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Empresarios fuertes y trabajadores bien remunerados

Por Jesús Álvarez

México seguirá enfrentando años bastante complicados. Los pronósticos de crecimiento se han revisado y de nuevo se colocan a la baja: ahora son situados en 2 por ciento anual, abajo del 2.4 por ciento inercial y muy lejos del 4 o 5 por ciento esperado con las reformas estructurales. Para el país, su único motor de crecimiento ha sido la manufactura derivada del dinamismo industrial de Estados Unidos, la cual es amenazada por la fortaleza del dólar y la debilidad de la demanda global.

Así pues, los retos para superar la pobreza y desigualdad se agigantan, a pesar de haber registrado la inflación más baja de la historia.

Según la metodología del Coneval, la mitad de los mexicanos son pobres aunque la mayoría de ellos trabaja y mucho. En otras latitudes del mundo, la pobreza se asocia con el desempleo; pero en México, también se relaciona con la población empleada. En el “Índice para una vida mejor 2015”, la OCDE señala que los mexicanos se ubican en el último lugar por sus ingresos laborales entre las 36 naciones pertenecientes a esa organización. Sin embargo, son quienes más tiempo dedican al trabajo: más de 2,200 horas al año.

Detrás de este fenómeno está el papel periférico que el país juega en la feroz competencia global entre trasnacionales, la errada estrategia gubernamental de contención salarial y la baja productividad, la cual es una realidad debido a la pobre calidad de la educación. De hecho, México se ubica en el último lugar en el indicador de competencias educativas medido por PISA. Sólo 60 por ciento de los jóvenes mexicanos terminan la secundaria y la mitad de ellos ni siquiera comprende lo que lee ni domina operaciones aritméticas básicas.

No cabe duda que urge transformar el sistema educativo. Se debe dar más acompañamiento a los maestros para lograr una enseñanza eficaz, pero también hay que fijar un nuevo rumbo respecto a los propósitos de la educación. No se trata de ampliar cobertura con un currículum tradicional y obsoleto; la nación necesita individuos creativos, críticos, solidarios, innovadores, con competencias ejecutivas para planear, programar, implementar y evaluar proyectos de vida; emprender y arriesgar; aprender de los errores y volver a empezar; aprovechar las nuevas tecnologías para solucionar problemas cotidianos. Estos fines deben perseguirse desde el preescolar hasta la universidad. Generar conocimiento y patentes es más trascendente que otorgar títulos.

Complementariamente, urge financiamiento y una “regulación base cero” para las Mipymes. Por culpa de la burocracia, muere 70 por ciento de ellas antes de cumplir dos años de existencia. Un gobierno más digital puede ahorrar costos y disminuir la corrupción. Una política fiscal más flexible puede facilitar el paso de micro a pequeña empresa sin que las utilidades se esfumen.

Se trata de pensar entre todos cómo se logra, en 2016 y los años siguientes, construir un México más próspero, justo e incluyente.

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