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Inequidad en las empresas: pendiente en la agenda femenina

Alma Rosa García Puig

Por: Alma Rosa García Puig, CEO de Great Place to Work® México

Antes de las restricciones que hoy acatamos, las mujeres en América ya eran un 50% más propensas que los hombres a padecer episodios de depresión. Registraban, también, el doble de probabilidad que ellos de sufrir trastornos de ansiedad. Con la situación actual, esto se ha incrementado. 

Carissa F. Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), lo comentó en julio de 2020. Por ello, urgió a los gobiernos a fortalecer políticas, sistemas y servicios de salud para garantizar que el bienestar integral de la mujer sea parte de la respuesta ante el COVID-19.

Sin pretender denunciar con megáfono en mano, y ante los hechos, es claro que —con la emergencia sanitaria y la necesidad de romper paradigmas— han sido las mujeres quienes más han padecido los efectos, al acentuarse la inequidad de género persistente en distintas esferas (justo como en los lugares para trabajar). 

Año y medio después, el llamado de Carissa parecería permanecer en espera ante la insensibilidad, no de los gobiernos, ni siquiera de los hombres como género, sino de la sociedad que aún reproduce sistemas con esencia patriarcal. Algunas, a veces, son incapaces de cuestionar el guion hasta ahora interpretado, ya por franca ignorancia (como puede ocurrir en nuestras comunidades indígenas), por formación familiar ancestral, o porque a algunas les «favorece» el rol de mujer tradicional.

La llamada «doble jornada laboral femenina» nunca había tenido un escenario «tan propicio» como el actual. Si bien antes de 2019 muchas trabajadoras ya la vivían, con el encierro obligado se ha intensificado. Además de continuas juntas vía internet o híbridas, o de la responsabilidad del hogar y los hijos, tuvieron de pronto que también ser profesoras, secretarias de maridos, tutoras (incluso de hijos ajenos), cuidadoras de mascotas y todo lo que les fuera posible. No obstante, lo han tenido que hacer sin remuneración adicional o consideración, como la flexibilidad de horario por parte de sus jefes, o la creación de guarderías o espacios para las que debían amamantar.

Si algo positivo ha dejado el COVID-19 es que ha exhibido que las empresas, de todos los sectores, tamaños y regiones, necesitan posicionar en el centro de sus operaciones a la persona: no al colaborador, sino al individuo; y, en especial, a la mujer, por las razones expuestas por la funcionaria de la OPS. O porque, hasta hoy, en temas como el del salario, perciben uno más bajo que el de los hombres en igual puesto. 

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI, entre 2017 y el primer trimestre de 2020, la brecha promedio fue del 15%. Refiere el análisis, que por cada 100 pesos que percibieron los hombres al mes, las mujeres ganaron 85.

No hay fórmula que, de súbito, cambie el estado de las cosas para la mujer en el trabajo. Pero es necesario que, a partir de la nueva normalidad, gobiernos, directores de empresas y la sociedad en su conjunto, implementen estrategias bajo la perspectiva de género. 

Estoy segura que nosotras, como justo en este espacio, sabremos llevar el tema al debate público. A su vez, lograremos que los pasos hasta ahora dados para agrietar la inequidad sean cada vez más visibles y dignos de seguir —para hacer de México un mejor país para trabajar para todos—.

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