y soñadores encabezados por Alan Kay, el verdadero inventor del concepto detrás del sistema operativo Windows de Microsoft y el primero al que se le ocurrió hacer un prototipo de lo que después conoceríamos como tablet o relojes inteligentes. A lo largo de estos años, Kay ha dado un sinnúmero de entrevistas para compartir lo que ahí sucedió. Ahora, retomamos sus más importantes consejos en cuatro puntos para la innovación:

1.- El poder de las ideas. Una idea poderosa es aquella que expande nuestra perspectiva de cómo vemos las cosas actualmente y crea todo un contexto a partir del cual se pueden detonar nuevas líneas de pensamiento. Estos marcos deben redefinir lo que hoy entendemos como cierto, ser lo suficientemente poderosos para replantear todo el problema sin la trampa del presente y comenzar a construir desde ese punto.

2.- Un mundo abierto. La mentalidad para desarrollar la innovación toma como base de partida que todas las ideas son igual de valiosas. Por eso, se debe estimular el que todas las personas participen lo más abiertamente posible y sin límites. «Lo que muchos de nosotros no comprendemos es que para que las ideas fluyan, es necesario permitir que muchas malas ideas se expongan; para ello, hay que generar un espíritu de confianza y apertura», señalaba Kay en una de sus entrevistas.

3.- El poder del contexto: En un artículo que escribió para la prestigiosa revista Research Technology Management, Kay comentaba lo siguiente: No es una exageración pensar que en el ARPA/PARC nos enfocábamos en la visión, en lugar de en los objetivos; e invertíamos en las personas, no en los proyectos”. En una entrevista, el experto declaró que: Básicamente, la mayoría de los problemas a los que se ha enfrentado el mundo de la computación viene de sistemas que han sido diseñados por ingenieros que tratan de resolver problemas a corto plazo y nunca piensan a dónde irán esos sistemas o qué pasará si estos se escalan”.

4.- Desarrolla tus propias capacidades. Una máxima para tener ventajas competitivas fuertes a lo largo del tiempo es la generación de valor con base a capacidades que la propia empresa desarrolla, lo cual la lleva a ser única y a entregar un valor sobresaliente. En este sentido, Kay escribía: En programación, hay una teoría extendida que dice que no es necesario construir tus propias herramientas, lenguajes y sistemas operativos, si ya existen. Sin embargo, si puedes crearlos, en definitiva tienes que hacerlo, porque el apalancamiento y la fuerza que esto te puede dar van a ser increíbles.

Ahora, regresemos al presente, tiempo en el cual se ha hecho evidente el ataque de los enanos pseudodisruptivos, quienes con enfoques cortoplacistas buscan llamar innovación a lo que deberían nombrar transformación. Todos nos convertimos en enanos y llevamos la innovación a un movimiento de cultura popular (como pasa hoy con el emprendimiento en México). Cuando no pensamos a largo plazo y no tenemos en cuenta los problemas del futuro, utilizamos herramientas ajenas y, generalmente, desarrolladas para otros fines, por lo cual no creamos una realidad alterna. La realidad que queremos ver en el futuro no debe estar contaminada con la moda del presente.

La innovación es un proceso infinito en el cual la entropía y la teoría del caos permiten llegar a resultados intermedios, muchas veces impredecibles, dado el sistema dinámico que permite una evolución constante en la investigación o desarrollo. Se trata de una filosofía de trabajo diferente que, en la mayoría de los casos, lleva al investigador a ir contra corriente y escapar del presente, es decir, escapar de las herramientas y pensamientos actuales que son justamente los limitantes para que la innovación florezca.

Parece que los Gullivers de los setenta se han perdido en el tiempo. Aquellos gigantes responsables de una época prodigiosa encabezados por Alan Kay y otros (Charles P. Traket y Butler W. Lampson, ganadores del premio Turing) han quedado relegados en un glorioso pasado que sentó las bases para todos los que vinieron después.

Esos 70 enmarcados en el idealismo dieron paso a los 80 y a los hombres que aprovecharon todo lo que Xerox desarrolló para generar nuevas industrias, las cuales están a la cabeza de la lista de Forbes en la actualidad. De los innovadores de aquel periodo, nos queda su gran legado y lo mejor de sus marcos de pensamiento para generar innovación, ya lo decía Alan: “La mejor forma de predecir el futuro es inventándolo”.

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