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Infancias robadas: la supervivencia de los niños y las niñas de la calle

niños y niñas de la calle

“Se ríe el niño dormido 

quizás se sienta gorrión esta vez,

jugueteando inquieto en los jardines de un lugar 

que jamás despierto encontrará”.

“Plegaria para un niño dormido”, Luis Alberto Spinetta

Informes del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) estiman que alrededor de 100 millones de niñas y niños en situación de abandono se ven forzados a subsistir en las calles de todo el mundo. En México, es difícil cuantificar esta problemática. Un reporte del DIF, de hace más de una década (2009), registró más de 95 mil niños en situación de calle. No obstante, no hay datos actualizados. 

Esta dificultad inicia desde la conceptualización del término, desde saber a qué nos referimos con niños de la calle o en situación de calle, aunado a la movilidad constante que tienen las y los niños, con cierta migración al ir de un lugar a otro, incluso de un municipio a otro”, refiere Juliani Guadalupe Palos, psicóloga por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. 

La propia UNICEF señala diferenciaciones para referirnos a este grupo poblacional: niños en la calle son aquellos que trabajan en las avenidas para llevar ingresos a su familia, en tanto que niños de la calle son aquellos que no tienen un hogar y se ven forzados a dormir a la intemperie.

¿A qué se debe este panorama? Realmente no obedece a una causa en concreta, sino a un cúmulo de factores, señala la especialista: “A este fenómeno se asocian principalmente la desintegración familiar, el abandono por parte de uno o ambos padres, la orfandad, la pobreza, la violencia intrafamiliar, el abuso sexual infantil (que desafortunadamente es muy común en nuestro país), el vivir en hacinamiento, entre otros factores”. 

Generalmente, estos niños, niñas y adolescentes viven sin acceso a derechos humanos fundamentales, como el Derecho a la Vida, al Agua, a la Familia, a la Identidad, a la Alimentación, a la Educación, a la Salud, o a la No Discriminación, por citar algunos. 

Esta vulnerabilidad tiene un impacto directo en su salud mental: la presencia de depresión, de ansiedad, trastornos de conducta, abuso de sustancias, así como explotación sexual, trabajo infantil, agresiones, violaciones, discriminación y censura por parte de la población”, comenta Juliani Palos. 

Principalmente, las niñas se ven expuestas a abusos sexuales y a ser víctimas de trata de blancas. “En las niñas, vemos esta parte de la violencia de género (que se observa en todas las áreas): embarazo adolescente, embarazo infantil a causa del crimen organizado. ¿Qué hacen? Los atraen con dinero, con bienestar. Ese vínculo que no tienen en sus hogares lo encuentran en las cuestiones económicas, en una vida que han soñado o que les parece agradable”, reflexiona. Agrega que, en ese contexto, también el sentido de pertenencia que no encontraron en sus familias lo hallan en estos grupos. 

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De igual manera, los infantes en situación de calle pueden sufrir una apatía generalizada. Ante la invisibilización y la censura por parte de la sociedad, llegan a caer en la desesperanza pensando: “¿qué puedo ofrecerle yo a alguien que no se conduele de mí?”.

Palos Acosta comparte que los principales impactos psicológicos que sufre esta población principalmente son el abandono y la desvinculación a edades tempranas. Esto deriva en un efecto adverso en la conformación de su autoconcepto y su autoestima. 

Asimismo, otras repercusiones pueden ser: falta de habilidades sociales, agresividad, retraimiento, dificultades en el lenguaje y aprendizaje, falta de empatía, así como problemas para la regulación emocional y la creación de vínculos cercanos y seguros. 

Esta conjugación de factores, más que desembocar en un patrón de conducta, deriva en un “patrón de supervivencia”, como le llama la psicóloga. 

Patrones de supervivencia que les permite subsistir en un mundo para el cual no están preparados. Ellos y ellas no están preparados biológicamente para enfrentarse a los riesgos que hay en la calle. Por esto, hacen lo que ven de los demás dentro de su contexto. Aprenden a subsistir en un mundo que prácticamente les da la espalda”, asevera. 

A nivel neurológico, apunta que suelen segregar cortisol (hormona del estrés), por lo que constantemente están híper alertas ante lo que sucede a su alrededor. 

Si nosotros con la pandemia vivimos en la incertidumbre sobre nuestro trabajo o nuestros seres queridos, imagínate ellos que diariamente no saben si van a comer, o si va a venir alguien de otra pandilla a agredirlos, o si los van a violar. No saben”, profundiza Juliani Guadalupe. 

Al tocar el tema de la reinserción de los niños en situación de calle, la psicóloga subraya que lo elemental es garantizar el respeto a sus derechos humanos básicos; a su vez, entender que su reincorporación no depende únicamente de ellos: “Es un trabajo colaborativo entre sociedad, instituciones gubernamentales, familias y el sector privado para favorecer que su desarrollo pueda darse en óptimas condiciones y así mejorar su calidad de vida”. 

Menciona que se pueden realizar intervenciones efectivas en niñas, niños y adolescentes para el desarrollo de habilidades sociales, comunicación asertiva, expresión emocional y desarrollo de identidad. No obstante, Juliani reitera que si no tienen garantizados sus derechos básicos no podrán “reincorporarse” de forma adecuada.

No nos deberían preocupar únicamente los niños en situación de calle, sino todas las infancias. Tenemos niños con algún tipo de discapacidad, que son violentados en sus hogares [ …] Entonces, todas las infancias deben ser protegidas y cuidadas. Todos podemos hacer algo”, finaliza. 

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