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Dr. Pérez Romo: «El ocaso de la vida tiene que ser como los de Aguascalientes, que son los más bellos del mundo»

El doctor nos comparte su visión sobre la tercera edad.

El Dr. Alfonso Pérez Romo tiene 98 años pero conserva una vitalidad y una lucidez intelectual  que plantean dudas sobre su verdadera edad.  En anteriores entrevistas, el ex rector de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA) abogó por el ocio creativo, pues considera que el estar ocupado le permite a uno vivir más años, vivir mejor,  más tranquilo. 

Actualmente, Pérez Romo vuelca parte de su ocio creativo en el programa Helikón, espacio de pensamiento y reflexión en el que se abordan cada sábado en la Infoteca Universitaria los “valores permanentes y universales de la cultura y cómo incorporarlas a temas actuales”, siempre acompañado de expertos invitados al programa.

Todo este debate se hace en un nivel universitario: sin grilla, nada de ataques, con un nivel intelectual alto; es una reflexión responsable de todo lo que nos está pasando ahorita: qué ocurre con la política mundial y el equilibrio de las naciones; la invasión tecnológica; las religiones (¿son todavía vigentes? ¿nos dicen algo para esta época?); con la ética biológica; con nuestro medio ambiente, con el mundo… en fin”, refiere el doctor.

Ilustre personaje de Aguascalientes desde hace más de medio siglo, el Dr. Pérez Romo recibe en su domicilio a Líder Empresarial para compartir sus reflexiones sobre la tercera edad, el miedo a la muerte, los avances de la medicina tratando de prolongar la vida del ser humano, las obras literarias que considera insustituibles y las mujeres que no podemos dejar caer en el ostracismo, así como el motor que ha conducido sus casi cien años de vida.

Ya ha dicho repetidamente que ahora se encuentra en el ocaso de su vida. ¿Cómo sigue en esta etapa?

El ocaso tiene que ser como los ocasos de Aguascalientes, que dicen son los más bellos del mundo. El ocaso no tiene que ser una etapa de tristeza por que te vas, al contrario, tiene que ser de tranquilidad, serenidad.

Ya sabemos, la vida es como una función de teatro donde te toca hacer tu papel y a la hora que se acaba el acto, te metes y entran otros actores a escena, como es la vida, como es la historia del mundo. 

Si hay que arrepentirse o algo, sí estar dispuesto a pedir perdón a todos los que hemos, de alguna manera, molestado u ofendido de todas las cosas que no hemos podido hacer bien. 

También digo que no hay que morirse esperando una especie de recuerdo o recompensa, de ninguna manera. Hay que ser conscientes de que lo que tuvimos que hacer, lo realizamos sin ningún mérito mayor: lo hicimos porque nos tocó hacerlo.

También dijo que quería mantenerse ocupado a esta altura de la vida. Helikón forma parte de eso.

Sí, porque si no estoy ocupado en estos últimos días, quizás me van a empezar pensamientos de arrepentimiento, de cosas que debí hacer; me van a pesar muchas cosas que hice mal y de cosas que debí haber hecho y no las hice… me puede amargar un poco los días.

Debo pensar que así fue. Ya el que me tiene que juzgar me dirá después si lo hice bien o lo hice mal.

¿Qué consejos le daría tanto a los adultos que están por ingresar a la tercera edad como a los más jóvenes?

A las personas que van accediendo a la edad madura, yo les diría que es tiempo de hacer examen [de conciencia], de reaccionar un poco. Actualmente hay una tendencia muy grande, sobre todo en los jóvenes, con un pensamiento filosófico que hoy pervive mucho en la humanidad, que es olvidar el pasado, no ocuparse del futuro y vivir el día tal cual. 

Este es un error muy grave. Yo le diría a los jóvenes que hicieran un recuento de todas las experiencias anteriores, de las que nos sucedieron a nosotros, tratar de hacer mejor las cosas que no pudimos hacer bien; así como mejorar las cosas que hicimos bien también.

Todas esas son enseñanzas que no te van dando conocimientos científicos, sino otra cosa: la sabiduría, que es un saber que no se aprende ni te lo enseña nadie, sino que te lo va dando los años, pero para ello tienen que hacer reflexiones y conocer bien la historia.

Le aconsejaría a la juventud leer mucho, leer bien, leer con atención. La lectura es lo que le va dando a uno poso de la vida, le va dando cultura, conocimiento y le va entrenando para construir sus propias imágenes, su propia vida. 

Hay que reconocer tanta obra de personajes eminentes… No es justo que nos vayamos del mundo sin conocer un poquito de lo que hicieron. No se puede pretender conocer todo, es imposible, pues conocemos una fracción de todo lo que se ha producido en la Humanidad, en la cultura, pero debemos de tratar de conocer algo de todo eso.

No podemos dejar en el olvido a mujeres extraordinarias que a consecuencia del machismo las hemos olvidado mucho en la literatura, en el cine, en el teatro, en todo. Tampoco a hombres que han sido eminentes y que nos han dado obras inmortales. 

Hay algunos libros que ninguna persona de nuestra lengua o idioma se debería dispensar de haber conocido. En fin, todo eso hace que al acercarte a los últimos momentos de tu vida, te sientas lleno de cosas para reflexionar, comunicar, pensar, meditar…para pasar algo a los demás.

¿Qué libros considera insustituibles, que todas las personas deberíamos leer por lo menos una vez en la vida?

Hablar hoy de religión o de la Biblia es como decir “este sujeto está loco” o “es un oscurantista del pasado”. Pero yo considero que nadie se debe dispensar de leer algo de la Biblia por algo muy importante, y es que más allá de lo que se considera ahí como revelación religiosa, en la Biblia existe una cantidad importante de cuestiones jurídicas, morales, históricas importantísimas que hay que ver. Hay mucha sabiduría en esos libros que no se ha sustituido con nada.

También libros que narren la historia de nuestra literatura, de nuestra lengua, de nuestro país; los escritores del Siglo de Oro Español particularmente el Quijote. También conocer muy bien la literatura hispanoamericana. Somos miembros de un continente llamado a tener un papel importante en la historia de la Humanidad, a pesar de que hoy atravesamos circunstancias difíciles.

Yo creo que una persona de nuestra lengua no debe de saber solamente quién fue Sorjuana, debe conocer algo de su obra, sentirla… De Alfonso Reyes, de Octavio Paz, de Ramón López Velarde. Cómo es posible que nada más sepamos que existieron y que escribieron algo…No, no, leerlos es otra cosa.

¿Qué mujeres no podemos dejar que caigan en el olvido?

Hay muchos nombres, muchas mujeres que han participado en la vida política de manera eminente y que les menciona en la historia como una cosa [pequeña]…Mujeres que influyeron muchísimo.

Por ejemplo, en la Independencia de México tenemos a Josefa Ortiz de Domínguez, la Corregidora de Querétaro; también hay escritoras importantes. Sor Juana Inés de la Cruz hoy es un faro universal; hemos tenido mujeres cercanas en la actualidad, como Dolores Castro, como Rosario Castellanos, mujeres que se han distinguido muchísimo.

¿Sabes qué? En formas también casi anónimas. Yo creo que la medicina moderna no habría avanzado si no hubiésemos tenido tantas mujeres extraordinarias que casi en el anonimato sostuvieron el peso de la salud en la población mexicana.

Son verdaderas heroínas, luego hemos tenido unas profesionistas médicas eminentes.

Algunos de los cursos y diplomados que hemos organizado en la UAA han sido exclusivamente dedicados a estudiar mujeres en la Historia: en todos los países, en todas las épocas, en todos los tiempos. Rescatarlas del olvido y darles el lugar eminente que han tenido en la vida de la Humanidad.

Retomando al tema de la adultez mayor: ¿alguna vez ha tenido miedo a morir? ¿Cómo reconcilió su mortalidad?

No, fíjate que no he sentido miedo. Considero que es una gracia que Dios me ha mandado. No sé, estoy tranquilo, estoy dispuesto. ¿Cómo te diré? [risas] Hasta un poco ilusionado por ver cómo llega el momento. 

No tengo miedo alguno -no porque crea que no debo nada-, sino porque creo como buen cristiano, así como creen lo musulmanes, que Dios debe ser un personaje misericordioso. Es decir, yo sí pienso que hay algo después de la muerte y por lo tanto no hay que morirse triste; hay que esperar sorpresas, revelaciones, en fin.

Nos hemos pasado la vida imaginándonos el Cielo, a Dios, al Paraíso, como si fuera una prolongación del mundo actual; estás pensando en Dios, en un señor sentado en una silla como las sillas de nosotros y no.

Acuérdense lo que dijo Cristo: mi “Reino no es de este mundo”. Quién sabe de qué será. A lo mejor Dios es un infinito sabio en el que está todo el conocimiento y belleza absoluta, la creación total, pero no tenemos ni idea de cómo será.

Hay que esperar y esperar tranquilos. Por mi parte, no he sentido miedo por morir. Estoy listo para cualquier momento.

Uno de los temas anteriores que abordamos cuando explotó la pandemia fueron los avances médicos y científicos. Cada vez hay más iniciativas para prolongar la vida del ser humano. ¿Cuál es su opinión de estos ambiciosos proyectos para extender de manera inimaginable la vida humana?

Son resultado del miedo a la muerte, de eso que te digo que yo no siento.

Toda la humanidad ha hecho la lucha para ver si la ciencia nos permite que vivamos siempre. ¿Cómo vamos a vivir siempre? [Silencio]. Es una ignorancia del pasado histórico que nos está enseñando que la vida es un acto pasajero. 

Claro, hay que buscar vivir lo más que se pueda, eso sí lo acepto, porque también es grato vivir, pero vivir de la mejor manera y si estás en buenas condiciones de salud y la conservas, entonces sí vale la pena. 

Pero querer prolongar eso indefinidamente, a mí me parece una cosa vacía, una falta de sentido de lo que es la vida. 

¿Cuál ha sido su fuente de inspiración en estos casi 100 años de vida?

El servicio. Es el resultado de lo que me inculcaron mis padres de pequeño, sobre todo mi madre: servir a los demás, vivir para hacer algo en favor de otros. ¿En favor de quién? De los que tenía cerca, de mi esposa, de mis hijos. Luego de mi sociedad, mi patria, mi país.

Yo quise ser médico toda mi vida, desde que era niño, y ejercí 25 años. La vida me empezó a presentar retos y situaciones que no esperaba pero que debía de resolver, pero me dediqué en el mismo espíritu: servir.

Luego vino la fundación de la Universidad, la creación de la Escuela de Medicina y ahí estaba el servicio también. Cuando pienso cuál fue mi vocación en mi vida, más que ser médico, me respondo que era servir, independientemente de lo que hubiera sido.

Si hubiera sido barrendero, cantor, lo que sea, me hubiera gustado servir.

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