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FIB: Felicidad Interna Bruta

Ser feliz, un objetivo humano fundamental

Este mes de agosto cumplo 30 años. La famosa edad de la crisis, como los 40, los 50… Bueno, parece que cada década buscamos un pretexto para replantearnos quiénes somos, a dónde vamos y responder a la eterna pregunta: ¿somos realmente felices?

Usted probablemente pensará: ¿qué importa la felicidad?, cuando el dólar sube despiadadamente, la crisis en Grecia no termina de resolverse y amenaza con desestabilizar la economía mundial; cuando se ha escapado El Chapo –por segunda vez-, cuando los efectos del cambio climático hacen mella y la pobreza e inseguridad se arraigan cada vez más a nuestra vida.

Para Naciones Unidas, importa y mucho.  A partir de una iniciativa del Gobierno de Bután, la ONU afirma que las medidas de bienestar, incluyendo las emociones y las evaluaciones de vida tanto a nivel individual como nacional, están fuertemente influenciadas por la calidad de las normas e instituciones sociales. Considera que las comunidades y naciones son más resistentes cuando los factores sociales se encuentran bien arraigados y fácilmente disponibles.

La felicidad, señala, resulta un parámetro fundamental en el equilibrio de los objetivos económicos, sociales y ambientales. Por ello, Bután elaboró un índice de medición denominado Felicidad Interna Bruta (FIB), que se basa en cuatro pilares bajo los cuales se deben orientar las políticas públicas: buen gobierno, conservación del medio ambiente, preservación y promoción de la cultura, y desarrollo socioeconómico sostenible y equitativo.

De acuerdo con el Reporte Mundial de la Felicidad 2015, entre los 10 países más felices se encuentran Suiza, Islandia, Dinamarca, Noruega, Canadá, Finlandia, Holanda, Suecia, Nueva Zelanda y Australia. Por el contrario, la mayoría de los países menos felices están en el África Subsahariana, con la nueva adición de Afganistán y Siria. Las diferencias entre estos países se determinan según el PIB, los años de esperanza de vida saludable, el apoyo social, la confianza, la libertad percibida para tomar decisiones de vida y la generosidad.

La felicidad, de acuerdo con la resolución 65/309 de la Asamblea General de Naciones Unidas, es un objetivo humano fundamental y el espíritu de los Objetivos del Desarrollo del Milenio. Se trata de que los Estados diseñen políticas que enriquezcan el tejido social y enseñen a las nuevas generaciones el valor de la empatía. Y es que están convencidos que la felicidad, individual y colectiva, tiene un efecto directo en la prevención de guerras, desarrollo económico e incluso para la recuperación social de los desastres naturales.

Considero que, más allá de la utopía que representa la búsqueda de la felicidad, replantear los valores bajo los cuales se construyen las políticas públicas es fundamental para eliminar la desigualdad social. Y es que, ¿se puede realmente ser feliz en un mundo capitalista y de competencia globalizada, en donde el éxito se mide en relación a la productividad y al poder adquisitivo?

Un último dato: México se encuentra en el lugar 15 de los países más felices… ¿Es posible que lo seamos en medio de la crisis de Estado que estamos sumergidos y parece no tener fin?

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