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La Transformación del Centro Histórico de Aguascalientes

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En estos últimos años, Aguascalientes se ha visto beneficiado por un constante crecimiento económico.

Si bien desaparecieron algunas industrias locales, como la textil y la vitivinícola, lo cierto es que la pujante industria automotriz ha dado una nueva dinámica económica al estado, trayendo como consecuencia que seamos uno de las pocas entidades que -se estima-  crezcan para el siguiente año entre 6 y 7 por ciento, casi el doble o triple del crecimiento nacional, según distintos medios impresos de la capital de la república.

No obstante, con este crecimiento, como es natural, ya se empiezan a hacer tangibles los problemas de una urbe en continuo crecimiento demográfico y económico. Principalmente hay problemas de movilidad, dada la mala planeación de vialidades en algunos sectores de la ciudad, y del pésimo servicio que ofrecen los servicios de transporte público, así como de las carencias que sufren las personas que residen más allá de la avenida Siglo XXI.

Uno de los cambios que se han apreciado a consecuencia del crecimiento económico, que principalmente se destaca, por el nuevo rostro que luce el Centro Histórico.

El Centro Histórico de Aguascalientes se caracterizó, desde su concepción, por ser el centro neurálgico tanto político-social y religioso como comercial. Por naturaleza, esos aspectos lo han convertido en el punto de reunión de los hidrocálidos.

Comercios como Casa Roldán, Casa Viena, Casa Ruiz, Casa Ibarra, El Danubio Azul, La Popular, Fábricas de Francia y, posteriormente, otros como El Famoso 33, Muebles Colonial,  el Centro Comercial El Parián, los mercados Terán y Juárez, entre otros establecimientos, hicieron del Centro de Aguascalientes, el principal punto comercial de la ciudad.

En lo que respecta a lo social, destacaban distintos cinemas que se encontraban en las calles Madero y Juan de Montoro. Además, los tradicionales cafés del Hotel Francia y París, actualmente Sanborns y el Congreso del Estado, donde se daban cita los principales protagonistas del acontecer cotidiano en el Aguascalientes de esas épocas, y por último, la Plaza de Toros San Marcos y su bello jardín balaustrado.

En lo educativo, se encontraba el Instituto Autónomo de Ciencias, antecedente de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Colegios como el Alcalá, Esperanza, Guadalupe Victoria, Cristóbal Colón, La Paz, la escuela técnica Llamas, además de las escuelas públicas que se encontraban cercanas al Templo de San José, fueron los principales centros educativos de la región.

En general, en lo que ahora se conoce como Zona Centro, se podía acceder a los principales servicios, comercios y escuelas. Aparte de ser el centro político y social, “lejos” de la ciudad, se avizoraban lo que ahora son los desarrollos como Jardines de la Asunción y Las Américas.

El centro histórico de Aguascalientes era muy enriquecido por la afluencia de personas de los barrios de El Encino, Guadalupe, San Marcos, La Salud y, más tarde, El Llanito y la Estación, además de la colonia Ferronales y otros asentamientos que empezaban a surgir, que conformaron lo que ahora es en parte la identidad de la ciudad.

Pero pasando a otra etapa y enfocándonos en el centro de la capital, lo cierto es que con la expansión demográfica y el crecimiento económico, la ciudad empezó a diversificarse y descentralizarse, haciendo que el centro siguiera concentrando los principales rubros de la vida cotidiana de Aguascalientes, pero no con tanta relevancia como antes. Muchos comercios de gran tradición fueron desapareciendo, modificó el perfil comercial del centro y lo desplazó a otros segmentos de mercado, haciendo que los recientes centros comerciales que apenas aparecían fueran abarcando a aquellos clientes que acostumbraban a ir a los establecimientos ya extintos.

Fue tal la diversificación de estos centros comerciales, que pronto permitieron que existiera una diversificación más grande a su alrededor, con lo que empezaron a aparecer distintos lugares de diversión nocturna en avenida Las Américas, en el sur, el boulevard Colosio, en la zona norte de la ciudad. Esto satisfizo la creciente demanda de la población, principalmente de las personas que empezaban a llegar de otras partes de México a habitar la mancha urbana y no encontraban algún tipo de entretenimiento como en las grandes urbes del país.

En Colosio se detonó una alta oferta de bares, antros, merenderos, comercios y servicios, aunados al boom inmobiliario de tipo residencial de la zona norte.

Pero, más allá de todo esto, empezaba a surgir una nueva tendencia de crear espacios de entretenimiento nocturno en el recién remodelado centro histórico, que ofrecía una nueva cara.  En Calles como Carranza, Madero, Guerrero y el denominado perímetro ferial, en su parte mas céntrica, surgieron distintos bares, antros y restaurantes, que aportaron a la ciudad un polo mas de diversión y entretenimiento. Sin embargo, también  se descuidaron algunos aspectos, entre los que se encuentran los culturales.

El nuevo y reluciente centro histórico, lleno de vida nocturna, con múltiples conceptos de diversión, ha caído en una ausencia de espacios que cumplan con darle un espacio de cultura. Aplaudo iniciativas de alguno que otro establecimiento, que ofrecen obras de teatro mientras consumes; la Feria del Libro, entre otras opciones, que han dado más opciones culturales.

Es de destacar que al estar en el centro histórico, muchas veces se pierde la noción de estar en esta parte de la ciudad que tiende a parecerse, ya, a la Av. Colosio. No parece ser una ventaja de diferenciación que nos ofrece otros conceptos similares que ya se aprecian en ciudades como Guanajuato y San Miguel de Allende. Ojalá al corto plazo podamos apreciar una estrategia comercial en la que los empresarios de estos establecimientos puedan fomentar actividades culturales y ponerle ese sentido bohemio-cultural que caracteriza a un Centro Histórico.

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