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Cuando se enfrentaron los dos Chávez de Aguascalientes (Juan Chávez y José María Chávez)

Alejandro Basáñez Loyola

Autor de las novelas históricas México en Llamas, Tiaztlán y México Desgarrado de Ediciones B.

a.basanez@hotmail.com

Twitter @abasanezloyola

La Guerra de Reforma, o de Tres Años (1857-1861), como también se le conoce, culminó con el triunfo de los liberales sobre los conservadores. Jesús González Ortega acabó con el ejército de Miguel Miramón en Calpulalpan y de ahí todo fue avanzar hasta la capital del país para, posteriormente, entregársela al victorioso presidente Benito Juárez el 1 de enero de 1861.

Los conservadores, apoyados por la Iglesia Católica, no aceptarían tan fácilmente su derrota y buscaron el apoyo del papa y de Francia para imponer al archiduque Fernando Maximiliano como emperador de México en 1864.

En esos turbulentos años, dos célebres Chávez, ambos gobernadores consecutivos de Aguascalientes y sin parentesco alguno, peleaban por México en bandos antagonistas. Uno era Juan Chávez (1831-1869), bandido conservador, ferviente católico que asoló Aguascalientes con sus robos y abusos. Era hijo bastardo de Juan Dávalos, dueño de la Hacienda de Peñuelas, quien lo reconoció y apoyó, pero no le dio el prestigioso apellido. El Chávez lo adoptaría de doña Ignacia Chávez, su madre.

Juan Chávez iniciaría su vida de malhechor desde la Guerra de Reforma, haciéndose de un gran capital que invertiría con su medio hermano, Romualdo Dávalos, con quien abriría el palenque “La Primavera” en el viejo Barrio de San Marcos. En sus años como conservador, apodado El Rojas de los Mochos, asoló pueblos enteros de Zacatecas, San Luis Potosí y Aguascalientes. Era capaz de entrar a los poblados a la luz del día y cometer toda clase de atrocidades como irrumpir en casas de ricos hacendados, tomar mujeres y robar lo que quisiera, sin que nadie se interpusiera. Se le recuerda por haber quemado el archivo municipal en 1862 y el antiguo Parián de Aguascalientes en 1863. Al triunfo de Francia en el sitio de Puebla, en 1863, Juan Chávez se pasaría a las filas imperiales en la región de Aguascalientes. Fue gobernador imperial de diciembre de 1863 a enero del 64, sustituyendo a su acérrimo enemigo José María Chávez. Maximiliano lo reconoció por sus éxitos, otorgándole una espada en reconocimiento a su valor.

El otro Chávez, José María Chávez Alonso (1812-64), oriundo de Encarnación de Díaz, Jalisco, gobernó Aguascalientes de octubre de 1862 a diciembre de 1863. Fue sustituido por el popular bandido de Peñuelas, al triunfo temporal de Francia en la Guerra de Intervención. José María lucharía férreamente contra la intervención, formando una milicia de voluntarios que combatía en Zacatecas. Fue perseguido y aprehendido por el mismo Juan Chávez en Jerez, Zacatecas, siendo enjuiciado y fusilado por las fuerzas imperiales el 5 abril de 1864 en la Hacienda de Mal Paso.

El azote de Aguascalientes, Juan Chávez seguiría delinquiendo por unos años más. Se dice que su tesoro era tan grande que tuvo que ocultarlo en varias cuevas secretas en el cerro de los Gallos y del Muerto. Hay quienes aseguran que conocía los túneles que atraviesan el centro de Aguascalientes, mejor que una rata de alcantarilla. Ni su misma esposa, Petra Ávila, pudo arrancarle el secreto del escondite del oro. Perseguido como fiera acorralada por el gobierno juarista, hizo un alto en el camino de San Sebastián a la Chona, rumbo a San Juan de los Lagos. En una fría madrugada de febrero de 1869, mientras dormía plácidamente, cavilando sobre sus siguientes golpes, fue atravesado como mariposa por sendas lanzas cargadas por sus traicioneros compañeros, quienes se hartaron de su despotismo y traiciones.

Así murieron los dos célebres Chávez, quienes, a su modo y capacidad, gobernaron e hicieron historia en Aguascalientes. Los restos de José María descansan en la exedra de Plaza de la Patria de Aguascalientes y es considerado como una figura histórica notable. Los restos del bandido, por el contrario, se perdieron y terminaron como la leyenda urbana de su escondite: un enigma que nadie hasta la fecha ha descifrado. Juan Chávez es recordado como una figura legendaria de corridos y cuentos de los abuelos, contados en alegres fogatas o bajo la sombra de los mezquites. Hoy en día su leyenda continúa, y hay busca tesoros que recorren los alrededores de Aguascalientes esperando volverse ricos con el hallazgo.

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