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La caja de pandora o el nudo gordiano (lo ‘in’ de la seguridad)

Dilema

¿Qué haría si estuviera en la aparentemente privilegiada, pero incómoda posición de haber sido electo para un puesto de gobierno y tener que decidir cómo actuar frente a la delincuencia organizada?

Es algo raro que la mayoría de los candidatos en elecciones toque de manera superficial el tema de la seguridad, cuando es de los más sensibles y ocupa entre el segundo y primer lugar, según la temporada, en la lista de urgencias y necesidades de la población. Es significativo ver los discursos limitados a propuestas de capacitación, equipamiento y mejores salarios para las corporaciones policiacas; alarmas; cámaras de vigilancia; drones; C4, C5 y CX; 911; botones de pánico; educación, cultura y acciones sociales para la prevención del delito… que son medidas estupendas y necesarias, pero que en sí mismas no resuelven el complejo problema sistémico de la inseguridad y sus mútiples caras.

Antecedentes lacerantes

La naturaleza del delito ha acompañado al ser humano desde su origen (ya está presente en los textos bíblicos, en la desobediencia de Adán y Eva, o en el asesinato perpetrado por Caín, solo por poner algunos ejemplos). La historia de la humanidad está repleta de engaños, fraudes, mentiras, abusos, robos, violencia, crímenes, guerras, asesinatos. El ser humano ha hecho uso de su libre albedrío y ha optado, en ocasiones, por transgredir las normas sociales, jurídicas y religiosas para su propio beneficio.

Mientras las relaciones humanas iban haciéndose más complejas y las necesidades socioeconómicas crecían, el fenómeno de la seguridad tomaba relevancia y se volvía prioritario para el Estado (incluso en el marco jurídico y constitucional mexicano es un apremio cumplir y hacer cumplir la ley). Así, los gobiernos encontraron su principal justificación de existencia en brindar seguridad a la población, una de sus principales misiones para que la sociedad funcione lo más orgánicamente posible.

El problema en México es que las corporaciones y los sistemas de seguridad siempre están rebasados. El garlito de los poderes gubernamentales de que no puede haber un policía por cada ciudadano o una patrulla por cada calle, casa o colonia todos lo han escuchado; pero la causa de este hecho no es solo la falta de elementos, equipamiento o capacidad, como lo acusan muchos políticos, sino también por una cuestión endémica directiva.

La inseguridad en el país entraña una patología especial y es que está diseñada, impulsada, estimulada, promovida y provocada por el Estado.

La inseguridad en el país entraña una patología especial y es que está diseñada, impulsada, estimulada, promovida y provocada por el Estado, el cual tiene como cómplices a gobiernos y entidades internacionales desde hace unas décadas. Esto la ha convertido en una hidra violenta y rebelde, difícil de controlar (situación que se agravó con la alternancia en el poder federal).

Es tal la fuerza de la inseguridad que las autoridades han tratado de controlalrla desde la estructura delincuencial. Han buscado que el cártel oficial elimine, desplace o disminuya la acción de otros grupos para que todo se concentre en la acción de uno solo, es decir, se pretende monopolizar el crimen. Sin embargo, esta solución –a nivel federal y estatal– ha sido muy compleja de lograr, pues los gobernadores ambiciosos venden un territorio a dos cárteles y hacen explotar la rebatiña del mercado a base de plata, plomo y sangre.

Lo peor de todo es que las corporaciones policiacas y militares están plagadas de este cáncer, pues algunos de sus miembros se involucran con la delincuencia (desde los rangos más bajos hasta los más altos). Y aunque aún existan verdaderos héroes que están en la línea de batalla y defienden a los ciudadanos; lamentablemente están expuestos a traiciones por parte de compañeros o altos mandos que responden a otros intereses distintos a los de la patria.

Fuertes declaraciones y una guerra sin cuartel ni sentido (para la ciudadanía)

Hace poco menos de una década, el exgobernador priista de Nuevo León Sócrates Rizzo, declaró “…que el autoritarismo de los regímenes priistas, donde los gobernadores eran menos independientes, permitía que todo se decidiera desde la capital, incluso el tráfico de la droga.

En conferencia de prensa en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAC), Rizzo dijo que los actos violentos vinculados al narcotráfico no tienen más de 10 años en el país, tiempo que el PAN lleva gobernando al país, pues antes, se marcaban las rutas de trasiego con los gobiernos.” (Expansión, 2011)

El priista no tardó en desmentir su dicho, tal como lo hiciera el expresidente de la Madrid después de referirse a los Salinas, o como muchos otros más que forzadamente arrepentidos manifestaron su verdad en el pasado.

Así pues, en el hipotético caso de que alguien quisiera entrarle a la rebatiña política y quisera ser presidente municipal, gobernador o presidente de la república, podría prometer lo que quisiera, prestarse a la competencia de dislates y ridiculeces; pero tarde o temprano deberá agarrar el toro por los cuernos y enfrentar el tema de la seguridad en su despacho. En ese caso, ¿aceptaría o rechazaría la entrada que exige el crimen organizado (el cual ha sentado sus reales en casi todo el territorio nacional y ha fincado carta de naturalización dentro de varios sistemas políticos)? He ahí el dilema: plata o plomo, no hay más alternativas con los señores feudales de esta era.

Entonces, mientras el problema continúe arraigado en las más altas esferas de la sociedad, no se puede esperar que heroísmos locales o estrategias mágicas resuelvan el problema. Este mal debe combatirse desde la raíz y eso es algo que muchas autoridades no están dispuestas a hacer.

Difícil y compleja solución

La solución sigue estando en resolver la corrupción de las cabezas y tener funcionarios verdaderamente honrados. También el ciudadano debe involucrarse en las acciones de gobierno. Ya muchos se han comprometido con la tarea titánica de lograr el bien común; sin embargo, aún faltan cientos de miles por unirse.

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Fuente citada
“Ex gobernador de Nuevo León acusa al PRI de negociar las rutas del narco” (2011). Expansión. Disponible aquí

 

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