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Estados Unidos: Nación fracturada

Escrito por Genaro Borrego Estrada

La reciente contienda por la presidencia de los Estados Unidos de América ha mostrado con suficiente evidencia una profunda polarización no tan sólo política sino también social y cultural. Hay claramente dos naciones diferentes cuyos habitantes tienen visiones, sentimientos y expectativas no tan sólo distintas sino opuestas respecto de su propio país.

 Trump ciertamente polarizó a los norteamericanos con su discurso y actitud excluyente, racista, discriminatoria e incluso grosera, exaltando una convocatoria regresiva, queriendo volver la mirada al pasado para alcanzar “la grandeza otra vez”; pero lo muy relevante es que ese discurso y esa posición tuvo eco y fue asumido por millones de norteamericanos que quisieran un Estados Unidos sin afroamericanos, sin latinos, sin oportunidades para todos. Un país sin respeto por el cuidado global del medio ambiente y con desprecio por la colaboración internacional para enfrentar los graves problemas que vive el mundo. 

Afortunadamente han sido más quienes creen y quieren un país unido, con instituciones democráticas robustas y eficaces, con igualdad de derechos y obligaciones sin contar el color de la piel, la religión, las preferencias sexuales o cualquier otra condición de vida en libertad. El respeto, la tolerancia ante lo diverso y la igualdad de oportunidades ha sido característica de los valores que están en la esencia de la identidad nacional de los norteamericanos y la que los ha unido históricamente.

Sin embargo Trump ha provocado la confusión de millones , quienes al parecer tienen una idea de país y un concepto de nación diferente. Un país hegemónico, racista y discriminatorio. Norteamericanos blancos, armados, ultranacionalistas excluyentes, fanáticos, cerrados ante el mundo, adoradores del dinero y admiradores de quienes lo poseen aún  a aquellos que lo hayan obtenido sin escrúpulos ni respeto por los demás. 

Por eso creo que Estados Unidos no está dividido sino fracturado. Coexisten dos naciones en un mismo territorio. Nación es una identidad cultural e histórica; es un sentimiento común de pertenencia y compartimiento de valores fundamentales; es una misma valoración y práctica de tradiciones, usos y costumbres en las que  prevalece el respeto reciproco. Es un mismo proyecto y un anhelo común.  Eso no es lo que veo en los Estados Unidos de Norteamérica de hoy; por el contrario parece haber dos naciones diferentes con ciudadanos que no piensan lo mismo de lo que es y debe ser su país. Hay dos visiones y dos sentimientos muy diferentes e incluso contrapuestos de lo que significa ser norteamericano. Hay dos identidades culturales e históricas diferentes que no se reconocen entre si.

En una misma nación caben diferentes visiones, pensamientos y propuestas de la manera en cómo se alcanzan los anhelos nacionales que son comunes y cómo se vive con los mismos valores fundamentales.  Esta diversidad y su reconocimiento es esencial en la democracia. Sin diversidad de pensamientos, opiniones, y proyectos es inconcebible la vida democrática y el ejercicio pleno de las libertades. Lo que no puede ser diferente es el concepto de nación en el mismo país.

 La competencia política es entre visiones y propuestas para alcanzar el poder y ejercerlo conforme a las aspiraciones y el proyecto común de nación. En el caso de la reciente contienda por la presidencia de Estados Unidos lo que observamos no fue una contraposición entre dos proyectos de gobierno sino un enfrentamiento entre dos proyectos de Nación,  lo cuál evidencia una crisis de identidad nacional en aquel país. Un país dividido porque hay dentro de si dos naciones en pugna o más bien una nación fracturada. 

Afortunadamente la contienda fue ganada por el concepto bueno de la nación histórica norteamericana:  democrática, incluyente, diversa, tolerante, de inmigrantes incorporados a los mismos valores .  Joe Biden ha ganado la elección y será presidente en un momento especialmente complicado por el desastre cultural que deja su antecesor, por el odio que hizo aflorar en millones de norteamericanos, por el enfrentamiento de dos visiones y anhelos diferentes.  Su principal tarea habrá de ser curar la fractura, reconstruir una misma identidad nacional y de esa manera conseguir la unidad en lo esencial sin lo cuál no podrá superar tantas adversidades que hoy dia se tienen, derivadas de la pandemia de Covid 19 y las consecuencias económicas tan graves. 

Asimismo, tendrá que trabajar para corregir las profundas e injustas desigualdades que ya tiene aquel país. Parecería increíble que en el otrora país más poderoso de la tierra existan condiciones de inseguridad alimentaria y que millones de ciudadanos no estén cubiertos por servicios de salud, donde la vivienda se ha encarecido enormemente y la educación se ha degradado en calidad a niveles inconcebibles para aquel país. Hay pobreza y las nuevas generaciones no tienen expectativas de una mejor vida que la que tuvieron sus padres. 

Además de lo anterior, el presidente Biden tendrá que operar en un sistema político que se encuentra “ trabado” por la polarización prevaleciente y los contrapesos que se han convertido en murallas de intransigencia.  El reto es mayúsculo, pero hay esperanza. El triunfo de Biden y sobretodo la derrota de Trump y su grosera soberbia e ignorancia, son un alivio para los norteamericanos, para nosotros los mexicanos y para el mundo entero.

 Nunca más  en el poder un tirano ignorante, populista, soberbio y obstinado. Hacen un daño muy profundo y provocan la fractura de la Nación. Aprendamos en cabeza ajena dice el refrán popular. 

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