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Hacienda El Chichimeco: Un recinto que abraza la tauromaquia

Con caminos empedrados y una dinastía familiar, la Hacienda El Chichimeco resiste los embates del olvido y se levanta como una de las edificaciones más emblemáticas del municipio de Jesús María.

Este recinto que data del siglo XVIII se encuentra a tan sólo 15 minutos de Aguascalientes en la carretera número 18 a Jesús María-Valladolid en el kilómetro 3. Ese camino encuentra una bifurcación y conduce hacia una terracería; el polvo y los grandes árboles son sólo breves acompañantes para llegar al paraje.

La hacienda es reconocida por ser el hogar de los Armillita; una familia excepcional de la tauromaquia mexicana, que comenzó con Fermín Espinosa “Armillita” Orozco, nacido en Zacatecas en el año de 1880.

Por su profesión tuvo que mudarse a Saltillo, Coahuila. Fue ahí donde nacieron sus hijos José, Juan, Zenaido y Fermín Espinosa Saucedo; este último, llamado “Armillita Chico”, fue quien compró la hacienda en la década de los cuarenta pensando en su retiro. Posteriormente, la heredó a sus hijos, los toreros Miguel Espinosa “Armillita Chico” y Fermín Espinosa “Armillita”.

Actualmente, Fermín IV, hijo de Fermín Espinosa “Armillita”, lleva la batuta del toreo y se suma a las generaciones que han vivido en la Hacienda El Chichimeco: “mi abuelo, tras su retiro, se dedicó a la ganadería, ese era su hobbie, y esta era su casa”, señala.

La Hacienda El Chichimeco vio en los tiempos de Fermín Espinosa Saucedo “Armillita Chico” sus mejores días. Ésta se encontraba rodeada de pintorescas casas, una escuela y se podían ver caballos y más de mil reses bravas y mansas en los cortijos y tentaderos.

Había siempre niños corriendo y vaqueros arreando ganado. Se trataba de una tierra fértil formadora de toreros: “te levantas de la cama y estás en tu ambiente, es por eso que mi papá cuando se casó decidió hacer un hogar para nosotros aquí, él prácticamente vivió toda su vida en la hacienda”.

Fermín IV reconoce que es excepcional este espacio, ya que le permite practicar su profesión sin tener que trasladarse a otros sitios de la ciudad: “yo como niño salía a correr por las mañanas y me encontraba con estos paisajes. Para hacer ejercicio yo no ocupaba nada más”.

En ese entonces él veía cómo principiantes y expertos toreros iban a la hacienda a practicar, eso lo motivaba y lo llenaba de pasión: “venían con mi papá y mi tío Miguel a aprender, eso era muy bonito”, menciona el joven torero. 

Texturas del tiempo 

La Hacienda El Chichimeco se encuentra abierta a todo público; con previa cita y un valor simbólico de 30 pesos, quien desee puede visitarla y disfrutar de sus 100 hectáreas de territorio. Está integrada por un casco, un museo, una capilla y un cortijo.

Cinco personas se encargan de darle mantenimiento a todo el lugar, aunque en ciertas temporadas se contratan otros servicios para evitar que por la humedad u otras afectaciones climáticas haya algún percance que ponga en riesgo la vida de quienes la habitan.

Pintada de rojo, en Chichimeco se respira y huele a toros. A pesar del paso del tiempo, sigue siendo un lugar recurrente para los amantes y fanáticos de la tauromaquia: “aquí se encuentra el museo dedicado a mi abuelo, ‘Armillita Chico’, y vienen muchas personas a conocer la historia de la dinastía”, señala Fermín IV.

El museo cuenta con más de 270 piezas de la dinastía, entre ellas hay trajes de luces, los últimos utilizados por Miguel y Fermín Espinosa, fotografías de sus icónicas presentaciones, notas de periódicos, trofeos, carteles, cabezas de toros disecadas y dibujos hechos por Carlos Ruano Llopis, un famoso pintor y cartelista mexicano.

Es así que la Hacienda El Chichimeco se erige como cuna de la tauromaquia, que ha delineado el camino al éxito durante tres siglos y lo comparte con todos los visitantes… 

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