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La historia del padre Calvillo, el insurgente hidrocálido

Por Alejandro Basáñez Loyola
Autor de las novelas históricas de Ediciones B: México en llamas; México desgarrado; México cristero y Tiaztlán, el fin del Imperio Azteca
a.basanez@hotmail.com
Twitter: @abasanezloyola
Facebook: Alejandro Basáñez Loyola

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¡Qué mejor que estas fiestas patrias de 2016 para recordar al padre hidrocálido Pablo José Calvillo, quien fue un gran insurgente como los curas Higaldo, Matamoros y Morelos!

Este hombre nació en San José de Huajúcar en 1763, en los terrenos que pertenecían a su pariente José Calvillo, dueño de la Hacienda de San Nicolás, quien posteriormente los donaría en 1778 para ver nacer la Villa de Calvillo (en la actualidad, uno de los once municipios de Aguascalientes, estado que esperaría hasta 1835 para ser independiente de Zacatecas).

De carácter rebelde e inquieto, Pablo José estudió en el seminario tapatío y fue ordenado presbítero por el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo. Al culminar esta etapa de su vida, fue enviado como cura a varios lugares: Juchipila, Hacienda de San Jacinto, de Ojocaliente; Tepechitlán y Colotlán; en este último sitio, residió en calidad de vicario en el pueblo de Huejúcar, Jalisco.

Por motivos de salud, vivió en la ciudad de Aguascalientes por un tiempo; pero después fue asignado a Jesús María en 1809, donde supo sobre la conspiración de Miguel Hidalgo y Costilla. Después de escribir al líder independentista, decidió unirse a su causa junto con el indio tlaxcalteca Marcos Escobedo y sus flecheros.

¡Viva la Virgen de Guadalupe!

Calvillo encabezó el levantamiento en el pueblo y reunió a la gente en su casa de Colotlán, Jalisco, en una tarde de septiembre de 1810. El sacerdote entregó una estampa de la Virgen de Guadalupe a cada uno de los indios para colocarlas en sus sombreros. Así, salieron a luchar bajo la consigna de “¡Viva la Virgen de Guadalupe, viva la independencia y mueran los gachupines!”. Hechos unos demonios, los rebeldes tomaron las casas reales y apresaron a treinta peninsulares; después, los remitieron a Zacatecas en calidad de rehenes. Algunos de ellos fueron masacrados por la desbordada furia indígena.

El 17 de enero de 1811, con un improvisado ejército de miles de indios de Colotlán, el cura aguascalentense, quien ostentaba el título de mariscal de campo, asignado por el mismo Hidalgo, participó en la Batalla del Puente de Calderón, en la cual la suerte le fue adversa. Debido a esa derrota, perdió a un tercio de su gente.

A pesar del posterior apresamiento de Hidalgo en las Norias de Acatita de Baján (el 21 de marzo de 1811), el sacerdote Calvillo siguió manteniendo encendida la llama de la rebelión por varios meses más en Zacatecas y Aguascalientes, hasta que puso en jaque a los realistas. Participó en la toma de la ciudad zacatecana en marzo de 1811 ante la sorpresa y desconcierto del delegado don Felipe Terán, quien prefirió hacerse de la vista gorda y no enfrentarlo.

Después, el 12 de agosto de 1811, tras la injusta ejecución de Hidalgo, Aldama, Allende y Jiménez, el religioso hidrocálido, junto con las tropas de García Ramos, tuvo su último triunfo al tomar Aguascalientes. Seguramente hubiera seguido el camino de los insurgentes, si su salud no se hubiera mermado, lo cual lo obligó a pedir el indulto al gobierno virreinal y a la iglesia en octubre de 1811.

Sin ver la independencia

Pablo José fue perdonado y ejerció nuevamente como presbítero. Murió a los cincuenta y tres años, el 6 de abril de 1816 en Zacatecas. Falleció antes de ver a México independiente, objetivo que lograron Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide en 1821. Antes de esto, varios líderes como Morelos, Francisco Javier Mina, Matamoros y los hermanos Galeana morirían en la lucha por conseguir la independencia de México.

La siguiente ocasión que vaya al municipio de Calvillo, visite sus sorprendentes haciendas como la Vaquera, San Diego de la Labor, La Primavera y el Sauz; coma pescado fresco en la enorme presa de Malpaso y deléitese con sus nieves de garrafa, dulces de guayaba, chamucos y semas de canela… pero también recuerde al glorioso padre Calvillo, el insurgente hidrocálido que enarboló la antorcha de la libertad.

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