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La corrupción, ¿un problema insalvable en México?

En México, el combate a la corrupción no avanza… peor aún, está en retroceso. Con base en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) elaborado por Transparencia Internacional -el cual clasifica a las naciones de acuerdo con las impresiones sobre el grado de corrupción que existe en el sector público-, en más de dos décadas, la República Mexicana no ha logrado progresar en este problema que el año pasado le representó un costo de 7,218 millones de pesos (2,273 pesos por habitante), según el INEGI.

En 1995, año en el que salió publicado por primera vez el IPC, México obtuvo una calificación de 3.18 (en una escala de 0 a 10, donde 0 denota “muy corrupto” y 10 “ausencia de corrupción”; en 2012 la escala cambiaría de 0 a 100). Veintidós años después, en 2017, el país alcanzó su segunda posición más baja en el índice, con una calificación de 29 puntos.

“¡Parecería como si no hubiéramos hecho nada y se supone que sí! Ahí están las leyes anticorrupción, las herramientas de transparencia, los organismos para el control del gasto público, y a pesar de todo, no avanzamos en la lucha contra la corrupción», comenta el doctor en Sociología Genaro Zalpa Ramírez, quien en su trabajo de investigación ha abordado este tema.

“Al contrario de lo que piensan algunos políticos, incluido el presidente electo, mi perspectiva es que la corrupción está inmersa en la cultura del mexicano, y mientras no ampliemos su combate al punto de vista cultural, y únicamente la limitemos al tema legal, persecutorio, vamos a seguir con los mismos resultados”, observa el especialista.

Para Evangelina Tapia Tovar, doctora en Ciencias Sociales y Humanidades, quien ha centrado parte de su línea de investigación en la corrupción, el problema que atraviesa México es grave, porque a pesar de todos los recursos financieros y humanos que se han destinado para su erradicación, «seguimos igual, o en algunas ocasiones hasta peor».

Para la experta, el problema con el combate a la corrupción tiene varias aristas. La primera de ellas es que se ha tratado de atacar fundamentalmente en la administración pública, cuando es un flagelo social que permea en todos los ámbitos. La segunda arista, y muy relacionada con la anterior, es que los esfuerzos han ido dirigidos a aparentar que las instituciones de gobierno son transparentes y honestas, con el objetivo de no desincentivar las inversiones extranjeras en el país. “Una transparencia burocratizante”, define.

En este sentido, un estudio hecho por el bufete mundial Hogan Lovells y The Economist Intelligence Unit, basado en encuestas a 301 ejecutivos seniors alrededor del mundo, reflejó que los escándalos de corrupción y el débil Estado de derecho experimentados en el país limitan la entrada de flujo de capital extranjero.

La especialista añade que uno de los factores que potencia la corrupción en México es la impunidad (el 99.3 por ciento de los delitos generales no se castiga, según el Índice Global de Impunidad México 2018, elaborado por la UDLAP). En este punto, el doctor Genaro Zalpa coincide y agrega: “Es un círculo vicioso. ¿Por qué hay impunidad? Porque hay corrupción. ¿Por qué hay corrupción? Porque hay impunidad. Desafortunadamente, la justicia se puede comprar”.

La corrupción normalizada

La investigación de Zalpa Ramírez “¿No habrá manera de arreglarnos? Corrupción y Cultura en México”, incluye una encuesta de 2008 en la que el 53 por ciento de los mexicanos sondeados cree que quien ocupa un cargo público o privado tiene la obligación de ayudar a su familia o amigos, aunque para ello tenga que violar las normas. Pese a ser de hace 10 años, es un dato muy revelador, según los expertos.

«A la gente que no aprovecha la oportunidad se le cataloga como tonta. Hay una exigencia social de ayudar a nuestros cercanos, aun cuando eso signifique cometer acciones ilegítimas, ilegales, ventajosas. Se busca gozar de ese trato preferencial que ocasiona la corrupción, y la gente que se mueve en el marco de la legalidad recibe reproches. Esto conduce a que la gente prefiera quedar bien con sus allegados, aunque esté violando la normatividad de su trabajo. Pero normalmente la mayoría de la gente no lo considera corrupción, porque hay un amiguismo, un compadrazgo que la ‘legitima’; pero es corrupción», refiere Tapia Tovar.

Zalpa Ramírez menciona sobre la normalización de los actos de corrupción lo siguiente: «La familia es el primer espacio donde aprendemos a vivir en sociedad. El hecho de que uno simplemente vea en su entorno, dependiendo del nivel socioeconómico en el que esté, que se paga una mordida para que le pongan un diablito a su medidor de luz para que el recibo le salga más barato, o que pagues una buena cantidad de dinero para que te concedan un contrato de gobierno, claro que te va educando profundamente, te va marcando y lo vas normalizando».

La serpiente con varias cabezas

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG) 2017 del INEGI, la corrupción es el segundo problema que más preocupa a los mexicanos, por detrás de la inseguridad y la delincuencia.

En opinión de Tapia Tovar, esto se debe a que la sociedad se está dando cuenta cada vez más que la violencia y la inseguridad son producto de la corrupción. «Anteriormente se veía a la pobreza y el desempleo como el principal problema; pero hemos ido descubriendo que la violencia y la inseguridad son manifestaciones de la corrupción, y que si la dejamos crecer más, la situación empeorará».

Precisamente, el combate a la corrupción fue uno de los puntos clave en la victoria de AMLO en los comicios electorales, reveló Consulta Mitofsky.

Pese a esto, el doctor Genaro Zalpa muestra escepticismo sobre los resultados que consiga el presidente electo: “No basta con la voluntad del próximo presidente para cambiar las cosas. Es necesario llevar a cabo acciones que desde mi óptica deben ser enfocadas desde la perspectiva de la cultura. La corrupción es cultural, no es inherente a los mexicanos, no es natural a nosotros. Tenemos que entender que las culturas no cambian de un día para otro, ni de un sexenio para otro; son cambios bastante lentos que quizá nos desesperen, pero que se pueden lograr, se puede cambiar».

“Si dijéramos que la corrupción es inherente a los mexicanos, parecería que tenemos un gen que nos hace corruptos. Por ejemplo, los mexicanos que se van a Estados Unidos, muchas cosas que aquí son normales (como dar mordidas) allá no las realizan, y tiene que ver con ese respeto a la legalidad que en nuestro país no existe», dice Tapia Tovar.

Un informe del Barómetro Global de la Corrupción, publicado por Transparencia Internacional en octubre de 2017, reveló que el 51 por ciento de los mexicanos ha sobornado a autoridades para acceder a servicios públicos básicos, el porcentaje más alto en América Latina.

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