Para Enrique González Casillas, vicepresidente de Relaciones con Inversionistas en Cox Energy, el liderazgo y el crecimiento profesional van de la mano con los valores que se cultivan desde casa. Su historia es un reflejo de cómo la disciplina, la empatía y la capacidad de adaptación pueden construir un perfil sólido en el mundo corporativo.
Nacido en la Ciudad de México y criado en una familia numerosa, Enrique creció rodeado de mujeres: cuatro hermanas que, según él, lo convirtieron en el «bendito entre las mujeres». Su infancia estuvo marcada por constantes cambios de ciudad —Durango, Saltillo, Guadalajara, Monterrey y, finalmente, Aguascalientes—, lo que le enseñó a adaptarse a nuevos entornos con facilidad.
Desde pequeño, en su hogar se respiraba el valor del esfuerzo. Su padre, un emprendedor que incursionó en el sector inmobiliario y empresarial, le mostró la importancia del trabajo y la perseverancia, mientras que su madre, dedicada al hogar, le inculcó el respeto, la responsabilidad y el profundo significado de la familia.
Ese sentido de responsabilidad lo llevó a trabajar desde temprana edad. A los 11 años comenzó como empacador en Walmart, una experiencia que marcó su visión sobre el esfuerzo y la independencia. Más tarde, estudió Ingeniería Industrial en la Universidad Panamericana, aunque siempre tuvo claro que su futuro estaba en el mundo financiero.
Con esa meta en mente, su carrera profesional estuvo enfocada en construir una base sólida para llegar al sector bursátil. Sus primeros pasos fueron en Santander y Scotiabank, hasta que logró incorporarse a la Bolsa Mexicana de Valores. A partir de ahí, consolidó su trayectoria en Alsea, Grupo Lala y Genomma Lab, donde se especializó en relación con inversionistas, finanzas corporativas y gobernanza.
En 2020, decidió dar un giro hacia el sector energético con Cox Energy, una transición que, aunque desafiante, reafirmó su capacidad de adaptación.
«Me di cuenta de que necesitaba desarrollar nuevos conocimientos. Mi primer impulso fue buscar información en libros técnicos sobre energía renovable, pero no fue el camino adecuado. En cambio, busqué conocer a personas dentro de la industria, desarrollar relaciones y entender cómo funciona realmente el sector», explica.
La capacidad de adaptarse y evolucionar
A lo largo de su trayectoria, Enrique González Casillas ha transitado por sectores tan diversos como el consumo masivo, la industria farmacéutica y la energía renovable. Este recorrido no ha sido fruto del azar, sino de su capacidad para absorber conocimiento y adaptarse rápidamente a nuevas dinámicas de negocio.
«He tenido la fortuna de contar con grandes líderes a quienes seguir. Creo que he desarrollado la capacidad de identificar lo mejor de cada persona y aprender de ello. Trato de absorber esas cualidades y aplicarlas en mi propio crecimiento».
Cuando ingresó al sector energético con Cox Energy, entendió que no bastaba con leer sobre el tema: debía involucrarse con expertos, conocer de primera mano el desarrollo de proyectos y entender los retos regulatorios y operativos del sector.
«Mi primer impulso fue buscar información, así que ingenuamente entré a Amazon, pedí los dos primeros libros que encontré sobre energía renovable y esperé a que llegaran a mi casa. Eran demasiado técnicos y complicados. Me di cuenta de que ese no era el camino adecuado para aprender», confiesa.
«En cambio, busqué conocer a personas dentro de la industria, desarrollar relaciones y entender cómo funciona realmente el sector. Hoy, después de cuatro años trabajando en energía renovable, sé que aún me queda muchísimo por aprender, pero sigo en la misma dinámica: observar, absorber y evolucionar».
Un liderazgo basado en empatía, autonomía y resultados
Enrique define su liderazgo a partir de tres principios fundamentales. Primero, la empatía, entendida como la capacidad de conocer y comprender a cada miembro del equipo. «Para liderar, hay que voltear a ver al otro: entender quién es, qué necesita y cómo ayudarle a crecer», señala.
El segundo pilar es la autonomía, dar a su equipo la libertad de actuar y aprender. «Delegar no sólo es confiar en las capacidades de los demás, sino también reconocer su esfuerzo y logros», menciona.
Por último, los resultados. Más allá de indicadores financieros, Enrique valora el impacto real de las acciones dentro de una organización. «Si no hay resultados, ¿de dónde viene el liderazgo?», cuestiona.
Comunicación estratégica: la clave de la confianza
Si algo ha aprendido Enrique en su rol dentro del mundo bursátil es que la confianza es el activo más valioso. En un entorno donde las decisiones de inversión dependen en gran medida de la percepción que los mercados tienen sobre una empresa, la comunicación se convierte en una herramienta clave.
«Nunca mientas y nunca digas simplemente que no sabes», fue el consejo que marcó su forma de comunicar cuando trabajaba en Relación con Inversionistas en Alsea.
«No eres todólogo, no tienes por qué saberlo todo, pero nunca limites tu respuesta a un simple ‘no lo sé’. Lo importante es mostrar interés: ‘No puedo responderte en este momento, pero dame oportunidad de investigarlo y regreso contigo’. Perder la confianza es perderlo todo».
Toma de decisiones bajo presión
Para Enrique González Casillas, tomar decisiones en momentos de alta presión requiere una combinación de análisis, control emocional y capacidad de respuesta.
«Ante cualquier momento de estrés o presión, lo primero que hago es dar un paso atrás. En ese proceso de tratar de salir de mi propia perspectiva para entender mejor qué está pasando, siempre busco evaluar tres escenarios posibles en cada situación».
«Si te dejas llevar por la emoción del momento, cuando un niño te grita porque no sabe expresar sus sentimientos, terminas reaccionando igual y ambos terminan perdiendo el control. Pero si logras dar un paso atrás, analizar la situación y entender qué le está pasando al niño, puedes manejar mejor el momento y guiarlo hacia una solución».
El motor de todo: la familia
Más allá del éxito profesional, Enrique González tiene claro que su mayor pilar es su familia. «La familia es el núcleo de la sociedad. Al final del ciclo de vida, uno empieza y termina ahí», reflexiona.
Pero si algo lo motiva a superarse día a día, es su esposa y sus cuatro hijas. «Pieza fundamental de mi crecimiento y de mi desarrollo y éxito profesional, se lo debo 100% a mi familia nuclear actual. Estoy hablando de Fátima, mi esposa, y de mis cuatro princesas, Jimena, Isabel, Mariana y Paz. Son las que me empujan todos los días a ser un mejor líder».
«Ellas son el motor de todo lo que yo hago».