El sonido del metal cortado, el olor a pintura en polvo y la precisión de cada ensamblaje son parte del ecosistema que define a JM Romo, una empresa que nació en un pequeño taller y se convirtió en un referente de la industria mexicana del autoservicio.
Su historia es la de un hombre que supo ver más allá del negocio familiar y transformar un oficio en un emporio. Jesús María Romo Romo, con su disciplina férrea y su visión pragmática, construyó no solo una fábrica de muebles comerciales, sino un modelo de empresa que dejó huella en Aguascalientes y más allá.
Pero detrás del éxito, la historia de JM Romo también está marcada por desafíos, pérdidas y una filosofía empresarial que desafió los esquemas de su tiempo.
Desde la expansión internacional hasta la creación de un parque recreativo para sus trabajadores, la empresa no solo se ha medido en ganancias, sino en la forma en que redefinió el trabajo y el bienestar en el sector industrial.
El origen: de un taller de niquelado a una industria pionera
El año es 1939. En un modesto taller de Aguascalientes, Jesús María Romo Romo, junto a su padre y su hermano, trabaja en el niquelado de piezas metálicas. No tiene grandes inversiones ni maquinaria avanzada, pero sí algo que marcará la diferencia: una obsesión por el orden, la eficiencia y la mejora continua.
Un arreglo familiar lo deja como único dueño del negocio, y con ello, el control total sobre su destino. Su primera gran decisión no es aumentar la producción, sino establecer un reglamento interno que imponga disciplina y estandarice procesos. No es una ocurrencia; es su manera de entender el trabajo: si algo va a hacerse, debe hacerse bien, a la primera.
En 1963, la empresa da un giro: comienzan a fabricar manualmente las primeras góndolas metálicas para comercios. Lo que inicia como una prueba pronto se convierte en un producto estrella. La demanda crece, y con ella, la necesidad de mayor capacidad de producción. No hay tiempo para dudas: viajan al extranjero, compran maquinaria especializada y empiezan a fabricar en serie. JM Romo ha nacido.
Para 1965, la empresa equipa su primera tienda de autoservicio. Ya no es solo un taller; es un actor clave en la transformación del comercio en México.
JM Romo anuncia nuevo centro de distribución en Aguascalientes
Crisis, reinvención y el giro social
El crecimiento no es lineal ni está exento de golpes. En 1974, la muerte de Jesús Fernando Romo del Villar, hijo y mano derecha del fundador, sacude a la familia y a la empresa. Para cualquier otra compañía, este sería un golpe letal. Para JM Romo, se convierte en un punto de inflexión.
Lejos de retraerse, Jesús María Romo y su esposa, María del Carmen del Villar, canalizan el duelo en un nuevo propósito: fortalecer la empresa y devolver algo a la comunidad. En 1975 crean el Centro de Superación Familiar, un espacio de capacitación para las esposas y familias de sus trabajadores. Un movimiento atípico en un país donde la relación empresario-trabajador suele estar marcada por la frialdad y la distancia.
Pero eso es solo el inicio. En 1981 inauguran el Parque Recreativo Jesús María Romo, un complejo de 35 mil metros cuadrados exclusivo para los empleados. No es una cancha y un comedor: es un ecosistema de bienestar. Teleférico, rueda de la fortuna, un teatro, un gimnasio, una escuela de capacitación. Un concepto que parece más un club privado que un beneficio para obreros de la industria.
Este modelo, que en su momento parecía una excentricidad, terminó siendo un referente en responsabilidad social. Un modelo de empresa que no solo exige, sino que también devuelve.
Expansión y el siguiente capítulo de JM Romo
El presente de JM Romo es el de una compañía que sigue en movimiento. Con tecnología propia, una cadena de producción optimizada y un modelo de autosuficiencia que reduce la dependencia de proveedores externos, la empresa ha sabido mantenerse en la cima sin perder su esencia.
Su apuesta más reciente es la construcción de un nuevo Centro de Distribución en Aguascalientes, anunciado el 28 de noviembre de 2024. Con una inversión estratégica, la empresa busca reducir tiempos de entrega, mejorar la logística y consolidarse como el principal proveedor de mobiliario para autoservicio en México.
El director general, Antonio Romo Femat, dejó claro el propósito de esta inversión:
«La creación de este Centro de Distribución nos permitirá agilizar nuestros procesos, reducir tiempos de entrega y mejorar la atención a nuestros clientes.»
Pero más allá de los números, el impacto es claro: nuevos empleos, mayor dinamismo económico y una Aguascalientes que se fortalece como hub logístico.
El legado de un hombre que nunca perdió el suelo
Jesús María Romo Romo falleció el 18 de febrero de 1990. Su muerte no apagó su legado.
Su frase más icónica, «Más vale un gramo de lealtad que un kilo de viveza», sigue presente en la cultura de la empresa. JM Romo sigue creciendo porque no solo es una compañía; es una filosofía.
El negocio que comenzó con un pequeño taller de niquelado se ha convertido en un pilar del desarrollo industrial de México. Hoy, cada góndola, cada estantería y cada estructura que sale de sus fábricas lleva impreso el ADN de su fundador: orden, eficiencia y visión.
Aguascalientes, una ciudad históricamente marcada por la industria y el comercio, tiene en JM Romo un testimonio vivo de lo que puede lograr una empresa cuando se niega a conformarse con lo establecido.
El futuro de JM Romo aún se sigue escribiendo. Pero algo es seguro: sigue siendo el referente que imaginó su fundador.
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