Por: Alejandro Basáñez Loyola
Autor de las novelas de Ediciones B: México en Llamas; México Desgarrado; México Cristero; Tiaztlán, el Fin del Imperio Azteca; Ayatli, la rebelión chichimeca; Santa Anna y el México Perdido; Juárez ante la iglesia y el imperio y Kuntur, el Inca de Lectorum.
“Cuando aún era de noche, cuando aún no había día, cuando aún no había l
uz, se reunieron, se convocaron los dioses, allá en Teotihuacán”.
Códice Matritense
Se habla de la cultura teotihuacana para referirse a los enigmáticos habitantes de Teotihuacán, una de las más grandes ciudades de la Mesoamérica prehispánica. Fundada alrededor del 1000 a.C., increíblemente solo se ha excavado un 10% de su extensión.
El resto sigue siendo un misterio que aguarda a nuestros arqueólogos más avezados. “La ciudad donde los hombres se hicieron dioses” es considerada como la Roma de Mesoamérica y alcanzó a ser la más poblada de la región (con alrededor de 125 mil habitantes).
Junto con los olmecas y mayas, es considerada como una de las más misteriosas civilizaciones de la era precolombina en América. Antecedió a los mayas por un milenio; no manejaba jeroglíficos ni ninguna escritura conocida.
Su origen y desaparición constituyen un continuo debate entre especialistas. Se sabe de su innegable existencia por las ruinas de Teotihuacán cuyo significado es “el lugar que tiene a nuestros dioses”.
Sus pobladores eran expertos constructores de una monumental arquitectura. Son famosas sus pirámides del Sol y de la Luna, su templo de Quetzalcóatl, junto con otras construcciones similares de menor tamaño que flanquean la calzada de los muertos. Pintaban con motivos alegóricos su religión y cosmovisión; realizaban una cerámica con acabado finísimo.
Los teotihuacanos tenían una religión politeísta y compleja. Consideraban a Quetzalcóatl como su máximo dios. Mantenían contacto constante con otros grupos, a quienes transmitían sus creencias e ideas, muchas de ellas perduraron por siglos en otras culturas. El culto a Quetzalcóatl, originado por ellos, es un ejemplo de esto.
Asociaban a este dios con el planeta Venus, quien habría traído el agua, la lluvia, la civilización y el arte. Lo representaban como la serpiente emplumada o un dragón volador. En el periodo posclásico, la serpiente emplumada se presenta con los mayas como Kukulkán.
Otros eran Tláloc, dios de la siembra; Huehuetéotl, dios del fuego; Tezcatlipoca, dios del cielo y la tierra. Algunos fueron retomados por aztecas y tlaxcaltecas. También es muy probable que los teotihuacanos hayan sido de los primeros que se involucraron en ritos con sacrificios humanos.
¿Por qué culturas tan adelantadas hacían sacrificios humanos para congraciarse con los dioses? Quizá porque estos se los pedían en verdad, y no eran dioses, sino seres de otros mundos que los explotaban a cambio de agua y buenas cosechas. El más sospechoso es Tláloc, extraño monstruo con anteojeras redondas de piloto, siempre exigiendo sangre a cambio de agua y buen maíz.
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Estar en Teotihuacán es como estar en las ruinas de Roma o Atenas. Su arquitectura evidencia una civilización grande y poderosa. Su principal pirámide, la del Sol, tiene casi las mismas dimensiones en sus lados que la de Keops (224 metros contra 230). Su compañera, la de la Luna, con 43 metros de altura, es más pequeña —como lo son las de Kefren y Micerinos en comparación con la de Keops en Egipto—. La de Kefren tiene 136 metros de alto y 215 de lado. La de Micerinos 62 de alto por 104 por lado. La de Zoser 65 por 125.
Culturas como la mexica se encontraron con las ruinas de Teotihuacán, así como las vemos hoy en día. No sería descabellado pensar que el tlatoani Ahuizotl haya subido la pirámide del Sol, así como lo hacemos nosotros como turistas. ¿Cómo llegaron y cómo se fueron los teotihuacanos? Es un enigma, al igual que lo es con los mayas y los olmecas.
Los estudiosos dicen que Teotihuacán murió de sed, mientras que otros argumentan que llegó a tener tanta agua, que la calzada de los muertos era una vía acuática. Lo que es un hecho innegable es que tanto mayas como teotihuacanos y egipcios construían pirámides. La comunicación entre África y América en esos años era prácticamente imposible, a menos que los dioses las visitaran indiferentemente en sus carrozas de fuego.
¿Será que un Anunnaki o algún alienígena visitó a los teotihuacanos, su transporte fue tomado como un dragón o serpiente voladora, y así nació la leyenda de Quetzalcóatl?
El culto a Quetzalcóatl, iniciado por los teotihuacanos, se convirtió en un fenómeno en todo Mesoamérica. La serpiente emplumada fue una deidad adorada por varias culturas en diferentes épocas y lugares. Grandes zonas arqueológicas en la región tienen cabezas de serpientes al pie de sus templos y pirámides.
En algunos escritos se le menciona como si fuera un hombre; en otros como un dios omnipotente. Quetzalcóatl fue guía de los teotihuacanos. Gracias a él, Teotihuacán se distinguió como la primera civilización de Mesoamérica. Su influencia llega hasta los aztecas, reflejada en el temor de Moctezuma de que Hernán Cortés fuera la serpiente emplumada, cumpliendo su promesa de regresar a reclamar todo lo suyo en 1519.
En 1910, Teotihuacán fue restaurado para convertirse en sitio abierto al público para las fiestas del centenario. El arqueólogo que hizo los arreglos fue Leopoldo Batres, al que se le acusa de irresponsable tras haber destruido piezas valiosas en la restauración. Hay quienes aseguran que utilizó dinamita.
La próxima vez que andes por la CDMX, no dejes de visitar este enigmático lugar, inicio de todo lo que somos.