La Inteligencia Artificial (IA) se perfila como una de las principales palancas de productividad y crecimiento económico en el siglo XXI, sin embargo, este avance tiene un costo importante que pone en jaque la infraestructura y fuentes de energía a nivel global.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la tecnología está en pleno auge, transformando no solo el empleo y la inversión, sino también acelerando el ritmo del crecimiento económico mundial.
La demanda de electricidad, impulsada por la proliferación de la IA, plantea un reto clave para gobiernos, empresarios e inversionistas: ¿cómo asegurar que la energía necesaria para seguir alimentando este crecimiento sea sostenible, accesible y capaz de satisfacer las expectativas de un mundo cada vez más digital?
La IA como motor de crecimiento global
En su reciente análisis, incluido en las Perspectivas de la Economía Mundial de abril de 2025, el FMI destaca el potencial de la IA para aumentar significativamente el crecimiento económico global.
Según las proyecciones del Fondo, la tecnología podría tener un impacto tan profundo en la productividad que podría alterar las tasas de crecimiento a nivel mundial, ofreciendo una nueva era de expansión para las economías avanzadas y emergentes.
No obstante, el brillo de este progreso económico se ve empañado por una creciente necesidad de recursos energéticos. Los centros de datos, esenciales para el procesamiento de la IA, requieren una cantidad masiva de electricidad.
En 2023, los centros de datos globales consumieron hasta 500 teravatios-hora (TWh) de energía, una cifra que, según la OPEP, podría triplicarse para 2030.
Este consumo masivo de energía eléctrica no solo tiene implicaciones económicas, sino también ambientales, ya que podría generar un aumento significativo en las emisiones de gases de efecto invernadero.
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El desafío energético de la IA
A medida que la IA continúa su expansión, los centros de datos, que ya consumen tanta electricidad como Alemania o Francia, aumentarán su demanda de manera acelerada.
Para 2030, el consumo de electricidad de los centros de datos podría ser equivalente al de India, el tercer mayor consumidor de energía a nivel global, según proyecciones de la OPEP.
Este auge energético se ve particularmente pronunciado en los Estados Unidos, donde se concentra la mayor cantidad de centros de datos en el mundo.
De acuerdo con un estudio de McKinsey & Co., se espera que la energía requerida por las granjas de servidores estadounidenses se triplique para esa misma fecha, alcanzando más de 600 TWh anuales.
Este fenómeno subraya la urgencia de una respuesta eficaz por parte de los responsables políticos, quienes deben implementar políticas energéticas estratégicas para garantizar que los suministros de electricidad sean suficientes y sostenibles.

Un reto para la oferta energética global
El FMI advierte que el aumento de la demanda de electricidad impulsado por la IA tiene el potencial de estimular la oferta energética global.
Sin embargo, si la oferta no responde con suficiente rapidez, es probable que los precios de la electricidad experimenten aumentos significativos, lo que afectaría tanto a los consumidores como a las empresas.
Esto, a su vez, podría frenar el desarrollo del propio sector de la IA, afectando el crecimiento económico que esta tecnología puede generar.
Para evitar este escenario, los responsables de la política energética deben adoptar medidas claras y eficaces que promuevan el uso de múltiples fuentes de energía, tanto renovables como no renovables, que puedan equilibrar la oferta y la demanda de electricidad de manera efectiva.
Solo así se podrá mitigar el impacto de posibles aumentos de precios y garantizar que la inteligencia artificial siga siendo una fuente de crecimiento económico y no un lastre para las economías.
Emisiones y sostenibilidad: un riesgo para el futuro
La creciente demanda de electricidad no solo tiene implicaciones económicas, sino también ambientales.
Si no se adoptan políticas energéticas adecuadas, el aumento de la demanda podría sumar hasta 1.7 gigatoneladas de emisiones de gases de efecto invernadero entre 2025 y 2030, lo que equivale a las emisiones de Italia durante un periodo de cinco años.
Este aumento en las emisiones plantea un desafío adicional para los gobiernos y las empresas que buscan cumplir con sus objetivos climáticos mientras siguen impulsando el crecimiento económico a través de la IA.
Es crucial, entonces, que las políticas energéticas no solo se enfoquen en asegurar la disponibilidad de electricidad, sino también en reducir el impacto ambiental asociado con su generación.
Implementar un marco regulatorio que favorezca las fuentes de energía más limpias, como la solar y la eólica, y fomentar la eficiencia energética en los centros de datos, son pasos esenciales para garantizar que el crecimiento de la IA no comprometa el futuro del planeta.
El arduo trabajo de los gobiernos para garantizar fuentes de energía para la IA
Para que la IA pueda seguir siendo un motor de crecimiento económico, empresarios, inversionistas y gobiernos deben colaborar para garantizar que la infraestructura energética sea capaz de satisfacer las demandas crecientes de electricidad.
A través de políticas energéticas efectivas, que fomenten la diversificación de las fuentes de energía y la eficiencia en el consumo, será posible no solo garantizar la continuidad del progreso tecnológico, sino también preservar la estabilidad económica y la sostenibilidad ambiental.
El futuro de la IA está intrínsecamente ligado a la capacidad de la humanidad para gestionar sus fuentes de energía de manera inteligente y responsable. Solo entonces podremos aprovechar su potencial sin comprometer los cimientos sobre los cuales construimos nuestro progreso.