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Jorge Terrones, cifrar y descifrar los pliegues del atlas

En fechas recientes, Jorge Terrones fue anunciado como ganador del Premio Bellas Artes de Ensayo Literario Malcolm Lowry. Tan sólo dos escritores aguascalentenses más habían ganado premios análogos convocados por el Instituto Nacional de Bellas Artes: Desiderio Macías Silva (el Premio de Poesía Aguascalientes en 1972 por Ascuario) y Benjamín Valdivia (el Premio Nacional de Crítica de Arte por El friso. Nuestros dioses de Saturnino Herrán en 1987).

Con una trayectoria entre el ensayo, la dramaturgia, la crítica literaria y de arte, así como en la docencia en la Universidad Autónoma de Aguascalientes e investigación en el Centro de Investigación y Estudios Literarios de Aguascalientes (CIELA Fraguas), Jorge Terrones narra que sus primeros acercamientos artísticos vinieron del núcleo familiar.

Su bisabuelo del lado materno era músico (tocaba el violín y el piano) y tenía una imprenta. Su abuela y su madre eran pianistas y buenas lectoras. Su madre, además de ginecóloga, también es pintora y bailarina. En este ambiente, en realidad, no encontró directamente la fascinación por la literatura. 

“El primer contacto con el arte, no fue con la literatura, sino la música. Me interesaban mucho los signos de la música sin música; es decir, las partituras, y cómo de algo que no podía descifrar salieran cosas maravillosas”, comparte.

“No me hacía una idea, de niño, en cuanto a hacerme una carrera literaria. Yo no lo tenía claro, pero porque no tenía claro básicamente nada. Pero sí me recuerdo con mucha curiosidad, sobre todo con las enciclopedias y los atlas”, menciona. Quizás esa suma y esa fascinación hayan sido parte fundamental de una manera de entender la escritura: cifrar y descifrar los pliegues, como si de un atlas se tratara.

Dos silencios: el de los sucesos traumáticos y el elegido

Antes de estudiar Letras Hispánicas, realizó un respectivo semestre en Matemáticas Aplicadas y Administración de Empresas, así como media carrera en Sistemas Computacionales. Si bien las matemáticas le gustaban, menciona que “eran eso; un gusto nada más”.

Ya en la licenciatura se potenció un gusto iniciado desde algunos años antes: la poesía. Sin embargo, una serie de hechos o sucesos encadenados implicaron un reviraje: “un cúmulo de episodios traumáticos, que así los considero, me hicieron plantearme la vida”.

En ese sentido, reflexiona:

“En 2009, hubo uno que me apabulló. Tuve una experiencia muy fuerte. Con los años entendí el famoso dictamen de Adorno, ‘No se puede escribir más poesía después de Auschwitz’, que cuando lo conocí me parecía muy abarcador y no lo entendía muy bien. Lo que él trataba de decir era ‘¿cómo puede existir la belleza después de todas estas tragedias que han pasado en el mundo?’ Yo lo entendí desde un punto de vista individual. Podría decirse que tuve mi propio Auschwitz”.

Desde entonces y a la fecha, no ha vuelto a escribir poesía, pero la buscó por otros lugares. Encontró en la prosa un nuevo vehículo y, en especial, en el ensayo (aun cuando después haya incursionado en otros registros).

“El origen de todos estos géneros ha sido la explosión de la poesía para abandonarnos o encontrarnos por otros lados, pero ya no desde la escritura como tal”, dice.

En 2014, fue ganador del Premio Nacional de Ensayo Joven Octavio Paz con Tres sardinas en un plato e ideas nómadas. Arte contemporáneo y Octavio Paz. Con la oportunidad de escribir de un autor que lee constantemente y admira, se preguntó si ciertos postulados de Paz sobre el arte que le tocó conocer podrían ser aplicables a aquel que no llegó a ver (el arte contemporáneo).

“Hacer dialogar la crítica de Paz con un mundo que ya no alcanzó a observar en su complejidad (el arte contemporáneo). Por una parte, saber si seguían vigentes las ideas que él aplicaba para el arte que vivió, hacia atrás, y verificar si esas ideas hacia adelante (de ahí el título de Ideas nómadas), podían seguir arrojando luz sobre el arte de la actualidad. A mi juicio, sí, sigue siendo el más grande crítico de arte de nuestro país, incluso ahora”.

Posteriormente, mientras realizaba sus estudios de doctorado creyó que no tendría tiempo para dedicar a otros proyectos; sin embargo, no fue así y pudo emplearlo en la escritura y la corrección. Decidió entrar a un periodo de silencio voluntario (alrededor de seis años), en la búsqueda de nuevos temas y estilos. Dejó de buscar publicar incluso en revistas o periódicos, hasta hace poco tiempo.

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Dos líneas: cartografiar el exterior y el interior

Aquel periodo fue de introspección, investigación y reescritura. Aún más, se enfocó en dos líneas de trabajo claras: la de sus intereses y la del territorio interior. De 2020 en adelante se han visto los resultados de ese proceso.

En la primera, surgieron libros sobre el arte contemporáneo en Aguascalientes (de su investigación de doctorado, Juan disparó a un buitre que caminaba con pintura azul: un relato sobre arte en Aguascalientes, 2021), el Rescate hemerográfico de la revista de la Asociación Cultural Aguascalentense(1952: Año cero, 2021), o Antes del herrero y después de la eternidad: Puntos ciegos de la obra de Víctor Sandoval y Salvador Gallardo Dávalos (2022), un estudio sobre un periodo poco revisado de la vida y obra de ambos autores.

En la segunda, dos obras marcan el inicio de una tetralogía sobre aquellos sucesos que refirió antes: El vuelo de Thelma (texto dramático estrenado en 2021 con la dirección de Daniel Mosqueda y la actuación de Daniela Vasch) y Recuerdo (ensayo/memorias, 2022).

“Por una parte, está mi mirada hacia cosas que me interesan, donde están los ensayos. Por otra, la mirada hacia uno mismo. Ahí me di cuenta de que estaba haciendo una tetralogía de los episodios de los que hablaba antes. Los he tratado de volcar hacia la literatura, buscando distintos registros y diferentes códigos o géneros, para formar cuatro obras, cada una con un género distinto y cada una con temas afines, pero enfocados en uno, para que, al final, se construya una vida, transformada hacia el lado literario”, dice.

Recorrer México a través de otros ojos

La escritura, para Jorge “requiere, me parece, un buen grado de soledad”, y de la cual se declara un crítico exigente de sí mismo. Su más reciente proyecto se centró en la vida y obra de David Markson, autor estadounidense que primero visitó México tratando de “mimetizar” el viaje etílico de Malcolm Lowry (autor de la novela Bajo el volcán) y que luego construyó otros puentes con nuestro país.

Su interés partió de un tuit de Margo Glantz, autora a la que admira como escritora, pero de quien también disfruta mucho sus lecturas.

“Mencionaba este autor que yo no conocía de absolutamente nada. Me dije ‘si le gusta a ella, probablemente me guste a mí’. Tenía mi Kindle y me hice del libro La soledad del lector. Fue una especie de hechizo, me encantó. No sabía muy bien qué estaba leyendo: si era un conjunto de ensayos o una serie de aforismos, si era una novela, un juego o arte conceptual. Todas estas cosas las pensaba y no sabía descifrar qué es lo que estaba leyendo. Me fui haciendo de más libros de este autor y me siguió gustando”.

A partir de un largo proceso de investigación, surgió el texto que presentó al certamen que lleva el nombre del autor inglés y que convoca a realizar ensayos sobre escritores extranjeros que hayan dedicado interés a México.

En No haber escrito nunca es mejor: David Markson y México, como en el acto de cartografiar, Jorge Terrones unió diversos puntos: las referencias a la cultura y literatura mexicana que hacía Markson, la reverencia del autor estadounidense por Malcolm Lowry, los estudios que hizo en nuestro país (concretamente en el Centro Mexicano de Escritores, entre 1958 y 1961), así como la amistad con el poeta Marco Antonio Marcos de Oca (puesto que ambos se dedicaron mutuamente varios poemas).

Desdoblar los pliegues

Abriendo los pliegues del atlas, encontró las resonancias marksonianas en la escritura mexicana actual, sobre todo en la femenina.

Los últimos libros de Markson, La amante de Wittgenstein (recientemente reeditado por Sexto Piso), La soledad del lector, Esto no es una novela, Punto de fuga y La última novela, aparecieron, señala Jorge, dentro de la escritura de diversas autoras: en textos como La invención de un diario,de Tedi López Mills (donde la amante de Wittgenstein es un personaje central), varios textos de Margo Glantz o Permanente obra negra de Vivian Abenshushan.

En ese sentido señala que la impronta de Markson ha sido más clara en los procesos de escritura que desde el estudio crítico. Así, traza en su libro, al menos en una parte, las apropiaciones estilísticas en autoras como Margo Glantz, Vivian Abenshushan, Jazmina Barrera, Cristina Rivera Garza y Tedi López Mills.

“Me interesaba la manera, por un lado, de cómo Markson fue influido por la cultura mexicana, y, por otro, de cómo ha sido adaptada la poética de la obra de Markson a los intereses literarios de estas autoras”, concluye, un ejercicio que el propio Jorge realiza en toda su obra.

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