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Ignacio Rivera Río: Arquitectura y pasión taurina

Autoridad es una palabra a la cual nunca se ha acostumbrado. Preferiría que lo describieran como un conciliador entre lo que sucede en el ruedo y el tendido. Ignacio Rivera Río lleva 19 años como juez de plaza y, asegura, sigue aprendiendo.

La arquitectura y la afición taurina han ido de la mano en su vida; pero el mundo de los toros siempre ha sido su eje principal.

Detrás de esos lentes oscuros, se encuentra un hombre carismático, cariñoso con sus nietos, que le gusta hacer bromas, escuchar a José Alfredo Jiménez, ver El Padrino y, sobre todo, disfrutar con pasión la tauromaquia.

Líder Empresarial (LE): ¿Qué lo motivó a elegir la arquitectura como profesión?

Ignacio Rivera Río (IRR): Tres tíos, hermanos de mi papá, son arquitectos; creo que ellos me motivaron mucho a seguir ese camino. A la par, he caminado el mundo del toro.

El abuelo de mi papá era dueño de las ganaderías de reses bravas de Begoña y Cieneguilla, que era el centro donde se reunía la familia. La Hacienda de Begoña es una ganadería de mucho prestigio, la cual ahora pertenece a don Alberto Baillères.

En la familia de mi mamá también había toreros. Sus tíos eran los vaqueros y caporales de la Hacienda de Begoña, inclusive sus descendientes siguen trabajando ahí.

Me fui a estudiar a la Ciudad de México, a la Universidad Nacional Autónoma de México, y pues siguió esa afición taurina.

LE: ¿Cómo fue su participación en la construcción y remodelación de la Monumental Plaza de Toros?

IRR: Es la experiencia más hermosa de mi vida. Tuve el honor de trabajar con el ingeniero Miguel Ángel Barberena, gobernador en ese entonces de Aguascalientes. Le presentamos una modesta maqueta de la remodelación y en muy poco tiempo dijo: “adelante”.

La plaza que antes existía era muy bonita, pero tenía un aforo de 8,000 personas aproximadamente y debía integrarse a la ciudad. Me dio la responsabilidad de llevar el proyecto.

LE: ¿Qué sentimiento tenía?

IRR: Tenía un pánico del tamaño del mundo porque una cosa es planearlo y esperar que todo se dé, y otra es que te digan que tú eres el responsable y empiezas mañana.

Nos dimos a la tarea de desarrollar el proyecto, tanto estructural como arquitectónico. Empezamos a hacer la cimentación cinco meses antes de la feria del 90. Lo interrumpimos durante la feria y ni siquiera llevábamos la mitad. Al finalizar la verbena, volvimos a trabajar.

La gente apostaba que no se iba a terminar porque era una obra grande. Yo tenía supervisores de la calle, eran personas que venían todos los días a ver cómo iba.

Afortunadamente pudimos integrar un equipo de mucha calidad y todo fue un éxito. Fue una experiencia muy bonita y más porque logramos este resultado: la satisfacción de la gente.

LE: ¿En qué se inspiró para diseñar la plaza?

IRR: Me gusta mucho la plaza de Campo Pequeño en Lisboa, la cual tiene torres exteriores; la plaza de las Ventas en Madrid y una plaza de Barcelona, que es de azulejo talavera. De esas tres empecé a sacar ideas. En un principio, pusimos cuatro torres redondas; pero por el problema estructural y para subir, las hicimos cuadradas. Sirven como accesos a los tendidos y a la vez albergan los tinacos, pararrayos, almacenes.

La torre A tiene un elevador. Lo pensamos para que personas con capacidades diferentes pudieran disfrutar las corridas.

LE: Pasó de remodelar el coso a ocupar el palco de autoridad, una posición muy controversial, ¿cómo ha sido la transición?

IRR: Sí, es muy controversial y con una gran responsabilidad. La vida me ha llevado, ni siquiera lo planeé. Muchos amigos, en tono de broma, me dicen: “¿qué estás haciendo ahí? Tú eres aficionado de toda la vida, te tocó la construcción de la plaza; pero ¿qué estás haciendo ahí, en ese lugar tan difícil?” Les digo, de broma, que hice un estudio para descubrir cómo entrar gratis a los toros y la única forma era siendo juez de plaza.

Todo ha sido por esta afición que disfruto inmensamente. Este año cumplimos 19 años, no continuos, de estar en el palco de la autoridad y hemos ido aprendiendo; sin embargo, todavía nos falta muchísimo.

Es un puesto que no se parece a ninguno. Debes saber evaluar lo que ocurre en el ruedo junto con lo que ocurre en el tendido. La gente es quien manda, pero cada uno piensa diferente; entonces se trata de tomar decisiones que a la mayoría le agraden. Es hacer las cosas con conciliación, todos queremos lo mismo, éxito.

Tengo una muy bonita amistad con los toreros, apoderados, subalternos. Eso facilita llevar la recepción de los toros, el sorteo, la aprobación de los toros y la ceremonia de la corrida.

LE: ¿Qué es lo que más le gusta de la fiesta brava?

IRR: Hay toreros que se le graban a uno. Manolo Martínez marcó para mí una línea muy especial en mi gusto por el toreo; el maestro Curro Rivera, con quien tuve una gran amistad; el maestro Miguel Espinosa, también con un arte excepcional, y el maestro Fermín Espinosa, no se diga. En la actualidad, El Juli es un maestro consumado; Juan Pablo Sánchez, con ese estilo templado. En fin, hay tantas cosas, no es una sola.

LE: ¿Qué lugar ocupa Aguascalientes en el mundo del toreo?

IRR: El número uno, no en México, yo creo que en el mundo. No en cuanto a densidad de aficionados, yo diría en cuanto a calidad. Los lidiadores aquí tienen un gran potencial. Tenemos muchos años produciendo toreros, muchos han llegado a ser grandes figuras y ahora mismo hay algunos con una gran fuerza.

LE: ¿Cuál ha sido el mejor consejo que le han dado?

IRR: Me lo dio hace muchos años un amigo, Francisco Rubio, con quien trabajé en la ciudad de México:“Si quieres que te respeten, lo primero que debes aprender es a respetar”.

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