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La certificación de competencias en las instituciones de educación

No cabe duda que este tema no es sencillo, pues implica una serie de estrategias que por temas culturales se considera como un cambio relevante, lo que por definición lleva a un rechazo natural de los actores involucrados; pero a pesar de esto, se presentan algunas ideas con el fin de aportar elementos que podrían coadyuvar una implementación más efectiva de un modelo de aprendizaje basado en la certificación de competencias en las instituciones educativas.

Para comenzar hay que tener la visión de una certificación que permita obtener a los egresados una mejor incorporación al mercado laboral; esta deberá cumplir dos premisas, que la cultura de la certificación puede propiciar:

  1. Primera, que el estudiante asuma la responsabilidad de identificar sus propias áreas de oportunidad para el aprendizaje según su contexto y busque, en consecuencia, adquirir voluntariamente el conocimiento necesario sobre ellas. Una vez que lo haya obtenido, debe certificarse en la materia para asegurar que domina los temas y así poder demostrarlo con evidencias a los empleadores.
  2. Segunda, minimizar el tiempo de capacitación del egresado en las tareas asignadas   dentro de la empresa y con ello, disminuir el costo inherente a esta actividad; pero más importante es comenzar a conseguir, tan pronto como sea posible, los beneficios que un colaborador experto y propositivo puede aportar a la competitividad de la organización en la cual se desarrolle.

Los modelos de estadías que en los últimos lustros han operado en las instituciones educativas han aportado avances significativos en lo anteriormente mencionado, de hecho, coincidentemente en cuatro compañías (en las cuales he estado en estos últimos días) ha sido reiterativo que el modelo de técnicos o ingenieros becarios, como se les conoce a los cuasiegresados en su periodo de estadía profesional, es el semillero de profesionistas que demandan para su crecimiento. Cabe aclarar que estos comentarios no fueron fruto de preguntas específicas, si no de expresiones espontáneas, las cuales emergieron de las conversaciones de negocios que, de forma cotidiana, se dan en las empresas.

No obstante, todo esto sería más interesante si estas estadías pudieran terminar con la certificación de competencias, las cuales previamente serían establecidas, de manera conjunta, por la compañía, la institución educativa y, por supuesto, el aprendiz; de esta manera, todos los involucrados podrían asegurar que la presencia del estudiante en el medio laboral finalizó exitosamente con el dominio certificado de las competencias requeridas por la firma para la realización de tareas específicas que podría desempeñar el futuro profesionista.

Esta forma de manejar la estadía profesional sería ideal para cuando prácticamente se ha terminado el ciclo de la carrera, por lo que para los periodos cuatrimestrales o semestrales, se plantea una estrategia que pudiera operar de la siguiente forma:

Centrar, principalmente, el proceso de aprendizaje en el alumno, es decir, que él sea responsable y esté comprometido con lo que se debe aprender, también él tiene que marcar tiempos y formas para adquirir el conocimiento. Esta forma de percibir el proceso de aprender implica un cambio en la figura del profesor, el cual, en lugar de solamente retransmitir contenidos, se dedicará a cumplir una función muy superior y, por supuesto, más compleja, la de coordinar a los alumnos para que obtengan los avances requeridos en las materias, en otras palabras, deberá ser un conferencista, motivador, líder, gerente, director, gestor, seguidor. Trabajará en conjunto con cada uno de sus aprendices, en forma personal subsidiariamente, ya que algunos requieren mayor acompañamiento, mientras que otros no lo necesitan tanto; además, dará asistencia para recomendar diversas fuentes de información y verificar que el estudiante camine en función de lo previsto.

Pero, ¿qué es lo previsto? La institución cuenta con la herramienta útil de los estándares de competencia, mediante los cuales indica y conoce con toda claridad lo que se espera (lo previsto) del estudiante para certificar que tiene una competencia. Es un instrumento que orienta acertadamente, tanto a profesor como a alumno, para enfocar la estrategia de búsqueda, adquisición y, sobre todo, aplicación del conocimiento

El enfoque del proceso en el aprendizaje, más que en la enseñanza, ya es de por sí un cambio de paradigma, del cual se continuará hablando en las próximas entregas.

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