El cine mexicano está de luto por el fallecimiento de una de sus actrices más sobresalientes, Guillermina Jiménez Chabolla, mejor conocida como ‘Flor Silvestre’. Tras 90 años de vida, llenos de prosperidad en lo profesional y lo familiar, la muerte acaeció en el rancho El Soyate, en el Estado de Zacatecas.
Aunque Guillermina nació en Guanajuato en 1930, supo tomar un lugar en la historia de zacatecana, pues fue la pareja sentimental de Antonio Aguilar, el cantautor que contribuyó a llevar el nombre del Estado lejos de sus propias fronteras. La pérdida de la actriz y cantante se ha dejado ver con tristeza en todos los medios y aficionados de la época de oro del cine.
Una voz privilegiada
Aunque sus padres no tuvieron un acercamiento a los medios artísticos, se dice que fueron quienes le heredaron su capacidad vocal. Desde muy temprana edad participaba en representaciones escolares, como pastorelas y festivales, lo que la motivó a soñar con ser cantante profesional.
Luego de que sus padres se trasladaran a la capital del país, Guillermina siguió sus pasos y se reunió con ellos. Si bien en un inicio se inclinó por una preparación profesional en secretariado, el destino la llevó a integrarse al mundo del mariachi. Su debut oficial lo realizó en el Teatro del Pueblo del Mercado Abelardo L. Rodríguez, lo que la catapultó a la Radio Nacional de México (XEFO).
Mientras se integraba en el gusto de los radioescuchas, Guillermina experimentó con algunos nombres artísticos, hasta que Arturo Blancas, un famoso locutor, terminó apodándola como ‘Flor Silvestre’, en honor a la película protagonizada por Dolores del Río.
Aunque llevaba una trayectoria bastante fructífera, conoció el éxito hasta después de ganar el concurso de la XEW, cuando los contratos empezaron a llegar por montones. Además de hacer presentaciones en todo el país, Flor Silvestre llevó la canción ranchera a todo Latinoamérica.
Más que una brillante actuación
Adicional a su talento vocal, la joven descubrió su facilidad para la actuación. Al concluir sus giras, llamó la atención de Emilio Azcarraga Vidaurreta, quien la contrató para que condujera el programa Increíble pero cierto. Debido a su carisma e innegable belleza, Gregorio Warlestein firmó con ella para que protagonizara 5 películas.
De la comedia ranchera al drama a la mexicana, Flor Silvestre supo adaptarse a las exigencias de los personajes. A la par de la producción fílmica, también se dedicó a grabar sus álbumes musicales.
Quizá su interpretación más memorable es la que realizó en la película Ánimas Trujano (1962), donde compartió créditos con Toshiro Mifune. Ahí encarnó el papel de Catalina, una indígena oaxaqueña que provoca al protagonista haciendo gala de su hermosura y después muere apuñalada por Juana, la esposa de Ánimas.
Asimismo, es recordada por fungir como acompañante de Antonio Aguilar en múltiples películas, en las que se retoma la historia y folclor mexicano y da otra mirada de la provincia. El rasgo distintivo de esas producciones fue, sin duda, la calidad musical de los ensambles.
Vida pacífica en el centro del país
A lo largo de toda su vida, Flor silvestre se esforzó por hacer contribuciones a la música mexicana. Aun cuando sus aportaciones empezaron a escasear con la entrada del nuevo milenio, hizo apariciones significativas, como el lanzamiento de su disco Soledad: canto a mi amado (2010) y su asistencia al estreno del documental en su honor, Flor Silvestre: su destino fue querer (2015).
En su penúltimo cumpleaños, en 2019, presentó un sencillo en el que interpreta la legendaria canción de Violeta Parra, “Gracias a la vida”.
Parte de su vida la pasó en el hogar que Antonio Aguilar le construyó, el rancho villanovense El Soyate, donde permaneció hasta su último suspiro. Ahí atestiguó los mejores momentos en familia y el crecimiento artístico de sus nietos.
Tras su partida, en la que estuvo acompañada por todos sus seres queridos, Flor Silvestre descansará en el mismo sitio donde lo hace su esposo, Antonio Aguilar, desde 2007.
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