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El shock del futuro y la ley de la jalea de frambuesa

Por Antonio Martín del Campo

Chairman 02X y Venture Studio

Fue en un congreso donde tuve el gusto de conocer a Alvin Toffler, uno de los futuristas y escritores más afamados del siglo XX, conocido por sus discusiones acerca de la revolución digital y la singularidad tecnológica. Además de dejar obras altamente recomendables (Shock del futuro, La tercera ola y El cambio de poder), vaticinó muchas de las situaciones que hoy poco a poco se están convirtiendo en realidad cotidiana. Su frase más celebre dice: “Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer ni escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender”.

Esta frase parece que ya está en el inconsciente de los altos mandos de todas las empresas, al menos en Estados Unidos, donde el último estudio de la prestigiosa consultora PwC, titulado “2017 PwC Global CEO Survey US”, señaló que las habilidades más importantes que las organizaciones buscan en un colaborador y que no podrán ser sustituidas por la tecnología son: la capacidad para resolver problemas, el liderazgo, la adaptabilidad, la creatividad y la innovación.

El estudio también indica que en varias partes del mundo se ha detectado un desencanto por la globalización y un aumento del sentimiento nacionalista. Los directores generales contestaron que, a pesar de la creencia popular, la globalización no está ayudando a establecer una mayor conectividad entre países, ni tampoco está contribuyendo a la realización de movimientos acelerados de capital, bienes y personas. Además, no está cumpliendo con su cometido original: cerrar la brecha de la desigualdad económica.

Estos datos no hacen más que reafirmar lo que Toffler previó: “El shock del futuro como concepto es un estado psicológico concreto que afecta tanto a individuos como a sociedades enteras. La definición más corta en la percepción personal es de demasiado cambio en un periodo demasiado corto. El grado tan acelerado de cambios tecnológicos, sociales y, por ende, en las empresas, deja a muchas personas desconectadas y sufriendo de desorientación y estrés”.

Esto lleva directamente al relativismo, porque ya no se sabe en qué o en quién creer, y son las creencias el factor más decisivo en el establecimiento de una cultura, ya sea la de una sociedad o la de una organización.

Este cambio en los valores ha causado el surgimiento de muchos problemas. A las causas antes mencionadas, también habría que agregar la expansión de una cultura global y la falta de estabilidad económica, lo cual ha contribuido a la erosión de las relaciones interpersonales y ha creado una gran paradoja: entre más conectados estamos, más aislados nos sentimos.

En esta lógica, encaja perfectamente la ley de la jalea de frambuesa: “Entre más esparzas la jalea en el pan, más delgada quedará ésta”. Algo que ya está pasando con la cultura, y no solo en los niveles más generales, sino también en las células más elementales de la sociedad, como son la familia y la empresa. Es justamente en esta última en la cual, desde la dirección, se debe tener un cuidado muy especial en la preservación y el fomento de la cultura organizacional.

Hoy, el mundo empresarial está lleno de ruido, falsos profetas y sentimientos encontrados que apuestan por el cambio por el cambio, por la innovación como fin, no como medio. Si no transformamos esto, provocaremos que las organizaciones sufran los efectos del shock del futuro y de la ley de la jalea de frambuesa.

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