Icono del sitio Líder Empresarial

Hacia el futuro con el corazón en la tierra

Todos queremos escuchar buenas historias. De niños ponemos atención a las clases mientras nos cuentan las grandes hazañas de mujeres y hombres que han beneficiado al mundo y que inspiran a los demás.

En una de las escuelas primarias de San Antonio, Tepezalá, no tienen que recurrir a personajes ajenos a su comunidad. Una maestra les expone a sus alumnos el ejemplo de Héctor Rodríguez Bernal. Él es originario de este pueblo. Estudió Agronomía con especialidad en Fitotecnia, en la Universidad Autónoma Chapingo, una institución que se dedica a formar estudiantes no solo en lo técnico, sino también en la responsabilidad social.

Héctor y su esposa, Gabriela Galicia, junto a su hijo mayor, dirigen Agroestimulantes Mexicanos, S.A. de C.V., una empresa que contribuye al desarrollo de una agricultura más eficiente y que impacte en la alimentación humana por medio de sus productos de nutrición vegetal. Es una organización que favorece el desarrollo personal y profesional de quienes colaboran, directa o indirectamente, con ella y que promueve siempre el cuidado del medio ambiente.

Camino al emprendimiento

Para que esta empresa naciera, Héctor tuvo que quedarse sin dinero, carecer a tal grado que no podía siquiera comprar la comida de sus hijos pequeños. Trabajaba, desde hacía un tiempo, en un programa de gobierno dando asesorías a agricultores; sin embargo, su paga tenía varios meses de retraso y no podía sostener la situación por más tiempo. Por eso, se lanzó a vender productos agroquímicos, una propuesta que le había hecho con insistencia un amigo suyo. Lo hizo sin muchos ánimos, pero ese día pudo regresar a casa con el dinero suficiente para comprar comida, pañales y echar un poco de gasolina a su coche.

Así pasaron cuatro años. Héctor combinó las asesorías con la venta de agroquímicos en Aguascalientes y Zacatecas. Llenó de mercancía su camioneta y recorrió kilómetros en busca de clientes. Poco a poco se ganó la confianza de los campesinos y se hizo de fieles compradores. Con el ánimo de ganar un poco más de dinero, le pidió a su amigo una comisión de ventas: el esfuerzo era mucho y la paga no lo reflejaba. Su amigo se negó a hacerlo. Fue ahí cuando se dio cuenta de que había trabajado bajo condiciones desfavorables, nunca recibió algún tipo de comisión o descuento por su labor.

En ese periodo, recibió una oferta de otra compañía de agroquímicos instalada en San Luis Potosí: querían contratarlo para vender sus productos. Le ofrecieron un porcentaje de las ventas y aceptó sin dudarlo. Durante dos años todo marchó bien. Hasta que un día, la empresa decidió despedirlo por una razón que le dejaron muy clara: querían quedarse con todo el dinero que generaban sus ventas; ya no lo necesitaban.

Decepcionado, pidió dinero a cambio de entregar la zona y sus clientes. La empresa aceptó su petición a cambio de firmar un contrato que le prohibía vender los productos en el estado. “Me dio mucho sentimiento perder eso que había trabajado, y le dije a mi esposa: no le vuelvo a trabajar a nadie; voy a hacer cosas que yo pueda vender”, recuerda el empresario.

Construir una empresa desde cero

Desterrado del territorio que había trabajado durante años, Héctor decidió apostar por fabricar su propio producto. Así, Agroestimulantes Mexicanos nació en abril de 2003.

Un terreno con una bodega que había comprado años antes se convirtió en el laboratorio. Todo era rudimentario: hacía las mezclas en tambos de 20 litros y las movía con un palo de escoba. Se tardó un año en desarrollar sus primeros productos: Multiader-B y Multigro NPK. Actualmente, Multiader-B es su producto estrella; este coadyuvante ayuda a regular el pH del agua y se utiliza para que las aplicaciones foliares sean altamente afectivas.

Al principio, era mucha la incertidumbre pues no se sabía si las fórmulas desarrolladas funcionaban; sin embargo, la tensión fue desapareciendo cuando los clientes comenzaron a solicitar más producto.

Al poco tiempo, Héctor tuvo que enseñar a uno de sus sobrinos a producir las fórmulas. Ya no podía solo. Después contrató a un ingeniero, luego a otro más. En ese tiempo, toda la familia colaboró para levantar el negocio, especialmente Gabriela.

Héctor utilizó los contactos que había hecho como vendedor para ofrecer su nueva marca. Tenía varios puntos a su favor: conocía la región a la perfección y los productores confiaban en él. Se fue a San Luis Potosí a venderlos. La respuesta fue buena y pronto recibió pedidos de otras entidades.

Irónicamente, la empresa que lo había despedido disminuyó su presencia, bajó sus ventas y terminó por desaparecer.

Tiempo después, inició la comercialización de los productos con la marca Agroestime.

Una empresa que busca trascender

Durante 15 años, Agroestimulantes Mexicanos se ha ganado un lugar importante en la industria de los productos de nutrición vegetal. Tiene presencia en varios estados de la República: Aguascalientes, Zacatecas, Coahuila, Chihuahua, Sonora, San Luis Potosí, Michoacán, Colima, Morelos, Estado de México, Chiapas, Veracruz, Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, Durango y Baja California.

Cuenta con 70 marcas registradas y una línea de 24 productos que son fabricados con las mejores materias primas.

“Nuestra empresa fabrica productos para que al agricultor le vaya bien, que levante cosechas buenas. Estamos cerca de ellos y recibimos retroalimentación constante. Eso nos impulsa a hacerlo mejor cada vez”, menciona Héctor.

Generar productos para la agricultura actual no es algo sencillo. El empresario hace énfasis en un punto crucial: la forma de cultivo no es la misma que hace 30 o 40 años. Las condiciones han cambiado, los campesinos tienen que lidiar con suelos desgastados, aire contaminado y más plagas. Si el suelo no tiene suficiente materia orgánica, se convertirá en un problema.

“El agricultor tiene la costumbre de sacarle todo el nutriente al suelo, pero no meterle nada. Eso complica las cosas. Nuestras fórmulas hacen que los fertilizantes funcionen y que los suelos desgastados aumenten su capacidad nutritiva. Están diseñadas para que la agricultura moderna siga funcionando bien”, dice el director de Agroestimulantes Mexicanos.

Héctor asegura que, hasta el momento, ninguna otra marca ha podido igualar a los agroestimulantes que ellos fabrican. La confianza construida con sus clientes les ha permitido llegar a un mercado con alto potencial.

Además de expandir su alcance dentro del país, planean exportar, en un futuro no muy lejano, a Centro y Sudamérica.

Los directivos de Agroestime saben que para alcanzar esa meta deben realizar ciertos ajustes. Es por eso que están concluyendo la etapa de profesionalización: “Somos una empresa familiar que está dando el paso hacia la institucionalización. Nos estamos alineando a una estrategia corporativa. No queremos que por dejar de innovar nos quedemos en el olvido; queremos trascender”.

Algunas de las mejoras en la estructura de la empresa incluyen la creación de un área de crédito y cobranza, así como un programa integral de recursos humanos, el cual abarca contrataciones, capacitación, contratos, sueldos y tabuladores.

Los directivos también están en constante preparación. El año pasado, Héctor terminó la Maestría en Cadena de Valor, por parte de la Universidad Panamericana; Gabriela está cursando una en la misma institución, pero en Capital Humano. Eso les ha permitido aplicar conocimientos útiles en su negocio:

“Descubrí que para ser más eficientes no necesariamente teníamos que automatizar los procesos, sino hacerlos más sencillos”, comenta el director de la compañía. “Ha funcionado, seguimos haciendo las cosas de forma artesanal; pero con otra visión. Ahora logramos hacer más con menos”.

Ser responsable con el entorno y con la gente

En esta época, la calidad en los productos y procesos de una compañía no son lo único que la hace trascender: la responsabilidad social y ambiental juegan un papel importante. Los directivos de Agroestimulantes Mexicanos tienen claro ese compromiso.

Toda la energía que utilizan en sus procesos e instalaciones viene de sus paneles solares. No tienen desperdicio de agua, desechos tóxicos ni descarga al drenaje. Los envases que usan son reciclados en la medida de lo posible y cuando es necesario deshacerse de ellos, los llevan a los sitios indicados por las autoridades municipales y estatales.

“Estamos buscando que toda nuestra planta esté en las condiciones para conseguir cualquier certificación”, menciona Gabriela.

Aunque no todos sus productos se pueden catalogar como orgánicos, se consideran inocuos, es decir, no ocasionan daño a la salud humana. A pesar de ello, la empresa está desarrollando un repelente a base de ajo y extracto de plantas que controla plagas e insectos, el cual está en proceso de conseguir la certificación OMRI, una organización acreditada por el gobierno estadounidense que determina si una sustancia tiene o no insumos orgánicos.

A estos esfuerzos se suma uno muy importante: la responsabilidad que los directivos tienen con sus colaboradores. Ellos saben que un negocio se construye con el esfuerzo de los trabajadores; por ese motivo, no solo pagan buenos sueldos, sino también hacen lo posible por crear espacios cómodos: un comedor nuevo con pantalla de televisión y áreas verdes donde puedan relajarse un poco en sus descansos.

“Todo lo que hemos ganado lo invertimos en mejores instalaciones, materias primas y salarios”, afirma Héctor.

Fertilizar la comunidad

No es casualidad que Agroestimulantes Mexicanos se haya instalado en Tepezalá, un municipio constantemente olvidado por la industria y las administraciones públicas. Para Héctor y Gabriela, esa decisión refleja los valores que atraviesan su vida y su empresa.

“En su momento, Héctor y yo nos planteamos quedarnos aquí o irnos al parque industrial de San Francisco de los Romo. Nos decidimos por este lugar debido al cariño que él tiene por su pueblo y su municipio”, menciona Gabriela.

La compañía está generando 50 empleos directos, la mayoría están ocupados por habitantes de San Antonio. El empresario está convencido de que esa es la manera para que la gente pueda acceder a un mejor estilo de vida. Incluso está impulsando a los trabajadores que no tienen secundaria o preparatoria a terminar sus estudios.

“Antes nos tenían marginados en Tepezalá. Nadie voltea para acá. Tampoco nos importa eso, pero nosotros queremos generar riqueza y oportunidades”, asegura.

Quizá sean las convicciones de Héctor, potenciadas por su formación en la Universidad Autónoma Chapingo, las que le han hecho saber que su propio sueño es igual al de cualquier otro habitante de San Antonio o al de cualquiera de sus colaboradores. Y no quiere olvidar eso que ha aprendido, especialmente al estar en donde un empresario toma las decisiones más grandes: “La ventana de mi oficina está mirando hacia el pueblo, para que nunca se me olvide de dónde vengo”, dice.

Salir de la versión móvil