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¿Ha fracasado el ideal de los derechos humanos?

Han pasado 68 años desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos; de ese pacto social internacional que significó un nuevo paradigma en la forma de entender el Derecho y los derechos humanos; de ese instrumento jurídico internacional que surgió ante el temor de la humanidad a la humanidad misma.

Y es que la Segunda Guerra Mundial fue un antes y un después en la historia. El nivel de violencia, deshumanización y arbitrariedad sufridas fueron el punto de partida para la consolidación del ideal de los derechos humanos, que pretendía establecer los valores de la igualdad, solidaridad y libertad como ejes de la dignidad humana, con un único objetivo: lograr la paz.

Y, por un momento, el pacto social internacional pareció tener sentido. Aquellas reivindicaciones morales surgidas en el marco del iusnaturalismo se convirtieron en derechos fundamentales, es decir, en Derecho positivo, redefiniendo la relación entre Derecho y moral; a tal punto, que los derechos humanos se convirtieron en una herramienta de legitimación para el Estado moderno.

El proceso de generalización, es decir, de ampliación del catálogo de derechos reconocidos, fue el resultado de una nueva conciencia, de una cultura colectiva de paz, de tolerancia y de respeto… o, al menos eso parecía. Cuando se pensaba que habíamos llegado a uno de los máximos puntos de humanización y de civilidad, comenzaron sucesos que, a pasos agigantados, demuestran que la humanidad sigue llena de odios, de temores, de superioridades morales, de discriminación y de una violencia que no tiene límites.

El proceso de generalización, es decir, de ampliación del catálogo de derechos reconocidos, fue el resultado de una nueva conciencia, de una cultura colectiva de paz, de tolerancia y de respeto… o, al menos eso parecía.

La extrema derecha se ha fortalecido de la crisis económica mundial, de la crisis de refugiados en Europa, del terrorismo ocasionado por el Estado Islámico, de la pobreza y de la desigualdad creciente en todo el mundo.

En un mediocre oportunismo han llenado sus discursos de odio, de discriminación y de xenofobia que orgullosamente proclaman una y otra vez. No siente preocupación del contenido, no hay autocensura, no hay vergüenza; pero, lo realmente preocupante es que son escuchados y, más preocupante aún, aclamados.

Y mientras en la academia se discute de sociedades cosmopolitas, de Estados sin fronteras y de nuevos derechos humanos, la realidad construye vallas y muros entre los países, reforzando el nacionalismo patriótico. Nos demuestra a diario que no nos aceptamos desde la diferencia y que los derechos humanos han sido para unos pocxs y en determinados –y pocos- lugares.

Menos pesimismo, más reflexión

Y no, esto no significa caer en el pesimismo o dar por sentado el fracaso del ideal de derechos humanos. Por el contrario, es un llamado a la reflexión, porque ahora más que nunca los derechos humanos deben ser eficaces.

Es hora de ver la realidad como es y no como hemos querido interpretarla; es hora de darnos cuenta que hemos roto el contrato social y hemos vuelto al estado de naturaleza. Es hora de darle la razón a Hobbes cuando decía que el hombre era el lobo del hombre

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