Icono del sitio Líder Empresarial

Ocaso y resurrección de los viñedos en Aguascalientes: la verdadera historia

Camiones repletos de uvas que iban por el centro de la ciudad y hombres aventando racimos a los espectadores son imágenes que recuerdan una época en la cual Aguascalientes proveía al país con buena parte de sus cultivos de vid.

Desde antes de que se convirtiera en un estado, la producción de uva caracterizaba a la región. De hecho, era tan abundante que años después se representó en el escudo de la entidad; sin embargo, el periodo de bonanza tuvo su fin y a la gente solo le quedó el recuerdo.

Aunque este fruto nunca se dejó de plantar del todo, la tierra aguascalentense perdió su lugar entre los mayores productores de México. Algunos historiadores afirman que los intermediarios y la corrupción –junto con la crisis financiera de los años 80– sepultaron los sembradíos. Otras versiones indican que el factor de mayor peso fue la baja calidad de los viñedos.

La fruta que representó una época de oro

En 1790, según documentos históricos, después de Parras (hoy Coahuila), Aguascalientes ocupaba el segundo lugar en el cultivo de vid. La mayoría de su cosecha se transformaba en conservas llamadas uvates; poca se consumía en fresco y aún menos se utilizaba para producir vino tinto.

Cada año se llenaban más de 80 barriles de aguardiente (el más común era de 250 litros). Entre 1783 y 1784 se obtuvieron 1,447 barriles.

Después de Parras (hoy Coahuila), Aguascalientes ocupaba el segundo lugar en el cultivo de vid.

La viticultura comercial incrementó en los años cincuenta. Por esas fechas, se fundó la Asociación de Viticultores de Aguascalientes y llegó al estado un personaje clave en el auge de la uva: Nazario Ortiz Garza, político y empresario originario de Coahuila.

Este hombre fundó la Compañía Vinícola de Aguascalientes y puso en marcha los viñedos de Guadalupe, La Chiquita y Rivier. Gracias a él, se realizaron las 28 ediciones de la Feria de la Vendimia (de 1954 a 1982).

En los años sesenta había 28 empresas viticultoras en la entidad. Solo tres de ellas eran grandes: Domeq, Compañía Vinícola Aguascalientes y Valle Redondo. El resto dependía de ellas o se consideraban muy pequeñas.

Aunque en el territorio hidrocálido sí se elaboraban vinos de mesa, la mayor parte de la uva terminaba en las plantas destiladoras que la convertían en aguardiente y brandy.

Los cambios que desaparecieron a casi todos los viñedos

Para principios de los años ochenta, la “época de oro” de la vid en Aguascalientes estaba por terminar. Los productores apenas podían cubrir los costos de sus cosechas, pues los precios de compra bajaron considerablemente. Muchos tuvieron que destruir sus viñedos o rentarlos a compañías más grandes.

Parte de este fenómeno se dio por una reglamentación de bebidas alcohólicas que el gobierno emitió en 1982. A partir de entonces, los productores de brandy estaban autorizados para añadir azúcar de caña en el proceso de destilación con el fin de incrementar los niveles de dulce y acelerar la fermentación.

El azúcar de caña era más barata que las uvas y el mercado del brandy optó por la síntesis química. Poco a poco, el brandy dejó de elaborarse y la industria prefirió el ron, hecho a base de caña destilada.

Los resultados de esa modificación fueron devastadores para los pequeños viticultores. El azúcar de caña era más barata que las uvas y el mercado del brandy optó por la síntesis química. Poco a poco, el brandy dejó de elaborarse y la industria prefirió el ron, hecho a base de caña destilada.

Para Rafael Garza García, especialista en viticultura, otros factores que influyeron en el declive fueron la ineficiencia en la producción de los viñedos, el estado sanitario y el desconocimiento de técnicas vitícolas. Aunque tampoco descarta que los cambios en la reglamentación tuvieron la culpa.

Además, el suelo de la entidad también tenía deficiencias. Según el experto, la tierra era como una escuela de fitopatología: tenía todo tipo de enfermedades, virus y deficiencia de minerales.

No todo está perdido

A pesar de la desaparición de muchos viñedos, hubo empresas que mantuvieron su producción. Garza García nombra tres: Valle Redondo, Hacienda de Letras y Casa Leal y Viñedos Ríos.

El especialista calcula que de las casi 10,000 hectáreas que alguna vez estuvieron repletas de vides, hoy quedan 1,200. Sin embargo, menciona que desde 2005, pequeñas empresas vinícolas están revolucionando el sector “con una enología seria y de alta calidad”. Algunos de los vinos de estas productoras son: Santa Elena, de La Parra, Covira y Origen.

«Desde 2005, pequeñas empresas vinícolas están revolucionando el sector “con una enología seria y de alta calidad”.

El camino no es fácil. La inversión necesaria para montar una vitivinícola es alta y el mercado está muy competido. Según el vitícola, cada planta puede costar tres dólares o hasta tres euros y se requieren mínimo 3,333 para cubrir una hectárea.

“Para una bodega pequeña puedes gastar más de medio millón de dólares”, afirma; pero el potencial es grande y cada vez hay más personas dispuestas a sembrar vides en los campos.

[divider]Datos interesantes[/divider]

Salir de la versión móvil