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Es más caro no comunicar

Por Gabriel Contreras Velázquez

Escribo este artículo a unas horas de aterrizar de nuevo en Zacatecas, después de una semana de interacción con un gremio económico fuerte y unido: los mineros. Agradezco la invitación de Doris Vega Pérez, gerente de relaciones institucionales y comunicación en minera Peñasquito, de Newmont-GoldCorp, a participar en el seminario para periodistas “Desafío de la minería ante un nuevo entorno”.

El curso es atinadamente organizado por la Cámara Minera de México y la Asociación de Minas, Metalurgistas y Geólogos de México, en el marco de la Convención Internacional de Minería que se realiza de manera bianual en distintas sedes del país. Mi especial agradecimiento también para Karen Flores Arredondo, Directora General de CAMIMEX, y de César Vázquez Talavera, Gerente de la AIMMGM.

Las mesas de trabajo no escatimaron para esta edición XXXIII de la Convención Internacional de Minería, en el puerto de Acapulco, y fue una oportunidad exclusiva para los comunicadores de abordar, sin reservas, temas como el marco legal y fiscal de la minería y las concesiones mineras, el uso del agua en la minería, el uso del cianuro en los procesos de lixiviación de metales pesados, cierre y remediación de minas (su huella ambiental), desarrollo comunitario, así como los antecedentes y el estatus actual del Fondo Minero para estados y municipios.

El abanico de temas fue variado y oportuno, así como la participación de expertos que supieron argumentar de manera interesante frente a un público inquieto por la naturaleza de su profesión. En un balance personal, creo que los aportes superaron en buena medida las dudas y mitos que permanecen en el imaginario colectivo alrededor de la minería, sin embargo, la tarea no termina ahí.

Uno de los grandes retos de la industria, no sólo en la actualidad, es la capacidad de comunicar de forma eficiente desde lo que significa una inversión de riesgo, hasta la relación positiva o compleja con las comunidades que otorgan licencia para explotar la superficie donde previamente se localizan vetas mineras potenciales. El desafío es enorme y, aunque la minería nació hace siglos, algunos de sus pendientes son tan recientes que están obligados constantemente a innovar.

Es el ejemplo de cómo la comunicación se convierte en un activo empresarial básico, que -aunque intangible- influye en la cuenta de resultados de nuestras ventas. Especialmente en un mundo hiperconectado en donde el flujo de datos nos lleva a una nueva etapa donde las relaciones públicas y comerciales tienen que ir de la mano con el consumidor de información, o sea, 63 millones de mexicanos conectados a internet y que utilizan activamente sus redes sociales.

El problema: ¿cómo comunicar de adentro hacia afuera de nuestra organización, y de forma estratégica, nuestros activos intangibles? Si somos una empresa socialmente responsable, si nuestras actividades se desarrollan de forma sustentable con el medio ambiente, si tenemos un compromiso con las comunidades y con los miembros de nuestra empresa, ¿qué mensaje ofrecemos al exterior para que los consumidores lo perciban y lo entiendan? Gracias a esta reflexión, la minería hoy busca cambiar la forma en cómo transmite sus mensajes.

Insertarse en las nuevas tecnologías de la información, ser oportunos con el flujo informativo frente a crisis ambientales que podrían o no estar relacionadas con las actividades extractivas, el desarrollo compartido con las autoridades gubernamentales para otorgar mejores condiciones de vida en los municipios donde las minas tienen sus instalaciones, y los retos propios de la industria.

Y de que la minería tiene mucho que comunicar, de eso no hay duda alguna: 379 mil 20 empleos directos y 2.3 millones de fuentes de trabajo dispersas en su cadena productiva (empleos indirectos), tan sólo en 2018 en México y con salarios 39% superiores a los ofertados en la media nacional.

Inversión directa en México por 4 mil 897 millones de dólares, que se convierte en un valor de producción minero-metalúrgica por 241 mil 634 millones de pesos en el último año. Aún con ello, la inversión directa anual no ha superado los 8 mil 43 millones de dólares que registró en 2012, cuando las condiciones para la inversión en el país eran más estables.

Lo que más me llamó la atención es que, al ser la minería una de las industrias más reguladas y sujetas mayoritariamente al cobro de derechos e impuestos (47% de la producción metalúrgica se destina al pago de estos dos), se situó como el primer sector productivo con mayor aportación fiscal a los ingresos públicos. Casi 55 mil millones de pesos en total por ambos conceptos.

Los dividendos de la minería son tan buenos como el pago de impuestos y derechos que teóricamente deberían convertirse en beneficios tangibles para nuestras ciudades. Sus procesos también son eficientes, pero se perfeccionaron gracias a que entendieron y asumieron sus errores. Ahora buscan comprender que aquello que el consumidor no percibe como un beneficio, tiende a discriminarlo. Por eso, siempre es más caro no comunicar. 

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