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Invasión a la privacidad: ¿Un hábito «normal» en tiempos de COVID-19?

Por Betty Cardiel, Socia Consejera de </cyberwag. Directora De Gobierno, Riesgo y Cumplimiento USCAN en Softtek (bcardiel@cyberwag.com)

Encontrar información y fotografías de una persona desde el hospital o desde su casa, conocer sus síntomas, algunas de sus reacciones y el impacto que están viviendo sus familiares, es solo una manera de ver lo expuesta que está nuestra privacidad. A pesar de todos los esfuerzos de protección que se han realizado para que vivamos en un mundo más seguro para nuestra información, estas acciones tienden a minimizarlos. 

Además de una emergencia sanitaria, estamos viviendo también la guerra de los datos, todo por obtener la última información de la persona cuya prueba resultó positiva, asintomática, quienes resultaron negativos, aquellos que ya se han recuperado y desafortunadamente los que han fallecido.

Por supuesto que para muchos de estos casos, se está rompiendo la barrera de confidencialidad de la institución que proporciona la información, de aquel medio u entidad que trata de extraerla y en una última instancia, del acuerdo de privacidad que se firmó o se hizo de conocimiento a la persona afectada.

Por último, pareciera estar permitido el dejar entrar a mi empleador, a mi equipo de trabajo, a mis amigos a ese que había sido el lugar de mayor privacidad e intimidad, este momento de exponer en una videoconferencia o en una plataforma disponible para quien guste “entrar” parece ser “algo nuevo y normal”

En la parte laboral, tomando en cuenta que la regulación del teletrabajo había sido aprobada por nuestra Ley Federal del trabajo en junio pasado, no significa que las empresas estuvieran preparadas en infraestructura, políticas y procedimientos para garantizar los servicios y mucho menos para controlar estos activos de información difíciles de limitar cuando se trata de un evento de la magnitud que estamos viviendo. 

Son muchos los casos en que las empresas solicitan a sus empleados utilizar dispositivos personales para realizar sus funciones, simplemente porque no había otra salida para continuar prestando servicios. 

Lo que no se ve es que permitir la utilización de un equipo móvil o de cómputo personal tiene implicaciones de aceptación de términos y condiciones que pudieran afectar los datos personales. 

Existen requerimientos de configuración y seguridad que deberían establecerse con anterioridad, acompañados de una política para utilizar un equipo de propiedad privada, BYOD (Bring Your Own Device, por sus siglas en inglés). 

La información personal siempre será un activo complicado de gran valor y un derecho como lo marcan nuestras leyes en México. Sin embargo, el Reglamento de Protección de Datos de la Comunidad Económica Europea, que es una de las más evolucionadas y estrictas en este rubro, tiene una provisión para suspender estos derechos en casos de emergencia sanitaria.

Sin duda, empresas y plataformas sociales digitales que no son necesariamente reconocidas como oficiales, están aprovechando esta “vulnerabilidad de suspensión y apertura” para difundir y utilizar la información, en la cual podemos listar: edad, sexo, etnia, estado civil, lugar de estudios y hasta geolocalización. 

Este permiso de acceso a datos privados está legitimado para organizaciones de salud en casi todos los países en casos de emergencia como lo es una pandemia, con el objetivo de apoyar en investigaciones de las enfermedades, propagación y prevención que en muchas ocasiones se ve entorpecido por todo lo que hemos comentado.

La verdad incómoda es que pueden existir muchos intereses por acceder a esta información, desde los propios gobiernos como un mecanismo de control incluyendo la infraestructura tecnológica para recabar todos tipo de datos a fin de tener mayor control del ciudadano, el empleado o el consumidor.

La triste realidad es que a pesar de todos los esfuerzos por regir la privacidad del individuo, el recibir las “letras chiquitas” en un documento o aplicación digital crea una falsa sensación de tranquilidad que disminuye la posibilidad de mantenernos vigilantes ante la amenaza de nuestra propia protección. 

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