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Legados de la pandemia

Escrito por Genaro Borrego

El mundo ha vivido una experiencia inédita. Apareció en China un virus desconocido, muy contagioso, imperceptible y terriblemente agresivo; un virus que mata y no hay remedio contra él. La incertidumbre, el miedo y la impotencia provocaron que la vida en todas las sociedades se detuviera. El mundo por entero y casi simultáneamente en todos sus continentes y regiones se paralizó.

La reacción defensiva generalizada fue el encierro. La consigna preponderante ha sido: “Quédate en casa”. Transportes, empresas, instituciones, comercios no indispensables, espacios culturales y de entretenimiento, restaurantes, parques y cualquier lugar de encuentro entre personas quedó clausurado. La vida en todo el mundo se paró. Ocurrió lo inimaginable e inconcebible.

Esta terrible pandemia ha traído dolor, angustia, tristísima pérdida de vidas, desolación y también desempleo, extinción de los ahorros -de quienes los tuvieran-, quiebra de empresas, proyectos frustrados, más pobreza; en resumen, la presencia de varias crisis simultáneas: la de salud, la económica, la emocional y en el caso de México, por si esto fuera poco, en medio de una horrible crisis de violencia e inseguridad y una muy inconveniente polarización social. 

Grandes males nos aquejan sin duda, que afectan en mucho mayor medida a los más pobres, evidenciándose así, de manera aún más descarnada la desigualdad y la inequidad prevalecientes por décadas en nuestro país. 

Sin embargo, conviene tratar de convertir tan lamentable infortunio en actos de voluntad y de talento positivos que nos permitan asimilar enseñanzas y descubrir legados que la pandemia nos puede dejar y que nos motiven a reaccionar como personas, como familias, como ciudadanos e incluso como instituciones para intentar cambiar todo aquello que estas crisis simultáneas nos han puesto de manifiesto – en algunos casos dramáticamente- que están mal. La pandemia ha desenmascarado muchas cosas que no veíamos o sencillamente soslayábamos. 

Pero también hemos descubierto otras muchas cosas muy positivas que debemos asimismo reconocer como legados que de otra manera muy difícilmente hubiésemos vivido y experimentado. En primer lugar, re jerarquizar nuestra escala de valores. Apreciar la vida más que antes, sentirnos vulnerables y reaprender a cuidarnos a nosotros mismos; experimentar la introspección y redescubrir el océano de paz que es la espiritualidad. Nuestro cuerpo es vulnerable pero el alma es nuestro refugio. 

Revalorar a la familia como lo más importante de nuestra existencia; lo único esencialmente trascendente que dejamos en nuestro paso por la vida y lo único en lo que verdaderamente podemos apoyarnos. Cuidarnos y cuidar a nuestra familia resurge como una llamada del amor sin limites. Grandioso legado.

El confinamiento en casa ha tenido el significado de que: lo hago no tan sólo por mi propia conveniencia, sino además porque es la manera de proteger a los demás; es decir, cada uno protege al otro para así protegernos todos. Es muy claro el legado en el sentido de redimensionar el valor de la solidaridad: Me protejo para protegerte y te proteges para protegerme y así queda más que evidente, por si no lo habíamos aceptado cabalmente, que todos necesitamos de todos. 

La parálisis global que inusitadamente provocó la pandemia y el correspondiente confinamiento en casa, ha provocado también el encontrar diferentes maneras de vivir, de convivir y de interrelacionarnos. La tecnología ha sido una herramienta fundamental para mantener el contacto con seres queridos e incluso para trabajar desde casa. Seguramente estas prácticas prevalecerán con el consecuente ahorro y optimización de procesos en las empresas, las cuáles podrán prescindir de espacios amplios para reunirse y desempeñar sus tareas con la misma eficacia; podrá disminuir el uso de los vehículos para trasladarse al lugar de trabajo, se consumirá menos energía y muchas otras ventajas más descubiertas durante la pandemia. Magnífico legado también. 

Sin duda que la mejor compañía en la soledad prolongada, obligada por la pandemia, ha asido la cultura. El adquirir mayor conocimiento a través de las múltiples opciones que ofrece la internet o mejor aún por medio de los libros, así como el entretenimiento gratificante de la lectura, de la música y del arte en general, han sido revalorados como quizá nunca antes. La cultura en la intimidad de cada quién, como enaltecedora de la mente y del espíritu pudo haber sido -lo deseo fervientemente- un hallazgo para muchos que quizá tuviesen en otra dimensión menor el valor intrínseco de la cultura, la cuál ciertamente, da más vida a la vida.

Vivir sin salir nos ha hecho reflexionar también en lo innecesario e incluso inconveniente del consumismo. Nos percatamos con claridad que ha sido absurdo comprar por comprar aunque no sea necesario. Hemos evidenciado que consumir por inercia casi compulsiva genera hacia atrás una cadena secuencial que acaba dañando incluso a la naturaleza. Es un tema complejo que ya abordaremos en otra ocasión. Por lo pronto registrémoslo como un legado. El consumismo genera procesos negativos a la calidad de vida y a la postre daña a la naturaleza que urge respetar y cuidar. Hemos llegado a límites inaceptables. 

Entre tanto dolor y angustia es posible encontrar enseñanzas que nos hacen mejores personas y podrían hacernos mejores familias y mejores sociedades. La  horrible pandemia de COVID 19 nos ha dejado también valiosos legados que no debemos dejar pasar desapercibidos para una mejor vida futura. 

Una nueva manera de ser y de vivir ha de ser valorada. Ser más humanos y vivir MEJOR con menos, que en la realidad es con más. Este creo es un valioso legado

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