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La hidrojudía Anita Brenner

Por Alejandro Basáñez Loyola
Autor de las novelas históricas: México en llamas; México desgarrado; México cristero; Tiaztlán, el fin del Imperio Azteca; Santa Anna y el México perdido; Ayatli, la rebelión chichimeca; Juárez ante la Iglesia y el Imperio

 

Anita Brenner nació el 13 de agosto de 1905 en el estado de Aguascalientes, lugar mágico al que sus padres, de origen judío, llegaron desde los Estados Unidosellos buscaban un sitio en el cual pudieran asentarse y prosperar; llevar una vida tranquila, lejos de la persecución judía. 

Sus estudios en Aguascalientes la hicieron conocer personas que no comulgaban con su religión, pero que la aceptaban como una más de la boyante sociedad hidrocálida del Porfiriato. Durante su niñez y adolescencia, no sufrió la misma discriminación que sus padres vivieron en Letonia y Estados Unidos. México era un país más abierto en cuanto al establecimiento de personas provenientes de otras partes del mundomás si éstas traían capital para invertir en el milagro económico de don Porfirio.

Anita pasó su infancia en el rancho La Barranca, a orillas del río Pirules, propiedad de su familia, que con la Revolución, pasó a convertirse en un cuartel más de Pancho Villa. Durante la época revolucionaria, los Brenner se vieron afectados en su patrimonio, y temiendo por su vida, decidieron regresar a los Estados Unidos y buscar establecerse en San Antonio, Texas.

La educación de la pequeña Brenner fue bilingüe y siempre se dio entre lo judío y lo mexicano, que era su entorno natural. A temprana edad mostró interés por la escritura: relataba escenas sobre la chispa revolucionaria que incendiaríMéxico por una década.

Cuando cumplió dieciocho años, en el año de 1923, regresó a México y participó ávidamente en la difusión de la cultura mexicana con sus primeros escritos. También se convirtió en una apasionada coleccionista de grandes y pequeñas piezas.

Al inicio de la década de los años treinta, volvió a Estados Unidos para estudiar antropología y arqueología. Su interés por difundir sus conocimientos la convirtió en corresponsal del periódico The New York Times y The Nationlo que hizo que viajara por América y Europa.

En uno de sus viajes conoció a León Trotsky, a quien le ofreció su apoyo para que México lo recibiera como huésped de honorSu gran amistad con Diego Rivera ayudó para que se le otorgara el tan ansiado asilo al perseguido ruso, que intentaba escapar de la garra asesina de Stalin.

Judía, mexicana y bohemia, Anita Brenner fue una mujer revolucionaria que se adelantó a su época. Su navegar entre lo mexicano y el judaísmo la marcó toda su vida. Encontrar un lugar firme en la misógina sociedad mexicana, como judía, escritora y promotora del arte mexicano, fue su aliento. 

Su pensamiento sobre la situación del pueblo judío en su tiempo, se resume en un artículo que escribió para la revista The Nation: 

[…] conscientemente o inconscientemente, poco dispuesto, aceptando o deliberadamente, el judío en México, sea árabe, turco, ruso, inglés, polaco, o alemán, sea comerciante, maestro, vendedor ambulante o artista, educado o ignorante, se está volviendo tan mexicano, como el mexicano descendiente del conquistador o el hijo del indígena nativo. Está dando y dará al México del futuro, no sólo su trabajo, su dinero, o su cerebro, sino a sí mismo.

En 1916, mientras los villistas y obregonistas se disputaban a cañonazos el Bajío, la pequeña Anita Brenner y su familia, disfrazados de alemanes, treparon a un tren rumbo a Ciudad Juárez. Los ferrocarriles estaban tomados por los revolucionarios y el intentar marchar en alguno significaba jugarse la vida; sin embargo, quedarse en Aguascalientes implicaba el mismo riesgo. No era su primer escape de Aguascalientes, pero éste sí era el definitivo: México era un cementerio desde que Porfirio Díaz huyó a Francia en 1911. El señor Brenner vendió todo: coche, casa, muebles y ropa para pagar el pasaje hacia la frontera norte.

La familia se asentó en San Antonio, donde el emprendedor padre abrió un nuevo negocio. A pesar de que la familia se acomodó bien y estaba segura, Anita siempre se sintió fuera de lugar. Como judía mexicana, se encontraba en un espacio incómodorelegada por los judíos gringos, y discriminada por los texanosAunque casi mataba a su padre de un coraje, decidió regresar a su amado Aguascalientes en 1923.

Al llegar a la capital, se acomodó en el medio intelectual posrevolucionario del momento. Convivió en cafés y en fiestas con Diego Rivera, Frida KahloAntonieta Rivas Mercado, Tina Modotti, Edward Weston, Lola Álvarez Bravo, Nahui Ollin, el Dr. Atl y José Clemente Orozco. Así, encontró su vocación como mediadora cultural y estableció una reputación internacional que la definiría por toda su vida como gran periodista, escritora, antropóloga, promotora cultural e incansable viajera. Anita fungió como mediadora para posicionar en medios extranjeros al grupo de artistas conocidos como el Renacimiento del Arte Mexicano. Su identidad mixta le permitió atravesar fronteras y convertirse en una importante diplomática cultural.

Brenner escribió más de cuatrocientos artículos para diferentes publicaciones y varios libros, el más importanteEl viento que levantó a Méxicoprimer libro en inglés sobre la Revolución Mexicana. Carlos Monsiváis la colocó, junto con Tina Modotti, Frida Kahlo y Lola Álvarez Bravo, dentro del grupo de “mexicanas o extranjeras rápidamente nacionalizadas que ya son mitos, leyendas o figuras cuya mera invocación clarifica contenidos básicos de una época”. 

La hidrocálida fue la promotora de muchas de las obras de los artistas mexicanos en galerías de Nueva York. Su especialidad radicaba en conectar a gente importante en las fiestas que frecuentemente organizabaLa comida era excelente y abundante, el café bien cargadomúsica viva y baile.

Cuando el gobierno de México decidió otorgarle la orden del Águila Azteca en 1967, la máxima condecoración otorgada a un extranjero en el país, ella la rechazó contestando irónicamente“¡Habrase visto! ¡Otorgarle el Águila Azteca a una mexicana!”.

Anita se le recuerda como una célebre vecina y visitante de los famosos Baños del Ojo Caliente, donde muchos aguascalentenses conocieron su amabilidad y cordialidad.

El 1 de diciembre de 1974, perdió trágicamente la vida en un accidente automovilístico que tuvo lugar en la carretera de Ojuelos, Jalisco. Se dirigía a su rancho en Aguascalientes.

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