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¿Para qué sirven las encuestas electorales?

El doctor Adán Baca Morales, profesor e investigador del Departamento de Ciencias Políticas de la UAA, señala que lo ideal sería que los levantamientos demoscópicos sirvieran como herramientas de información y toma de decisiones, tanto para los electores como para los candidatos y partidos; pero últimamente, se han convertido en instrumentos de propaganda para intentar modificar la conducta de los votantes, especialmente de los indecisos o independientes.

En este sentido, el profesor alude a la teoría de La Espiral del Silencio, hecha por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann, en la que se da cuenta de cómo se puede modificar la intención de voto a partir de la creación de un nuevo clima de opinión.

“En este caso, los partidos políticos intentan hacerle creer a una mayoría ─que ellos identifican a través de los mismos levantamientos─ que son una minoría, para que este segmento cambie su conducta rumbo al día de las elecciones. Partiendo de este principio, intentan que los electores dubitativos perciban que deben de estar con el candidato que ellos presentan en la encuesta como el aparente ganador”, comenta.

Ahora bien, ¿de qué dependerá que las encuestas surtan el efecto deseado por parte de los partidos políticos? Entre otros factores, uno importante es que los sondeos se combinen con el juicio vertido por los líderes de opinión, responde Baca Morales. Si ambos elementos coinciden, será más fácil que resulten efectivos los levantamientos demoscópicos.

¿Entonces sí influyen?

De acuerdo con la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, queda «estrictamente prohibido publicar, difundir o dar a conocer por cualquier medio de comunicación los resultados de las encuestas que tengan como fin dar a conocer las preferencias electorales».

Esto es una forma de reconocimiento institucional, desde el propio marco legal, de que tienen el poder, el alcance y la capacidad de influir en los votantes y ser utilizadas como medio de propaganda. No significa que a todos nos vaya a modificar nuestra conducta como si de un hechizo se tratara, pero sí pueden actuar en los electores indecisos”, expresa el politólogo.

El desprestigio de las encuestas

Aun así, el catedrático manifiesta que las encuestas han sufrido un descrédito en tiempos recientes; varios sectores de la población las miran con recelo. Rememora las elecciones presidenciales de 2006 y 2012, en las cuales los sondeos de numerosas agencias no se mostraron cercanos al resultado final.

Por ejemplo, en las elecciones presidenciales pasadas, algunas encuestadoras vislumbraban una diferencia abrumadora a favor de Enrique Peña Nieto sobre Manuel López Obrador. Milenio-GEA-ISA, Radio Fórmula/Con Estadística y El Universal vaticinaron una victoria a favor del priista por más de 17 puntos, cuando los resultados oficiales, proporcionados por el entonces Instituto Federal Electoral, marcaron una diferencia de sólo 6.60 puntos.

Pero los sondeos electorales no han sido únicamente blanco de críticas en el país. En Estados Unidos, era raro que las agencias de investigación y los medios de comunicación no vieran una derrota de Donald Trump en los comicios presidenciales. Por esto, el triunfo del candidato republicano tomó a todos por sorpresa, al grado de que The New York Times, Huffington Post y The Guardian se dieron a la tarea de analizar las razones por las cuales erraron las encuestadoras.

De ahí que resulte inevitable cuestionar: ¿qué deben hacer las agencias para aproximarse lo más posible al clima de opinión existente?

Adán Baca señala que las encuestadoras electorales en el país son profesionales, dominan la actuaría y la estadística de forma impecable. «Es decir, no hay un encuestador ignorante. Todos dominan el diseño estadístico, la distribución por regiones, el muestreo, el levantamiento, el control del equipo”. El problema radica, según él, en el diseño de las entrevistas. «No todos saben realizar entrevistas políticas, elaborar las preguntas adecuadas, sobre todo en temas de mediano plazo, que son un factor determinante en elecciones críticas como las presidenciales».

Pone como ejemplo las elecciones para gobernador en Aguascalientes en 2010. En ellas, a meses de las votaciones, la mayoría de las encuestadoras auguraban la victoria de Acción Nacional, salvo el Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), que predijo el triunfo del Revolucionario Institucional. El GCE, a diferencia de otras, obtuvo el retrato a mediano plazo, preguntándole a los encuestados: “Independientemente de la intención del voto actual, ¿considera necesario un cambio de partido en el Gobierno?”.

Muchas agencias levantaron la intención de voto de ese momento, que favorecía al PAN; pero una parte de los votantes potenciales percibía la necesidad de una alternancia, la cual sacó a relucir la pregunta del GCE. «Habrá que ver los diseños de los cuestionarios, qué están midiendo más allá de la intención de voto, de la coyuntura”.

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