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La Soberana Convención de Aguascalientes

Por Alejandro Basáñez Loyola / Autor de las novelas históricas de Ediciones B: México en llamas; México desgarrado; México cristero y Tiaztlán, el final del Imperio Azteca

a.basanez@hotmail.com

Twitter: @abasanezloyola

Facebook: Alejandro Basáñez Loyola, Autor

 

El día 16 de octubre de 1914, en el Teatro Morelos de Aguascalientes, el general Antonio I. Villareal, presidente de la convención, tomó emocionado la bandera nacional entre sus manos para decir: “Por mi honor de ciudadano armado, protesto cumplir y hacer cumplir las decisiones de esta convención”.

Después la extendió sobre una mesa de madera, cubierta con un mantel de terciopelo verde oscuro, y con el rugido de los aplausos, estampó su firma sobre la tela del lábaro. Lo mismo hicieron los demás miembros de la directiva, sin faltar ninguno de los delegados asistentes.

La razón de tan magno evento obedeció a la imperiosa necesidad de buscar la paz definitiva a la guerra civil y nombrar a un nuevo presidente de la república mexicana.

El triunfo de Francisco Villa en la sangrienta batalla de Zacatecas, el 23 de junio de 1914, acabó con el gobierno espurio de Victoriano Huerta y abrió las puertas de la capital a los ejércitos triunfantes de Villa y Obregón.

El 1˚ de octubre de 1914, en la Cámara de Diputados de la Ciudad de México, se celebró la Convención de Gobernadores y Generales Constitucionalistas. Ante la ausencia de los delegados de la División del Norte y los del Ejército del Sur, Venustiano Carranza renunció como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista; sin embargo, se rechazó su dimisión por votación unánime y la asamblea fue trasladada a la ciudad de Aguascalientes.

La Soberana Convención de Aguascalientes se llevó a cabo en el mes de octubre de 1914. El estado era un sitio neutral en el centro de la república; el corazón de las vías férreas que atravesaban el país de sur a norte y un sitio cercano para las fuerzas bélicas del norte, que eran las dominantes.

Representantes de los distintos ejércitos en pugna se dieron cita para nombrar a un nuevo presidente de México y presionar la renuncia de Carranza.

Un nuevo orden nacional se vislumbraba y ese era el motivo de la reunión histórica de los principales generales que echaron fuera a Porfirio Díaz y a Victoriano Huerta. La oportunidad de la democracia se presentaba de nuevo ante los mexicanos.

El Centauro del Norte era temido por todos en la famosa convención. Había dado una muestra de su influencia y poder al contar con casi once mil hombres acampando en Guadalupe, Zacatecas, lo cual lo hacía mayoría. Además, tenía a su lado a George Carothers, su proveedor particular de armas y representante de los EUA en México.

Ante la desmedida ambición de Carranza y Villa, y su negativa a ser desplazados como jefes revolucionarios, las armas se dividieron, dando pie a las más espantosas batallas para unificar el poder en una sola cabeza. En los campos de batalla de Celaya, Zacatecas y Chihuahua quedaron regados miles de cadáveres, hombres que ofrendaron sus vidas para conseguir una nación mejor para sus hijos.

El día 5 de noviembre de 1914, el general Eulalio Gutiérrez protestó ante la soberana convención como presidente de la república por el término de veinte días. Carranza recibió un comunicado oficial: si en diez días no hacía entrega formal del poder, sería desconocido y declarado enemigo de México. Para reforzar lo anterior, se formó una comisión representada por los generales Álvaro Obregón, Antonio I. Villareal, Eduardo Hay y Eugenio Aguirre Benavides, para comunicarle al primer jefe dicha decisión. También, el nuevo presidente provisional designó a Villa como jefe de la División del Norte.

Ante esto, Carranza se rebeló, salió de la Ciudad de México y se fue a Veracruz, donde nuevamente se declaró, con Obregón como aliado, líder del país. Así, las fuerzas militares terminaron separándose y comenzaron a prepararse para la más sangrienta etapa del movimiento armado: el inevitable enfrentamiento entre Villa y Obregón.

En ningún momento de la Revolución Mexicana, el Centauro del Norte contó con tanto poder y fuerza como en la Convención de Aguascalientes. Estaba en el cenit de su poder y a un paso de tomar la presidencia, si lograba llegar a la capital de la república con todo su ejército completo.

Escenas sangrientas, provocadas por Villa, intimidaron y amedrentaron a muchos de los convencionistas. Algunos de los fusilamientos llevados a cabo durante los días de reunión en el famoso Teatro Morelos fueron los siguientes:

Los dorados tenían detenido al gaucho Francisco Múgica. Habían descubierto que el argentino estaba comisionado por el general Francisco Cosío Robelo, inspector de la Policía de la Ciudad de México, para asesinar a su jefe. Fue fusilado en Guadalupe, Zacatecas.

En ese perido, también murieron por órdenes del duranguense, el coronel Manuel Manzanera por ser representante personal de los hermanos Arrieta, sus odiados enemigos; y el licenciado José Bonales (participó en el asesinato de Gustavo Madero), quien se atrevió a proponerle una alianza con Félix Díaz para desconocer a Carranza… Estos crímenes llegaron a oídos de los convencionistas que con temor dimensionaron el potencial asesino del líder revolucionario.

Siempre trataron de mencionar sutilmente el tema de los fusilamientos en sus sesiones sin ofender o provocar, pues no querían terminar alguna de las asambleas con una lluvia de plomo*.

*Extractos tomados de México Desgarrado

Fotografía: www.inehrm.gob.mx

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