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Los baños de Ojocaliente

Foto: Rafael Esparza

Por Alejandro Basáñez Loyola, autor de las novelas históricas: México en llamasMéxico desgarradoMéxico cristeroTiaztlán, el fin del Imperio AztecaSanta Anna y el México perdidoAyatli, la rebelión chichimecaJuárez ante la Iglesia y el Imperio 

Facebook: @alejandrobasanezloyola 

A inicios del siglo XIX, Aguascalientes se posicionaba como una población importante en el México posindependiente; prueba de ello fue el título de ciudad que le otorgaron en 1824, debido a que era “la puerta de entrada” a las minas de Zacatecas y su número de habitantes crecía a la par de su industria. Se consagró con tres eventos llevados a cabo por José María Guzmán, jefe político del momento: la edificación del Parián, la celebración a partir de 1828 de una feria anual de comercio y la construcción del jardín de San Marcos en 1831. Este desarrollo económico y social no se vería consolidado hasta 1835, año en que el presidente Antonio López de Santa Anna, gracias al polémico beso con doña Luisa Fernández, separó a Aguascalientes de Zacatecas y lo nombró un estado independiente. 

En este periodo se ubica el origen de los baños de Ojocaliente, pues fue en 1831 cuando José María Rincón Gallardo tomó la decisión de edificar dicho negocio en una peña al oriente de la ciudad. Su rancho no era lo suficientemente grande para la ganadería extensiva, pero el afluente que emergía del risco era muy vasto, perfecto para ofrecer un novedoso servicio urbano a los visitantes de la naciente feria, cuya sede era el Parián. Por ser su primera edición, no asistieron comerciantes de alto nivel de Zacatecas, Guadalajara o San Luis Potosí; sin embargo, la feria tuvo un sorprendente éxito, al grado de que dos años después se afianzó como una de las más importantes de la región, debido a la derrama comercial que había generado. 

En un México azotado por la viruela, la higiene personal era una de las recomendaciones de sanidad más relevantes que daba el gobierno con el fin de evitar epidemias. Se aconsejaba darse por lo menos un baño a la semana, algo novedoso si se toma en cuenta que lo más común era, entre los limpios de la época, bañarse una vez por mes. El coronel Rincón Gallardo, atento a lo que ocurría, vio un beneficio mayor en abrir los baños que en vender un poco de maíz en su pequeña hacienda. Así, el manantial del Ojocaliente fue la causa principal de la fundación y permanencia de Aguascalientes hasta finales del siglo XIX. 

A pesar de haber sido demandado por el gobierno debido a la posesión del agua del manantial, que se consideraba como un bien del pueblo desde tiempos de la Colonia, el coronel, en vez de amedrentarse, construyó más baños en su propiedad y puso otros de menor precio para el alcance del pueblo: los de los Arquitos. 

Así, don Chema Rincón Gallardo construyó catorce cuartos de baño y Josefa Rincón Gallardo, la nueva propietaria desde 1836, abrió dos más. Con el paso del tiempo, llegaron a edificarse dieciocho baños en total durante el siglo XIX, cada uno con su respectivo nombre: Jesús Nazareno, La Purísima, Piscina San Antonio, San Francisco, San José, San Juan Bautista, San Juan de Dios, San Lázaro, San Luis Gonzaga, San Miguel, San Rafael, San Ramón, Santa Catarina, Santa Cristina, Santa Lucía, Santa Rosa, Santos Cosme y Damián… todos con agua de diferente temperatura, debido a que cada uno se alimentaba de un venero propio. 

Un dato interesante sobre el curso que tomaba el agua del manantial de Ojocaliente: a un costado de los baños se formaba un charco por el desagüe de estos, así el agua era conducida por una acequia hasta Los Arquitos, de donde salía por la acequia de Tejas, con rumbo al estanque de La Cruz; esta laguna servía para regar las huertas del norte y poniente de la ciudad. Por el otro costado, en el mismo cerro del coronel, había un manantial con muros de adobe y cimientos de cantos porfídicos, llamado Caja de Agua, que trasladaba el líquido a la población por lo que ahora es la avenida López Mateos, para surtir las principales fuentes de la ciudad. 

La arquitectura de la finca, con dos siglos de historia, es de estilo francés y es considerada Patrimonio de Aguascalientes. Recientemente, fue restaurada y modernizada con nuevos servicios para el público, tales como temazcal, masajes e hidromasajes. La inversión fue de 12 millones de pesos, según comentó uno de los inversionistas e históricos dueños del lugar, Miguel Escobedo, cuya familia compró el Ojocaliente en 1897. 

Foto: Rafael Esparza

En la entrada principal se encuentra una leyenda pintada en la pared que dice: “Muchas personas que han padecido reumatismo han logrado completo restablecimiento con los muy acreditados baños, San Ramón números 00, 9, 17, 21, 22 y 24”. 

El agua cuenta con propiedades curativas y milagrosas. Empleados del sitio comparten que les ha tocado ver personas que llegan con bastón o prácticamente a rastras, sobre todo de edad avanzada, o deportistas lesionados, y luego de meses de rehabilitación ininterrumpida, quedan como nuevos. Para conseguir este efecto curativo, es recomendable someterse a varias sesiones de hora y media, como máximo, en las aguas termales, ya sea en la alberca privada “La Estrella” o en la pública. 

En los famosos baños se han grabado películas como Abel, con Diego Luna, y El angel caído, con José Alonso. Gente famosa como los actores Carlos López Moctezuma, David Reynoso y los hermanos Almada eran vistos frecuentemente en este lugar, conviviendo con los visitantes. 

Algunos revolucionarios, durante la histórica Convención de 1914, se dieron su escapada para darse un baño refrescante, en un México turbulento que buscaba volver a la paz. Pancho Villa, incorregible enamorado, se dio sus baños a escondidas con sus enamoradas, mientras sus esbirros abrevaban a sus caballos y vigilaban celosamente el sitio para evitar cualquier atentado. 

Los Baños de Ojocaliente se conservan casi igual que como hace veinte décadas, se mantienen como una reliquia viva que nos transporta dos siglos atrás, cuando esta preciosa agua era el oasis del que se nutría el naciente Aguascalientes. 

El agua del coronel Rincón Gallardo estaba al servicio de ricos y pobres, en el Ojocaliente y en los Arquitos, respectivamente; después, el flujo constante iba hacia las casas y huertas del camino, en acequias y un estanque que hacía posible la vida en esta villa, parada de la Ruta de la Plata. Con el correr del tiempo, el agua del Ojocaliente no sería suficiente para dar de beber a toda la ciudad, por lo que se tomaría más líquido vital del Cedazo por medio de un acueducto subterráneo de casi cinco kilómetros de largo, el cual iba de lo que es ahora El Caracol (en el Cedazo) hasta el barrio de Triana. 

La próxima vez que ande por el centro o la nueva plaza comercial Espacio le recomiendo hacer una visita al restaurante El Mezquite, el cual está dentro de las imponentes instalaciones del legendario Ojocaliente. Sumérjase en la increíble historia de este lugar, donde mucha gente notable, famosa y de a pie se dio cita. 

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