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Lo que (no) debemos aprender de la política española. Una reflexión de cara al 5 de junio

 

Existe, lamentablemente, un paralelismo entre los procesos electorales de Aguascalientes y España. Y digo lamentablemente, porque el resultado en el país ibérico no es ni por mucho esperanzador. Se trata de un fracaso de los partidos políticos incapaces de representar los intereses sociales.

La crisis política en España se debe, por una parte, a las malas gestiones del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el cual no logró encontrar un equilibrio entre las políticas del Estado social y el gasto público y, por otra, a los casos de corrupción que desde hace algunos años persiguen al Partido Popular (PP). A esto, se le suman otros dos factores: primero, los movimientos independentistas que desde hace unos años se agudizan en la Comunidad Autónoma de Cataluña y, segundo, el rechazo creciente a la monarquía debido a la corrupción dentro de ella. Es decir, son principalmente tres las agravantes de los problemas sociales y de gobierno en esta nación: inestabilidad económica producto de una mala gestión gubernamental, los casos de corrupción en el partido gobernante y en la monarquía, y el problema de la unidad española.

Ante este escenario surgieron dos partidos políticos nuevos: Ciudadanos y Podemos. El primero comenzó como una opción de centro izquierda, la cual terminó por ser vista como de derecha y, el segundo, una izquierda radical antisistema que está fundada en el comunismo. Conscientes de la profunda crisis del Estado español y del hartazgo e incredibilidad social hacia los partidos políticos, lograron hacerse espacio con políticas “nuevas” y “esperanzadoras”, las cuales prometían una forma distinta de hacer política. Sin embargo, el resultado es un populismo muy barato que ha fragmentado a la sociedad y ha dejado al descubierto que esas “prometedoras” ideas son inútiles si no se rompen las viejas prácticas del sistema de partidos. Han pasado casi cuatro meses desde las elecciones para presidente de gobierno y, dado el tipo de sistema electoral español, sin mayorías o, en su defecto, acuerdos o alianzas, es imposible gobernar. Y así está España, sin gobierno, sin mayorías, sin alianzas y totalmente divido.

Esto nos debe ayudar a reflexionar y aprender que los pactos, alianzas o coaliciones pueden ser positivos en tanto otorgan gobernabilidad. También nos enseña que ningún cambio puede ser verdadero si no existe una transformación en la forma de hacer política y nada que pertenezca al viejo sistema puede ser verdaderamente nuevo. Con esto, me refiero a Gabriel Arellano, el cual de independiente no tiene nada, y a Lorena Martínez, que forma parte del partido más corrupto y vicioso de México, aunque intenté presentarse como algo diferente. Mismo caso del PAN con Martín Orozco, quien trata de centrar su crítica en lo hecho por el PRI este sexenio, olvidando el daño causado por Luis Armando. Tal como el PP lo ha hecho con el PSOE.

Aunado a esto, se tiene la incapacidad del PRD de hacer autocrítica: por un lado, no permite una alianza y, por otra, no promueve un candidato más fuerte que Iván Sánchez. De esta manera, lo único que denota es un desinterés absoluto por ganar las elecciones estatales, pues cede totalmente el espacio de la izquierda a Nora Ruvalcaba de Morena, un partido igual de incongruente y radical que Podemos, el cual fue subestimado por PSOE.

Aguascalientes debe aprender que si las reglas no se cambian, los resultados no serán distintos; y que los candidatos se vuelven de principios camaleónicos según convenga a sus propios intereses. Más allá de la derecha o la izquierda, de la vida personal de los candidatos y de las críticas –siempre iguales– de unos partidos a otros, el debate debe centrarse en las necesidades sociales y en la construcción de un Estado social democrático y de derecho.

Históricamente, España ha sido un referente para México, quizá sería bueno aprender de su experiencia y no repetir los mismos errores…

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