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La certificación de competencias de los docentes

Ante los procesos de selección que las autoridades educativas están llevando a cabo en estas últimas fechas, para obtener al personal docente con las mejores condiciones que optimicen el aprendizaje de los estudiantes, se vuelve necesario hacer algunas reflexiones para entender completamente el espíritu de esta estrategia, la cual a todas luces se antoja como positiva.

Es interesante, en primera instancia, considerar que la selección y dictaminación de las capacidades docentes es muy similar a la manera de certificar las competencias laborales en otros ámbitos, por ejemplo, en el empresarial. Esto se debe a que el proceso toma en cuenta no solo el conocimiento teórico adquirido por el aspirante a maestro, sino también las prácticas del saber hacer, saber ser y, sobre todo, saber convivir, condiciones imprescindibles para erigirse como líderes de los grupos de aprendizaje.

Esta certificación de los educadores tiene innumerables ventajas frente al sistema de herencia de plazas o de favores sindicales que prevalecía en el pasado, pues su intención es comparar los perfiles de los postulantes con un estándar establecido para ser un profesor idóneo. Y, a propósito de esta última palabra, llama la atención que los dictámenes se presenten en esos términos: si el candidato cumple con lo establecido se le considera idóneo, si no, se le define como no idóneo, lo cual le brinda otras oportunidades para superar sus carencias. La falta de determinadas habilidades o conocimientos es muy sencillo de detectar con este instrumento tan claro y preciso; gracias a él, el aspirante sabrá exactamente en cuáles áreas debe prepararse y practicar, para que en la siguiente ocasión pueda llegar a ser adecuado y apropiado para la enseñanza.

Así pues, en los mecanismos de certificación de competencias laborales, los posibles resultados son que el solicitante pueda ser competente, si demuestra tener todos los elementos del saber (saber hacer, ser y convivir) contenidos en un estándar definido por expertos; o aún no competente, si no cumple con todas las especificaciones. Al igual que en la selección del profesorado, la palabra ‘aún’ representa una gran diferencia con las evaluaciones tradicionales, pues otorga la posibilidad de solicitar nuevamente la realización del proceso tras haber superado los conceptos por los cuales se obtuvo una consideración negativa.

Lamentablemente, las autoridades educativas, las sindicales, los medios masivos e incluso los postulantes, debido a la fuerza de la tradición, todavía se refieren a este método como al examen o evaluación y sus resultados los miden como aprobados o reprobados, con todo el sentido peyorativo y poco motivante que carga este último vocablo.

El reto es que esta herramienta, la cual comenzó a aplicarse por primera vez hace menos de una década, llegue a madurar de tal forma que los educadores no sean evaluados, sino certificados y recertificados en función de su desempeño, resultados y, sobre todo, niveles de aprendizaje de los grupos de estudiantes, con el objetivo de lograr que esta cultura de certificación sea un sistema de aprendizaje tanto para maestros como alumnos.

Con este método, las empresas tendrán capital humano más competitivo y se logrará coadyuvar la generación de riqueza y su consecuente disminución de pobreza.

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