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La Huerta: seis décadas que trascienden al campo

La historia de La Huerta comenzó con las primeras semillas que José Arteaga Campos, su fundador, sembró en el Rancho Medio Kilo, en Aguascalientes, en un terreno rentado y con su esposa e hijos como compañía.

Desde entonces, han pasado 60 años y el camino de esta reconocida empresa en la industria de los alimentos no ha sido sencillo. Tres veces estuvieron a punto de quebrar.

Una de ellas sucedió en 1960, cuando Arteaga Campos ya había comprado la tierra; pero el mal clima lo obligó a revenderla para poder pagar a sus acreedores. Lejos de desalentarse, supo manejar la crisis y salir adelante. No pasó mucho tiempo para que pudiera adquirirla de nuevo y comenzar, en 1970, a exportar a EUA.

A pesar de que hubo más momentos críticos, actualmente son reconocidos a nivel mundial por la alta calidad de sus productos, prácticas sustentables en sus procesos y responsabilidad social, la cual tienen principalmente con quienes los han ayudado a crecer: sus empleados.

Momentos clave

Poco a poco, La Huerta fue evolucionando. En 1976, dieron uno de los pasos más grandes: comenzaron a congelar las verduras para exportarlas a varios países. José Arteaga Niepmann, hijo de Arteaga Campos y actual director de la compañía, cuenta que esta decisión fue resultado de su proyecto de tesis. En ese momento, no tenían dinero suficiente para construir la máquina que necesitaban, pero su padre tocó tantas puertas que al final lo lograron.

Para él, uno de los mayores retos, además del financiamiento, fue entender la parte industrial. Esos días dormía en las oficinas para estar al pendiente de que la máquina no fallara. Fue el comienzo de aquello que caracterizaría a la organización por el resto de su historia: los alimentos congelados.

Una de las razones por las cuales se implementó el proceso de congelación fue para estabilizar el precio de las verduras, pues dependiendo de la temporada y demanda, su costo varía.

“Pudimos darle una estabilidad y seguridad a las tierras propias como a los agricultores que contratábamos por fuera”, dice el director de la empresa.

Otro de los sucesos que sacudió a La Huerta aconteció en 1985: una plaga arrasó con todos sus cultivos. Como la mayoría de las compañías agroindustriales, utilizaba agroquímicos para eliminar a los insectos que dañaban la cosecha; sin embargo, esa crisis la hizo desarrollar el control biológico de plagas, el cual resultó ser una técnica más efectiva, amigable con el medio ambiente y que hasta la fecha la distingue como empresa sustentable.

Para un oído inexperto, las particularidades técnicas de este método pueden ser poco entendibles; pero, en resumen, consiste en un ejército de insectos depredadores que, si bien no eliminan por completo una plaga, la mitigan hasta hacerla inofensiva.

Fue hasta 1995 que logró desarrollar e implementar por completo este procedimiento, pues trabajar con seres vivos es complejo. El departamento encargado de esta actividad es el de Manejo Integrado de Plagas, el cual tiene a su cargo el de Producción de Insectos Benéficos.

En esta área, todo el año se estudia el comportamiento de los depredadores. Se encargan de mantener fuera a insectos como pulgones y moscas, además de hongos y bacterias que amenazan a los cultivos. Más de 24 insectos benéficos han llegado al rancho para combatir las plagas.

La innovación en tecnología también ha sido clave en el desarrollo organizacional y la Integración de un Grupo Logístico, comúnmente llamado IGLU, es prueba de ello. Lo que parece la nave más grande de la planta industrial es, en realidad, un almacén robotizado de casi 2,000 metros cuadrados. Es el complejo más grande en su tipo en toda Latinoamérica.

Ahí, se llega a almacenar una cantidad de productos ya empacados que equivalen a 550 cajas de tráileres. Esa infraestructura, ideada por uno de los miembros de la familia con tecnología alemana, ha permitido hacer más eficiente la distribución.

Una empresa verde

Además del control biológico de plagas, La Huerta tiene otras prácticas sustentables. Una de ellas es el riego por goteo con agua de pozo profundo, método que le permite ahorrar hasta 70 por ciento de líquido. La cantidad exacta que los cultivos necesitan para crecer se dosifica a diferencia de métodos de aspersión o inundación, en los cuales se corre el riesgo de ahogar a la planta o no proporcionar el agua suficiente.

Los fertilizantes que utiliza son en su mayoría orgánicos. Los agroquímicos se usan como última opción y siempre con niveles de toxicidad muy bajos, aprobados por normas internacionales.

También, suele usar repelentes naturales de animales hechos con ajo o canela. Y si se llega a encontrar fauna en los cultivos, la capturan y liberan lejos. Incluso, en el Rancho Medio Kilo, hay especies en peligro de extinción como los tlacuaches, que son reintegrados a su hábitat.

Otra buena práctica es que nada de lo cosechado o comprado a proveedores se desecha. Los alimentos que no pasan el control de calidad sirven para la composta.

Proceso de producción

Una vez cosechadas, las verduras pasan al área industrial. Desde el momento en que los trabajadores las reciben hasta que se almacenan pueden pasar seis horas, máximo. Así, se aseguran de que mantengan todos sus nutrientes.

La mayoría de los procesos en esta etapa están automatizados. Debido a la calidad que maneja La Huerta, los empleados deben ser muy ágiles a la hora de cortar los vegetales y seleccionarlos. Después, los envían a las áreas de lavado, precocido, congelado y almacenamiento, en las cuales van pasando por más filtros.

Las normas de calidad están apegadas a estándares internacionales similares a los que emplea la NASA para asegurar la inocuidad de los alimentos enviados al espacio. Además de las certificaciones con las cuales cuenta, la organización ha recibido premios como mejor proveedor por parte de sus clientes.

Tiene seis marcas propias y más de 140 productos que exporta a once países, incluido todo el territorio mexicano. Ha instalado almacenes en varios estados y desarrollado una red propia de logística para distribución, la cual le permite entrar a países como EUA, Canadá, parte de Europa, Asia y Australia.

“Me dicen: estás dando un producto que ni siquiera se vende así en Europa ni en EUA y la gente aquí no sabe de calidad”, cuenta Arteaga Niepmann, “a lo mejor no saben cuestiones técnicas, pero sí saben cuál está más rico y más saludable”.

Innovación constante

Siempre en busca de nuevos productos y formas de mejorar lo que cultiva, La Huerta tiene un departamento dedicado a la investigación, el cual también funciona como el primer filtro en el control de calidad, pues todas las semillas que entregan los proveedores son probadas ahí antes de cultivarse. Se revisa que tengan la calidad suficiente y cumplan con lo requerido por la empresa.

Dicha división, llamada Investigación y Desarrollo, tiene el objetivo de recabar todos los datos sobre el comportamiento de las semillas y las plantas para reportarlos al área de producción. Los productos nuevos pasan, en promedio, tres años en fase de experimentación para luego ser producidos.

Calidad humana

Desde el principio, Arteaga Campos se preocupó por quienes trabajaban con él. Cuando comenzó a emplear gente en el rancho, pagaba los mejores sueldos. Poco a poco fue creciendo junto con sus colaboradores, a quienes ayudaba a conseguir altos niveles de calidad.

Arteaga Niepmann recuerda que su padre invitó a los dueños de ranchos cercanos a trabajar con él. Les ofrecía seguridad en la compra de sus cosechas. Ejidatarios y pequeños propietarios que aceptaron la propuesta crecieron mucho, algunos comenzaron sembrando una hectárea y terminaron por adquirir 70.

Esta filosofía se mantiene hasta la fecha, y no solo en ese aspecto. Para La Huerta, cuidar de sus trabajadores es esencial y lo hace fomentando una buena salud. En su comedor nunca se sirven alimentos chatarra; de hecho, el menú está diseñado por nutriólogos. También, el personal puede comprar lo que se cosecha en el campo al costo y acceder libremente a las instalaciones deportivas.

Es probable que una de las cosas más trascendentes en cuanto a responsabilidad social sea el apoyo educativo que ofrece a sus empleados. Quienes no han cursado primaria, secundaria o preparatoria tienen oportunidad de hacerlo y conseguir becas para sus hijos, las cuales se extienden hasta el nivel de maestría.

La única condición para mantener el apoyo es tener buenas calificaciones. En 2015, la empresa becó a casi 700 niños y sus colaboradores aportaron recurso para financiar otras 100 becas.

Fuera de lo educativo, ayuda a que sus trabajadores, si lo necesitan, construyan su casa. Les facilita materiales a bajo costo y ofrece préstamos personales sin tasa de interés. Lo único que pide a cambio es honestidad y respeto por la otra persona, dos valores que han cuidado desde sus inicios.

¿Qué sigue?

A sus 60 años, La Huerta no piensa quedarse quieta. Entre los planes a futuro tiene previsto incluir más tipos de vegetales y alimentos preparados que faciliten la vida de sus clientes. Otra de sus ambiciones es que para 2020, todos sus productos sean completamente orgánicos.

Sin importar cuáles sean sus planes de crecimiento, los emprenderá bajo el lema de su fundador, el cual se ha mantenido a lo largo de su historia: “No importa qué hagas, hazlo siempre lo mejor que puedas”.

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