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Gig Economy: una economía de destrezas

Por Lyana Kahn

Originalmente publicado por Editorial Hotbook

 

Conforme transcurren los años, las expectativas de las personas en torno al mundo laboral se transforman. El tiempo promedio que se pasa en un mismo trabajo ha disminuido considerablemente. En Estados Unidos se demostró que, en promedio, las mujeres tienen 10.4 empleos durante sus vidas, mientras que los hombres, 11.7. Estos números suenan exagerados considerando que hace algunas décadas, la mayoría de la gente se quedaba con el mismo trabajo toda su vida.

También, cada vez se vuelve más común escuchar que alguien no tiene un empleo formal o de tiempo completo. Probablemente, muchos se pregunten a qué se dedican o de dónde vienen los ingresos de estos individuos. Ellos empiezan a formar sus carreras alrededor de trabajos con duración predeterminada o temporal, los cuales se conocen como gigs en inglés.

Los gigs son el conjunto de proyectos individuales, consultorías, labores de medio tiempo o esporádicas que las personas tratan de enmendar para armar una carrera laboral. Normalmente, estas actividades giran en torno a un tema o labor en común, lo cual fortalece las habilidades en áreas específicas.

Esta situación ha dado pie al alza del Gig Economy, un ecosistema en el que las posiciones temporales son un común denominador y donde las organizaciones contratan trabajadores independientes para proyectos específicos o de corto plazo. Esta tendencia no es nada nueva; de hecho, los individuos con una baja preparación académica no la desconocen, ya que han tenido la necesidad de desempeñar varios empleos temporales, de medio tiempo o como contratistas. La novedad y lo distinto es que este tipo de economía ya ha impactado a una demografía con mayor preparación académica y con altos grados de especialización en ciertos rubros. Es el segmento de la población cuyo diploma universitario se supone que se convertiría en el pase a un trabajo estable y seguro.

La seguridad laboral ha evolucionado por diferentes motivos. Entre algunos pueden mencionarse la entrada de nuevas leyes y tecnologías que habilitaron el proceso de contratación temporal, y el cambio en la demanda laboral. Hoy, los negocios buscan profesionales altamente especializados, con cualificaciones muy particulares para cubrir responsabilidades específicas. Por lo mismo, me gusta referirme al Gig Economy como a una economía de destrezas. Para entenderla, es esencial comprender cómo las estructuras organizacionales han ido cambiando.

Cuando las compañías tradicionales crecen, suelen contratar a más empleados, lo cual da pie a estructuras pesadas, con una cantidad innumerable de trabajadores y, por ende, con costos fijos muy elevados. En la mayoría de los casos, los colaboradores son contratados por tiempo completo, aunque muchas veces sólo son requeridos para tareas específicas o momentáneas. A la larga, esta situación genera un hueco de necesidades no cubiertas, en el cual de todos modos se paga por el personal, incluyendo sus capacitaciones (muchas veces ineficientes) y prestaciones, sin que esté calificado para su labor o realmente sea la mejor opción.

Adicionalmente, se crea una fuerza laboral con un nivel motivacional bajo, ya que los individuos mantienen un empleo “seguro”, pues muchas veces conviene más tenerlos en la nómina que despedirlos. Esto es costoso para las empresas no sólo en cuanto a sus gastos, sino también en cuanto a la productividad desperdiciada. Por esto, una estructura organizacional tradicional y pesada, causa poca flexibilidad y agilidad para adaptarse a los rápidos cambios del mercado.

Contrariamente, las compañías modernas se están enfocando en un modelo de negocio completamente diferente. Se inclinan más hacia tener una estructura ligera, en la cual mantienen un núcleo de empleados muy capacitados en altos mandos, mientras que subcontratan temporalmente a trabajadores independientes para tareas específicas. Esto les permite cubrir las mismas necesidades con menores recursos y crecer más rápido.

Así pues, contratar colaboradores por hora o por proyecto conlleva grandes beneficios. Primero, los costos fijos son menores, pues no se necesitan dar capacitaciones, seguros y otras prestaciones obligatorias. Segundo, normalmente los contratados temporalmente están mejor capacitados para los proyectos; si no fuera así, simplemente no serían aceptados. Tercero, este tipo de personal, por lo regular, maneja un mayor nivel de motivación, ya que existe mucha competencia en el mercado laboral (si no cumplen excepcionalmente con su labor, no son contratados en futuras ocasiones). Estos motivos dan pie a que las organizaciones tengan talento mejor preparado y más barato, mayor grado de productividad, más flexibilidad y adaptabilidad para cubrir las demandas del mercado.

Uno de los ejemplos más comunes de este tipo de empresas es Uber, que hoy tiene más de 160,000 choferes asociados alrededor del mundo. Sin duda, este negocio no hubiera podido crecer a gran velocidad, si hubiera realizado contrataciones tradicionales.

Cuando pensamos en la otra cara de la moneda, debemos analizar qué sucede con los individuos que tienen esta clase de empleos. Existen muy diversas ventajas y desventajas.

Los empleados de tiempo completo disfrutan de muchas prestaciones: todas las que demanda la ley e incluso, seguro de gastos médicos mayores, bonos, fondos de ahorro, entre otros; sin embargo, también enfrentan varias situaciones desfavorables como nada o poca flexibilidad de tiempo, el pago de altos impuestos, el estancamiento dentro de un mismo puesto por años y correr el riesgo de ser despedido en cualquier momento. Esto es peor cuando se llega a una edad en la cual es difícil volver a conseguir otro trabajo por el nivel de energía, la desactualización o la falta de especialización.

Por su parte, los profesionales independientes tienen menor “seguridad laboral”, aunque en realidad su trabajo y carrera dependen de ellos mismos. Es decir, si tienen un alto grado de preparación y especialización, junto con una buena red de contactos, la cual saben usar, existe mayor certeza de que puedan ser exitosos. Disfrutan de mucha autonomía y control sobre sus carreras, un alto grado de flexibilidad en cuanto al lugar donde trabajan, sus horarios y las vacaciones que toman. Además, pueden tener varios empleos a la vez y pagan menor cantidad de impuestos, por lo que la mayoría de las veces sus ingresos acaban siendo mayores.

También existe un híbrido entre ambos, es decir, personas con trabajos de tiempo completo que complementan sus carreras con gigs. Muchas veces no lo hacen para ganar un ingreso adicional, sino simplemente por gusto o como hobby. Los ejemplos más comunes son el dar clases por las mañanas o noches en universidades, escribir para revistas y periódicos especializados, y dar consultorías.

La tendencia es tan progresiva que incluso han surgido empresas, como Thumbtack, Fiverr y Redbeacon, para cubrir las necesidades de quienes forman parte del Gig Economy. Estas compañías facilitan a los profesionistas conectarse con posibles clientes a través de una plataforma en línea.

El alza del Gig Economy trae varios beneficios intrínsecos para los consumidores. Por lo general, estos obtienen mejores servicios debido a la alta productividad y especialización de los trabajadores independientes. Anteriormente, la complejidad e imposibilidad de los negocios para conseguir colaboradores independientes a gran escala, hacía que las contrataciones de personal fueran de tiempo completo y mucho más costosas, lo cual generaba que los clientes pagaran más por un servicio que podía ser subcontratado. Esto quiere decir que el modelo tradicional le ha venido costando grandes sumas monetarias a los compradores. También, gracias a diferentes herramientas en internet, se tiene la oportunidad de comparar los costos y beneficios entre cada uno de los servicios ofrecidos.

Al final del día, como en todo, existen ganadores y perdedores de esta realidad. Los ganadores son principalmente los consumidores, las compañías con estructuras organizacionales ligeras y los profesionales con un alto grado de cualificación y especialización. Los perdedores de este escenario son las empresas con estructuras pesadas que dependen altamente de talento de tiempo completo; empleados de mandos medios, estancados por su bajo nivel de cualificación; y los “soñadores corporativos”, que en cualquier momento pueden ser despedidos.

En la actualidad, muchos negocios ya están optando por este modelo y empiezan a ser partícipes del Gig Economy. En un futuro, esta tendencia seguirá creciendo; por eso, debemos transformar nuestra mentalidad. Está en nuestras manos adecuarnos a las necesidades del mercado para poder ser exitosos.

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