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Juan Manuel de la Rosa: Un viaje eterno por el lienzo, el papel, la pared y el mundo

“Se dice que todos somos en la vida lo que la madre quiere que seamos” contesta Juan Manuel de la Rosa a la pregunta acerca de cómo se dio su vocación por la pintura. El artista originario de Sierra Hermosa, Villa de Cos, recuerda que su madre estudiaba pintura y al momento de casarse no pudo seguir haciéndolo.

“Sin embargo, aconteció que, siendo yo un niño, rayaba los muros de la casa con el carbón de la chimenea y mi madre nunca me reprimió; todo lo contrario, a mis hermanos les decía ‘respeten esto’” y resalta Juan Manuel que 50 años después ha vuelto a aquella casa que ya está en ruinas y ahí siguen las grafías que él dibujó sobre los muros.

Por ello el pintor del desierto zacatecano reconoce sobre su madre “ella es la que me heredó su vocación y quien propició que yo siguiera pintando, pues, como dice Jorge Luis Borges, ‘no puedes evadir el destino de tu estirpe, estás condenado a seguir la vocación de tus ancestros’”.

Es así como Juan Manuel encontró la labor que tiempo después lo llevaría muy lejos; a aprender técnicas de grabado en París y Madrid, de fabricación de papel en Egipto, China y Francia, y a dar clases en Colombia y Japón, por mencionar sólo algunos de los tantos lugares en que ha estado gracias a su labor artística. Un movimiento por el mundo que él identifica como interminable:

“Esto es como si la moneda hubiera caído equivocada y me condenara a un viaje perpetuo, y si no perpetuo, mientras dure el destino físico”.

Después de estudiar grabado en la Escuela Nacional de Bellas Artes bajo la tutela de Isidoro Ocampo y con una “disciplina oriental, casi zen” dice el pintor “en la que nos hacía pulir una placa de metal hasta que fuera un espejo y no tuviera ni una pequeña imperfección”, después de eso, decide ir a prepararse al taller Clots y Bramsen en París.

“Me interesaba mucho aprender en los talleres tipo Renacimiento donde tenía uno que lavar los pinceles del maestro, moler los colores, preparar las telas. Entonces Toledo me dice, ‘¿por qué no te vas a París a prepararte, no como estudiante sino como aprendiz?’. Me inscribo en la escuela de Bellas Artes de París y en el taller Clots y Bramsen me dan la oportunidad de trabajar durante un año en un sótano que estaba debajo del nivel del río Sena, a 7 u 8 grados bajo cero”.

Sin embargo y pese a ser uno de los referentes de la pintura mexicana Juan Manuel de la Rosa reconoce: “Tengo una vocación frustrada, y ésta es no haber sido poeta, no haber tenido el enorme poder de escribir una línea.”, condición ésta que lo llevaría de nuevo a su tierra natal y a una serie de actividades por la cultura muy interesantes.

El terruño y la cultura

Juan Manuel de la Rosa es conocido como artista plástico, pero su faceta de promotor de la lectura y en general de la cultura es, tal vez, menos conocida, más difícil de encontrar. Porque son esas pequeñas cosas que nadie ve y que hacemos por los demás las que nos definen. Esto nos lleva hasta su pueblo natal Sierra Hermosa en el semidesierto zacatecano, en donde hace 20 años Alejandro Aura, poeta muy amigo de Juan Manuel, llevó 200 libros para formar una biblioteca en la comunidad.

Aquella colección que inició con 200 ejemplares ha crecido hasta formar una biblioteca con más de 15 mil títulos, lo que a su vez dio pie a que en aquella comunidad se realicen otras actividades culturales como: proyección de películas, talleres de pintura, de actuación y maquillaje, la apertura de un museo de arte contemporáneo con obras de Felguérez, de los hermanos Coronel y de varios artistas latinoamericanos.

“Son campesinos y la lectura les ha abierto una perspectiva, otra manera de ver el mundo”

El pintor destaca la propia iniciativa del pueblo por conformar un centro cultural, así como llevar a cabo y participar en varios talleres de formación humanística y de sensibilización artística que va a la par de su formación técnica.

Gracias a estas actividades en Sierra Hermosa, que es una comunidad de 250 habitantes, de los cuales hoy por hoy 45 son jóvenes, han logrado formarse abogados, médicos e ingenieros. Incluso, comenta Juan Manuel de la Rosa, una joven de este poblado llegó a hacer un diplomado en Harvard. El pintor destaca que, a pesar de que algunos de estos jóvenes se formen como técnicos o personas cuya actividad está al margen de las humanidades, la formación lectora en la infancia influye mucho en ellos.

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Líder empresarial (LE): ¿Cómo fueron las primeras exposiciones de su obra?

Juan Manuel de la Rosa (JMR): Mis primeras exposiciones fueron en Monterrey, en la delegación de la Escuela Nacional de Bellas Artes; luego en 1969 en una de las tres galerías más importantes de México que era la Antonio Souza, donde surgieron artistas como Francisco Toledo, Gilberto Aceves Navarro, Francisco Corzas, Luis López Losa; yo estaba muy jovencito y con esa timidez zacatecana me atreví a mostrar mi trabajo. Se vendió casi toda la exposición y no me la pagó por supuesto, era una costumbre de los galeristas en aquella época, pero no importa, había que exponer ahí y ese era el precio que tenías que pagar en aquel entonces por estar en aquella galería.

LE: ¿Qué artistas han influido en su trabajo?

JMR: Creo que hay dos pintores a los que siempre he estado viendo, siempre he estado atento a lo que produjeron, a lo que hicieron y a sus textos, pues no solamente pintaban sino que eran teóricos, grandes teóricos; y uno es Antoni Tàpies y el otro Jannis Kounellis, y creo que son los pintores que más han influido en el arte contemporáneo. Kounellis fue uno de los padres del arte pop.

LE: ¿Cuál es la situación de la pintura en la actualidad?

JMR: Todos pintores contemporáneos, que hacen instalaciones o lo que llaman el circo electrónico, alguna vez llegaron a decir que la pintura había muerto, la daban por extinguida y no, ahora la pintura está de regreso. Los grandes pintores como Gerhard Richter, quizá el pintor vivo más importante, están pintando y de igual manera lo hacen otros artistas mexicanos como Gabriel Orozco, están volviendo a la pintura. Esto cuando un publicista, no un teórico, decretó que ya no se pintaba con pinceles, que la pintura estaba pasada de moda, entonces durante quince años se deja de pintar, y ahora dicen los publicistas “No, en realidad me equivoqué, lo que quise decir es que es el triunfo de la pintura” es decir los publicistas son manipuladores sociales que influyen mucho en las corrientes artísticas.

LE: ¿A cuál de sus obras le guarda más cariño?

JMR: Hay un proyecto que se hizo en Zacatecas y en el que trabajé durante mucho tiempo con un equipo de 80 personas, conformado por expertos en historia, en literatura, en historia de la medicina, en talla de cantera y otros oficios; y es el proyecto del Hospital General de Fresnillo, cuya realización nos llevó dos años. El plan era que se hiciera un hospital que no fuera un lugar para ir a morir, sino que permitiera la recuperación y que la permanencia en él tuviera la presencia del arte.

LE: ¿Qué relación mantiene con los materiales con que realiza su obra?

JMR: Yo voy a los orígenes, voy a las fuentes, me interesa mucho saber cómo es posible que, por ejemplo, el Toro de Creta que data de 3000 años antes de Cristo exista aún; pervive y esto se debe a los materiales. Me atrae la labor con el barro, con la cerámica, con los colorantes naturales, el jade, la plata; cuando algunos pintores pueden decir, muy a la ligera, que los colores naturales no tienen permanencia, pero vemos textiles peruanos de 3000 años de antigüedad y sus colores están intactos.

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