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La suave Patria en un “libro pétreo”

Escrito por Manuel González, cronista de Zacatecas

El 24 de abril de 2021 se cumplen 100 años del magno poema nacional: La suave Patria. Esta importante efeméride me hizo recordar lo que ocurrió en 1951, cuando se conmemoraron los treinta años de la muerte de Ramón López Velarde y de la existencia del poema La suave Patria. Con esos motivos, surgió en Zacatecas la idea de erigir un monumento labrado con las manos de los canteros zacatecanos, proyecto que floreció bajo la dirección artística de Francisco Zúñiga, gran maestro de la escultura. Aunque de origen costarricense, su desarrollo artístico y su formación son absolutamente mexicanos. Francisco desde los 15 años ya hacía escultura en Costa Rica al lado de su padre don Manuel Zúñiga y bajo esta tutela adquirió los conocimientos básicos de la técnica escultórica. Al llegar a México en 1936 ingresó a la escuela de talla directa que dirigía el maestro Guillermo Ruiz, allí trabajó con Rómulo Pozo y Oliverio Martínez, y con este último colaboró en el Monumento a la Revolución. Zúñiga era el alumno más talentoso de los discípulos y aunque realizó diversos monumentos en el país, el que iba a estar dedicado a Ramón López Velarde en Zacatecas constituiría una de las obras de mayor importancia de todas las que se le habían encomendado.

La ubicación del conjunto escultórico no fue producto de la casualidad, se levantó exactamente a los pies del emblemático Cerro de La Bufa, sobre el antiguo puente de Juan Alonso ya que el sitio era prácticamente la entrada de la ciudad y sus lomas aledañas estaban despobladas, además, aquí iniciaba el camino para acceder al cerro y el paisaje de ese entonces resultaba fascinante.

El monumento fue concebido como un testimonio perenne para rendir homenaje a López Velarde. Estuvo inspirado en La suave Patria y se realizó a manera de un retablo popular. Y ya que los libros fueron la pasión de López Velarde y en ellos está plasmada su obra, la forma del conjunto escultórico es semejante a un libro que se abre como una puerta que nos deja ingresar a un universo atrapado en sus páginas, en sus interiores, por ello la forma del conjunto, de un libro abierto que comparte generoso su contenido a todo espectador-lector, también simboliza una puerta abierta que recibe a todo visitante que arriba a Zacatecas. Consta de dos inmensos brazos, símbolo de la amistad y de la hospitalidad de los zacatecanos. Y qué mejor zacatecano que -uno de los más universales-, Ramón, para dar la bienvenida a todos los ciudadanos del mundo a una ciudad que, unos años después, sería declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Como todo libro, el de piedra tiene una estructura preconcebida como tal y comienza con un prólogo del contenido central: la glorieta. En ella podemos observar un sólido pedestal donde está el retrato de perfil en bronce del bardo jerezano, moldeado y fundido por el maestro Francisco Zúñiga. Sobre esta estructura descansan dos figuras femeninas. Aquí, Zúñiga logra una alegoría que resume la dualidad del poeta y con ellas sintetiza toda la vida de éste, así como las inquietudes que lo arrastraron a saltar de las más sublimes alturas del espíritu hasta los hechos triviales de la vida diaria; desde el amor platónico de su Fuensanta, hasta el de las cantadoras de las ferias; la lucha entre lo temporal y lo eterno; la fuga de la carne pecadora hacia la cumbre del espíritu; colisión, tendencia y lucha que es el secreto de la extraordinaria pujanza de la raza mexicana amasada con la sangre del Cid Campeador y de Cuauhtémoc. Una de las figuras representa a Fuensanta, cubierta con rebozo, delineada con una suavidad ondulante, provinciana y mística; se une de la mano a la otra, mórbida, fuerte, semidesnuda, de acentuados rasgos indígenas y de esférica sensualidad, como subrayando uno de los versos del vate jerezano:

Alerta el violín
Del querubín
Y susceptible
Al manzano terrenal.

Al igual que Xavier Villaurrutia que prologa el libro de López Velarde El león y la virgen, Zúñiga también hace un prólogo escultórico no menos justo y poético para entrar al canto de La suave Patria. Esta obra está integrada por cuatro partes: proemio, primer acto, intermedio y segundo acto, de esta forma Zúñiga concibió su libro pétreo. Podemos admirar dos secciones que dan forma al retablo poético de piedra, en cada una de ellas se encuentran dos relieves concebidos y ejecutados por el escultor: donde están cuajados los versos de La suave Patria y las cuatro partes que integran este poema sublime que está dedicado a la nación mexicana.

Este valioso monumento que embellece a la Bizarra Capital de nuestro Estado y honra al ilustre cantor de La suave Patria, fue mágicamente cantado por el escultor al acariciar la piedra, al ver la obra es imposible pensar que Zúñiga haya tenido en sus manos un cincel y un martillo, se piensa que fue en el tiempo quien acarició estas piedras, mismas que siguen siendo acariciadas con la mirada de los transeúntes.

La tarde del 16 de septiembre de 1952, se llevó a cabo la inauguración de este conjunto escultórico y de los trabajos de redignificación de la calle que hasta esos momentos llevó el nombre de Juan Alonso y que desde entonces recibió la denominación de Avenida Ramón López Velarde, como un obsequio a la posteridad pero sobre todo a nuestro poeta universal, precisamente en las vísperas de su aniversario luctuoso y de la aparición de La suave Patria.

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