Icono del sitio Líder Empresarial

Las emprendedoras lideramos el camino a la equidad

Juana Ramírez

Por: Juana Ramírez, presidenta del Consejo Directivo de la ASEM

A partir de la pandemia por COVID-19, la brecha de género se acrecentó y, con ella, las condiciones inequitativas para las mujeres. Somos el sector que más sufrió la pérdida de empleos y las cargas excesivas de trabajo, además de ser las principales víctimas del aumento de la violencia doméstica. Estas realidades siguen mermando el desarrollo personal y profesional de millones de mexicanas.

Según cifras del INEGI, por cada 100 pesos que gana un hombre, las mujeres ganamos sólo 86, mientras que casi 35% de las mujeres adultas del país no cuenta con ningún producto financiero. Esto significa que las mujeres tenemos menos poder adquisitivo y menos oportunidades para acceder a servicios básicos de educación, salud y financiamiento. 

En el caso del emprendimiento, muchas mexicanas tuvieron que aventurarse en la informalidad, sin apoyo ni fuentes de financiamiento. Y, aunque el emprendimiento permite crecimiento y libertad financiera, históricamente las condiciones para nosotras han sido y siguen siendo más complejas. Factores personales, sociales y del ecosistema hacen que para nosotras sea un reto inmenso tener un emprendimiento exitoso.

En cuanto a las barreras personales, las emprendedoras tenemos una aversión más alta al riesgo y una actitud parecida al “techo de cristal” de las empresas. En general, las mujeres pedimos menos presupuesto para inversión y valuamos nuestra empresa por debajo de su potencial. 

En la parte social, la cultura del cuidado y las labores del hogar se nos asignan a nosotras. Muchas emprendedoras y trabajadoras tienen que asumir las labores domésticas y de cuidado de sus hijos, además de ser el sostén económico de su casa. En México, las mujeres dedican más de 50 horas a la semana a este tipo de labores. No es de extrañar que la falta de tiempo sea una de las principales causas del fracaso de muchas emprendedoras, como lo muestra la “Radiografía del Emprendimiento 2020”.

Por si fuera poco, únicamente 7% de las inversiones en Latinoamérica se dan a empresas lideradas o fundadas por mujeres. Sólo una de cada cinco empresas es fundada por una mujer, esto sin contar los problemas de acoso y exclusión que padecemos a diario miles de emprendedoras.

Las mujeres somos el motor de cambio

A pesar de los desafíos, las emprendedoras nos hemos abierto paso y hemos demostrado tanto el valor como el alcance de nuestros proyectos. Además, muchas empresas están cambiando su paradigma y cada vez más mujeres ocupan puestos de liderazgo con resultados excepcionales: empresas mejor administradas, más rentables, con mayor potencial de crecimiento e incluso con colaboradores más felices.

La mayor ventaja de apoyar un emprendimiento liderado o fundado por una mujer es el impacto social que tiene en su familia y en su entorno. Cifras de la “Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2020” revelan que, a diferencia de los hombres, las jefas del hogar destinamos más recursos a alimentos, vivienda, cuidado de la casa y cuidados de la salud.

Cuando una mujer emprendedora destaca, le está mandando un mensaje muy importante a otras mujeres. Les está diciendo que vale la pena apostar por sí mismas, por sus proyectos y por sus sueños. Les está diciendo que pueden salir adelante a pesar de los obstáculos, que son capaces de dirigir una empresa y aspirar a lo más alto. Cuando una mujer emprendedora destaca nos está diciendo que las historias de éxito también son posibles para nosotras. 

Te puede interesar…

Salir de la versión móvil