Icono del sitio Líder Empresarial

Jueces: el secuestro

Por Omar Williams López Ovalle, @owlo73

Expreso antes que nada, en estas primeras líneas, un agradecimiento personal a los directivos que hacen posible este medio de comunicación, Líder Empresarial, por darme la oportunidad de colaborar en tan importante empresa; sin lugar a dudas, el proceso dialógico que llevan a cabo con la sociedad (tanto en la versión impresa como digital) resulta uno de los caminos más seguros y mejor empedrados para fortalecer la democracia, régimen político que permite tener rieles firmes para el desarrollo económico de México.

Estimados lectores, deseo llamar poderosamente su atención para expresarles algunas breves y deshiladas reflexiones sobre un tema que nos preocupa a todos, el secuestro –del cual me parece, por fuerte y delicado que sea, no se debe dejar de hablar públicamente–. En estos días, se nos dieron a conocer algunos datos sobre este tópico por parte de la asociación Alto al secuestro; entre ellos, quiero resaltar uno: del 2012 a la fecha se han reportado 5 710 secuestros y tan solo en el mes de abril de 2015 fueron denunciados en México 138 casos con 171 víctimas; de ellas, 14 por ciento fueron privadas de su vida en cautiverio.

Estos datos duros nos ayudan a plantearnos algunas ideas con respecto a uno de los fenómenos delictivos que genera más conmoción en las sociedades actuales y tiene efectos devastadores en sus víctimas, pues flagela el carácter de las personas, provocando que las relaciones entre individuos sean más complejas.

El secuestro se realiza con el fin de obtener un rescate monetario; pero también se lleva a cabo con otros propósitos, algunos de ellos de carácter político o inclusive religioso. A través de este ilícito se desplazan en libertad –vaya paradoja– y sin el menor riesgo miles y millones de pesos en efectivo todos los días. Hoy en día, los estudiosos del tema nos indican que las víctimas del secuestro son de clase media o baja, empresarios, ganaderos, estudiantes, periodistas, legisladores, sacerdotes, narcotraficantes, campesinos, burócratas, maestros… en pocas palabras, nadie está a salvo de este crimen, no hay capa protectora contra él. Ni siquiera la edad es una condición, pues se conocen datos de menores de 12 años y adolescentes víctimas de secuestro.

Los individuos que cometen este hecho antisocial son personas a quienes les importa poco la vida de otros. En México, la edad de estos victimarios oscila entre los 13 y 45 años. Los estudios psicológicos nos indican que la metáfora del nombre del padre pierde significado en ellos, por lo cual su tendencia es la de desaparecer la ley por necesidad de tener un padre imaginario; de ahí que sea un ser humano con muy baja calidad e intensidad en sus relaciones sociales y sea capaz de dañar a sus semejantes.

Un caso que ejemplifica la crudeza de este flagelo es la intervención del Papa Pablo VI en el secuestro de Aldo Moro, ocurrido en Italia, 1978. El papa escribió una carta a los secuestradores de las Brigadas Rojas, intercediendo por la liberación de Moro: “No tengo ningún mandato para hablar con usted y no estoy sujeto a ningún interés privado en lo que respecta. Pero le quiero como a un miembro de la gran familia humana, como un amigo de la época de estudiante y ―por un título muy especial― como a un hermano en la fe y como un hijo de la Iglesia de Cristo. Hago un llamamiento que ustedes ciertamente no ignorarán… de rodillas se lo ruego, liberen a Aldo Moro, simplemente, sin condiciones, no tanto por mi humilde y bien intencionada intercesión, sino debido a que comparto con usted la común dignidad de un hermano en la humanidad… Hombres de las Brigadas Rojas, me dejan, el intérprete de las voces de muchos de nuestros conciudadanos, la esperanza de que en sus sentimientos de corazón que la humanidad triunfará. En la oración, y siempre amándolos, espero prueba de ello”. Días más tarde, el cuerpo del secuestrado fue encontrado lleno de balas. El papa presidió el funeral en la catedral de San Juan de Letrán, visiblemente afectado y conmovido.

En México, este delito adquiere matices dramáticos porque en muchas de las ocasiones intervienen agentes de la policía, lo cual genera que sus consecuencias sean devastadoras, pues entre otras cosas, hace más costosos los servicios públicos, ha generado en los últimos años un aumento injustificado en materia de seguridad y, en materia de salud, las víctimas quedan con un trauma emocional para toda la vida.

Factores como la impunidad, la falta de denuncia y una cifra negra obstaculizan el combate del secuestro. Toca a todos, como sociedad, no dejar el tema y seguir hablando de él para recordar que uno de los grandes pendientes de este país es la seguridad.

Salir de la versión móvil